ARTÍCULO



  • Memorias del cine cubano: Juan Orol, personaje inolvidable
    Por Ignacio Omar Granados

    Editorial: La Jiribilla

    No puede hablarse de los primeros años del cine cubano, sin dejar de mencionar a un personaje tan carismático como Juan Orol.  Nacido en Ferrol, Coruña, provincia de Galicia en España en 1897 (año de la entrada del cinematógrafo en Cuba). Juan Orol García parte de muy niño y debido a situaciones familiares, recorre varios países latinoamericanos hasta llegar a Cuba. En La Habana trata de encontrar algunos familiares residentes aquí, pero al no tener el éxito esperado en su búsqueda, viaja a Veracruz, México, donde permanece por seis años. Cumplidos ya  los 16 años, Juan Orol se traslada a la capital mexicana con el fin de establecerse allí, sin embargo, las cosas no le van bien, la escasez de empleo en una situación social y política difícil, le hacen nuevamente cambiar de rumbo y regresa  a Cuba, donde logra instalarse en La Habana. 

    En la capital cubana pasaría por diversos empleos, incluyendo también diferentes prácticas deportivas: fue pitcher de béisbol, boxeador, corredor de autos, torero, agente secreto, periodista y actor de teatro, para después llegar a ser director artístico de un grupo teatral, lo que fue el trampolín final para su llegada al cine. 

    Orol, quien siempre había sido un devoto del Cine negro norteamericano, incluyendo una gran admiración por los gangsters famosos de los años 30 y 40: Edward G. Robinson, James Cagney y Humprey Bogart , afianzó más esta pasión con un viaje que realizó a Hollywood a principio de los años 30, para en 1933 de regreso a México, fundar una empresa cinematográfica, la ASPA filmes, de la que era su flamante gerente. Para su primera producción, que pudiéramos llamarle “suicida”, pues se jugaba todo su pequeño capital, contrató al cubano Ramón Peón (a quien  conocía y que  se encontraba en esos años trabajando en México), asistido por el adaptador Carlos L. Cabello que además actuaba también en un papel secundario de la cinta, el de un preso, mientras el siempre dispuesto Orol  también se reservaba un papel en esta película: Carmelo, socio y amigo del obrero Juan (personificado por Julio Villarreal). En esta película Orol comienza a mostrar sus intenciones y su modelo de melodrama, en el que mezcla una vaga intención de plantear una situación social acompañada de erotismo y amores ilícitos (lo cual posteriormente sería una de las “constantes” de sus filmes), finalizando con una pequeña moraleja acerca del drama planteado.

    Después de algún éxito con esta primera película, que por lo menos lo hace supervivir, acomete una segunda en 1934, en la que funge como codirector con Ramón Peón, la cinta: ¿Mujeres sin alma: venganza suprema?, que tuvo un éxito inesperado y en la cual apareció su primera musa: Consuelo Moreno. Las películas de Orol comenzaron a tener un sello de garantía y estilo, sus temáticas se concretaron casi siempre en incluir: el trópico, las rumberas, los paisajes exóticos, bellas y provocativas mujeres, en las que siempre había una “musa” principal y el Cabaret como locación ideal. Con estos “ganchos” Orol logró atraer a un público que seguía sus películas. Posteriormente incorporó a  los  gángsters unos más malos y otros un tanto “moralistas” en cada cinta y que  se enamoraban de las “musas” de turno.  Orol llegó a filmar en diversos países: México, Cuba, Puerto Rico, EE.UU. y España, participando en una filmografía amplia que incluye 56 filmes, de las cuales ocho son producciones o coproducciones con Cuba.

    Juan Orol  era asimismo un “hombre orquesta” en las películas que realizaba. En la mayoría  de ellas, participó en más de dos o tres de las actividades principales del filme: gerente de producción, director, productor, guionista, actor, fueron los puestos principales que ocupó Orol en las filmaciones. Era un hombre que sentía que debía participar en todo y chequearlo todo en sus películas para que salieran bien. A pesar de esto, no era un técnico del cine, como lo era sin duda su amigo Ramón Peón, sino todo lo contrario, hacía las cosas más bien por su empuje y su pasión por el cine, sin que se tomara mucho tiempo en su estudio ni en contratar técnicos de alto nivel, tampoco trataba de explicar la psicología de los personajes ni la geografía de las locaciones que utilizaba, le bastaba con que existieran escenarios y personajes, estaban allí y actuaban así, de porque sí.

    El propio Orol declaró en una ocasión: “Siempre me ha gustado saber un poquito de todo. Esa necesidad mía de hacer películas como actor, director y productor no puedo explicarla. Es algo así como una vocación natural de querer estar en todas partes. Tal vez haya estado equivocado, pero confiaba mucho en mí mismo, todo tenía que revisarlo para que saliera mejor”.

    Sobre esta forma de proceder de Orol, existe una anécdota que cuenta el veterano Roberto Miqueli,  escenógrafo de algunas películas de Orol: “estando en una ocasión Don Juan trabado con un guión,  Julio García Espinosa que era un joven asistente en esos años,  le dijo si podía ayudarlo y él le contestó: “muchachón, estese tranquilo miren cómo yo resuelvo el problema” y empezó a arrancar hojas del guión.

    Filmografía de Orol  en  Cuba
    La  primera producción que Orol hace para el cine cubano es la cinta Siboney (1940), poco después de comenzar el cine sonoro en nuestro país, la misma cuenta con música de Ernesto Lecuona, Sánchez de Fuentes y Rodrigo Prats, entre otros y Orol funge como director, productor, guionista y actor de la misma. Para esta película se utilizaron escenarios naturales, entre ellos el Centro Gallego de La Habana.  El lema de esta cinta fue: “una película cubana distinta”, en la misma debutó la bailarina cubana María Antonieta Pons, que sería la segunda musa de Orol.

    Después seguirían: Embrujo antillano (1945), una coproducción con México en la que participa como codirector, productor y guionista. A continuación realizaría El amor de mi bohío, (1946), también en coproducción con México, Orol como codirector, productor, actor, guionista y compositor, con la costarricense Yadira Jiménez en el papel  principal.

    La primera película que aparece como cubana ciento por ciento es Sandra la mujer de fuego (1953), con Orol como director, productor y guionista (en esta película aparece la artista Rosa Carmina, como figura principal, que sería su próxima esposa y musa de varias de sus películas).

    El sindicato del crimen, Cuba – México (1954), director, productor, guionista y actor, con Doris de Goya y Arturo Martínez en los papeles principales. 

    La mesera del café del puerto (1955), producción Cuba-México, como director, productor y guionista, con Marta Rams y Julio Capote como actores principales. 

    El farol en la ventana (1957), también cubano-mexicana, como  director, actor y productor.

    Su última producción con participación cubana fue Tahimí, la hija del pescador” (1958), director, productor y guionista. Con las actuaciones de Armando Calvo, Rubén Rojo, la cubana Fela Jar y la que sería su próxima musa, la bella Mary Esquivel.

    Entre las famosas divas o musas de Juan Orol se relacionan: Consuelo Moreno, su primera esposa, luego entre 1938 y 1945 María Antonieta Pons; de 1946 a 1955 Rosa Carmina, que fuera también su esposa y entre 1955 y 1963 la cuarta musa fue Mary Esquivel. 

    La película más representativa de Orol fue la realizada en 1947 en México Gánsters contra charros, considerada en algunas encuestas entre las 100 mejores del cine mexicano en todas las épocas.

    Un juicio sobre Juan Orol
    En general resulta difícil emitir un criterio sobre la obra de un cineasta que declaraba abiertamente: “Yo hago cine para ganar dinero como cualquier otro negocio” y que no se preocupaba demasiado por los aspectos técnicos del cine. Asimismo planteaba: “Muestro los defectos de la humanidad para tratar de acabar con ellos, muestro los delitos y las penas para que sirvan de escarmiento, por eso castigo a los delincuentes de un modo atroz, de tal manera que el público no cometa los errores de los personajes”. A nuestro juicio su mayor mérito consistió en su energía para producir películas y su permanente entusiasmo que nunca decaía, a pesar de los problemas que se le presentaran. 

    Juan Orol continuó haciendo cine hasta 1980, su última película fue: Ni modo, así somos, filme mexicano en que participó como actor y falleció el 26 de mayo de 1988 en Ciudad México. 

    Dentro del cine cubano preICAIC, Orol tiene seguramente un puesto como uno de los mantenedores del séptimo arte en nuestro país, sobre todo en las décadas difíciles del 40 y el 50, y es en igual forma, una figura carismática que quedará por siempre entre los personajes inolvidables del “viejo” cine cubano.



Copyright © 2024 Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. Todos los derechos reservados.
©Bootstrap, Copyright 2013 Twitter, Inc under the Apache 2.0 license.