CRÍTICA



  • Un monstruo de mil cabezas, La ira caerá sobre los injustos

    Lo haríamos todo por nuestros seres queridos. Todo. Y aún más, si estamos convencidos de que se nos está tratando de manera abusiva. La ira, como se explica en ese capítulo de Brain Games que se emitió hace poco en La 2, “es una de las emociones más primitivas del reino animal. El cerebro no soporta que se le trate de manera injusta”.

    Así que la reacción de Lorena, la esposa y madre que está viendo morir a su marido de cáncer por habérsele denegado un tratamiento por parte de la aseguradora que lleva pagando desde hace más de quince años, está relativamente justificado o, al menos, sería posible, sí. Y cuando la ira de la mujer se convierte en desesperación… los modales se pierden. Y las reglas sociales se convierten en papel mojado.

    Alejándose del drama social, el director escoge acercarnos su denuncia desde el humor negro. Muy negro. De esta manera, el personaje dibujado para Lorena puede antojarse exagerado. ¿De verdad alguien haría  eso? Por qué no. Como contrapeso, el guión ofrece el personaje de su hijo, que la acompaña durante toda su aventura, pero que mantiene la calma… hasta que ve en peligro a su madre, también.

    Pero… ¿qué es lo que hace Lorena?

    Rodrigo Plá acierta en la presentación de la historia. Conocemos a Lorena calmada, buscando los papeles que los de la ambulancia le piden. Lo tiene todo bajo control, está preparada desde hace meses. Pero pronto el director nos alertará: todas estas imágenes son un flashback. Las voces en off que acompañan cada secuencia pertenecen a los testimonios de un juicio. Un juicio en el que la acusada es Lorena.

    El director decide hacer pasar en un corto primer plano, mirando fijamente a la cámara, a algunos de ellos antes de reproducir en imágenes lo que están explicando ante el jurado. No a todos. Los responsables directos, los directivos de la aseguradora de salud, no tienen ese privilegio. Ellos ya han sido condenados. Pero sí lo hace con los que se han cruzado en el camino entre Lorena, su familia, y esos directivos a los que ella persigue con el único fin de conseguir una autorización para el tratamiento de su marido, hasta que la cosa se complica… Estos testimonios miran a la cámara, indefensos, como Lorena, ante lo que está sucediendo. ¿Podrían haber hecho más? ¿Podríamos haber hecho más?

    Todos los testimonios, con mayor o menor culpabilidad, comparten la misma responsabilidad. Porque cada uno de ellos forman parte de ese monstruo de mil cabezas a que se refiere el filme.

    El flashback se ve acompañado por la presentación de los sucesos desde el punto de vista del que los está narrando, repitiendo incluso algunas escenas desde otro ángulo, para enfatizar otros puntos de vista, o para que tengamos una visión global de lo que está ocurriendo en ese preciso momento. De esta forma, el espectador puede observar las reacciones de varios de los presenten, desde la madre, hasta las “inocentes” víctimas de su ira.

    El humor negro es la excusa para ser completamente incisivo con el sector, y procura, con éxito, lanzar sus peores dardos de forma sutil. Qué mejor que esconder frases del tipo “se opera a muertos para ganar un dinero extra” en medio de una escena en la que la mujer está apuntando sin demasiada convicción a los dos directivos de la multinacional sanitaria. Frases que pasan desapercibidas, pero que quedan retenidas en nuestra memoria, y van acumulando nuestro estupor ante los eventos (no los secuestros, tiroteos, y mil situaciones que parecen imposible le ocurran a una señora como Lorena… sino los protagonizados por los directivos, accionistas y asistentes personales de éstos).

    Así que Un monstruo de mil cabezas nos atrapa por enfocar un grave problema del que no queremos darnos cuenta desde un punto de vista poco común y porque, además, podría hacer referencia a cualquier tipo de industria, o de sector. Farmacéutico, bursátil… la corrupción nos rodea. Deberíamos evitar ser filmados en primer plano, formando parte de ella.


    (Fuente: Cinedivergente.com)


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