ARTÍCULO



  • García Márquez, no solo un escritor sino una literatura, una filosofía
    Por Winston Orrillo


    “Está en mi carácter y lo he dicho muchas veces. Nunca, en ninguna circunstancia, he olvidado que en la verdad de mi alma, no soy nadie más ni seré nadie más que uno de los 16 hijos del telegrafista de Aracataca…”.

    “Tuve una infancia prodigiosa. Mis abuelos eran seres fabulosos. Tenían una casa enorme y llena de fantasmas. Era una gente con una gran imaginación y superstición. En cada rincón había muertos y memorias, y después de la tarde, la casa era intransitable…” (Gabriel García Márquez).

    Quizá no haya, en el mundo de las letras hispanoamericanos, un autor que haya suscitado más comentarios y controversias. El carácter lúdico, sui géneris de su obra, aparte de su pleno y lúcido compromiso político, dan, en este momento, para una colección de pareceres, imposible de recopilar con precisa seguridad.

    Pues ella abarca la narrativa breve y extensa, cuento, relato, novela, pero
    incorpora, igualmente, una colección de textos periodísticos y testimoniales, que son una verdadera cátedra para los que transitan por las redacciones de diarios y revistas (v.gr. cinco volúmenes de una obra periodística, con Textos costeños, Entre cachacos, de Europa y América, Por la libre y Notas de prensa; amén de paradigmáticos libros como El secuestro, El asalto: el operativo con el que el FSLN se lanzó al mundo; La aventura de Miguel Littin clandestino en Chile, Noticia de un secuestro, Operación Carlota: los cubanos en Angola, entre otros más).

    Y, para que nuestros colegas de los otros diarios consideren con mayúscula a este escritor, queremos se sepa que, para él, el periodismo era “el mejor oficio del mundo”. Y que, el sustento realista que impulsa nuestra escritura –la de los periodistas- es, ni más ni menos, que el substrato de sus cuentos y relatos.

    Pero, se trata de un periodismo, con el máximo de seriedad y cuidado, pues, para él, “escribir es hacer carpintería” con el añadido que, lo escribió más de una vez: “Para mí la literatura es la poesía”. “Cuanto más transparente es la escritura, más se ve la poesía”.

    Por lo que un novelista “debe tener conocimiento en muchos campos”; de allí su obsesión por seguir puliendo: “Voy alternando: a veces trabajo en el ritmo, otras en el lenguaje. Al mismo tiempo debo despejar todas las dudas gramaticales que tenga…; pues apunta a una perfección de estructura (cada capítulo debe tener la misma cantidad de páginas), de lenguaje (no soporta utilizar dos veces el mismo adjetivo en un libro) e intensidad”.

    Y, precisamente por haberse dado cuenta de las evidentes carencias de los que escriben en los diarios, decidió crear la Fundación para el Nuevo Periodismo Latinoamericano, que cuenta con el patrocinio de la UNESCO, y, desde su inicio, en 1995, esta suerte de “Escuela sin muros” convoca a periodistas jóvenes a “talleres, seminarios y cursos sobre temas que, en las escuelas de periodismo y las redacciones, suelen omitir”, como dice Mariana Solanet en su ilustrativo texto “García Márquez para principiantes”.

    Pero antes, en 1986, García Márquez da cumplimiento a un anhelo largamente acariciado por él, incluso desde su formación fílmica, realizada en Roma. Ahora crea la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, que preside, Y que tiene, como desiderátum, el desarrollo de una cinematografía independiente en la región. Es a su amigo Fernando Birri a quien convoca para dar vida a su proyecto, que se concreta en la Escuela de Cine de de San Antonio de los Baños, en Cuba, Primer Territorio Libre en América, a la que GGM admira y defiende a ultranza, y especialmente a su histórico líder, el comandante Fidel Castro (en esto se diferencia de una morralla de buenos escritores, pero reaccionarios en política, como el marqués Vargas Llosa y Carlos Fuentes, entre otros de triste recordación).

    Cada año GM dirige, allí, un Taller de guion, donde diez jóvenes presentan sus proyectos que son discutidos colectivamente. Se trata de inventar historias (esto se halla recogido en dos volúmenes imprescindibles: Cómo se cuenta un cuento y Me alquilo para soñar). En ambos se vislumbra una de las características entrañables de nuestro autor: su vocación de magisterio). Hay, aquí, invalorables consejos para los jóvenes creadores, como este: “Hay que aprender a desechar. Para hacer un buen guion no queda más remedio que tachar y tirar muchos papeles al cesto. Eso es lo que se llama sentido de autocrítica, el shit-detector de que habla Hemingway”.

    García Márquez tiene la cumbre de su obra en su universalmente conocido libro Cien años de soledad.

    Pero este no le vino por casualidad, pues le costó 18 meses de trabajo, encerrado en su estudio, en el que trabajaba de 8 a 15 horas, mientras las tardes, dado que era un maniático de la precisión, consultaba infinidad de fuentes, como cartas de navegación, textos de alquimia, manuales de venenos y antídotos, crónicas del descubrimiento y la conquista, así como su inseparable Enciclopedia Británica y diccionarios, muchos diccionarios, dando un rotundo mentís a aquellos que pensaban que, la suya, era una obra meramente imaginativa y no afincada en la realidad, y en la cual todos los datos que allí aparecen pueden ser fácilmente verificables.

    La obra se abre con aquella celebérrima primera frase: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.”. Y él mismo añade: “Aunque en esta novela las alfombras vuelan y los muertos resucitan y hay lluvias de flores, es tal vez el menos misterioso de mis libros, porque el autor trata de llevar al lector de la mano para que no se pierda en ningún momento ni quede ningún punto oscuro. Con este termino el ciclo de Macondo…” (Carta de García Márquez a Luis Harss. Solanet, op.cit.)

    Carlos Fuentes, su amigo y admirador, escribe: “Toda la historia 'ficticia'
    coexiste con la historia 'real', lo soñado con lo documentado, y gracias a las leyendas, las mentiras, las exageraciones, los mitos… Macondo se convierte en un territorio universal, en una historia casi bíblica de las fundaciones y las generaciones y las degeneraciones, en una historia del origen y el destino del tiempo humano y de los sueños y deseos con los que los hombres se conservan o se destruyen”. (op. cit).

    En fin, la obra tachona en nosotros un cúmulo de personajes inolvidables como José Arcadio Buendía, el coronel Aureliano Buendía, Amaranta, Remedios la Bella, Renata Remedios, Amaranta Úrsula, Melquiades, entre varios otros.

    A modo de conclusión: para no pocos esta obra es el non plus ultra de la creación literaria, con sus historias surrealistas que, con plena naturalidad, conviven con lo cotidiano y los elementos fantásticos, como los gitanos y sus esteras voladoras, la lluvia de pájaros muertos y el burdel zoológico en la decadencia de la aldea. Pero sin duda, el coronel Aureliano Buendía es uno de los paradigmas que aparecen en la novela, él, que “promueve treinta y dos guerras y las perdió todas. Tuvo diecisiete hijos varones de diecisiete mujeres distintas, que fueron exterminados en una sola noche. Escapó a catorce atentados, a setenta y tres emboscadas y a un pelotón de fusilamiento”.

    En fin, el texto admite infinidad de lecturas, está escrito en una prosa insuperable, pero, sobre todo, tiene un élan de vitalidad, con personajes que, desde su ingreso a nuestra mente, cobrarán carácter fundamental para la visión del mundo que estemos pergeñando.

    Pero – dato periodístico- fue hecha la obra con el aislamiento del autor, y con el fiel cumplimiento y colaboración de su esposa, Mercedes, quien se hizo cargo de todo, ya que Gabo estaba full time dedicado a concluir la obra que deja al autor con una deuda de 10 000 dólares (aparte de los préstamos solicitados, anteriormente, para “irla pasando”), y con la paradoja que no tienen ni para pagar el maldito flete hasta el editor en Buenos Aires, por lo que deben vender lo único que les queda: una secadora de pelo de Mercedes, la batidora y la estufa, todo para pagar el susodicho franqueo postal.

    Pero valió la pena. Solo en la primera semana de su aparición, se vendieron 30 000 ejemplares de Cien años de soledad, mientras que, en tres años, se había colocado la friolera de 600 000 ejemplares.

    Otros títulos del autor son El coronel no tiene quien le escriba, Los funerales de la Mama Grande, La mala hora, Crónica de una muerte anunciadas, El amor en tiempos del cólera, El general en su laberinto, La increíble y triste historia de la cándida Eréndida y su abuela desalmada.

    Pero, lo que a juicio nuestro –independientemente de la altísima calidad de su obra- marca la trascendencia de García Márquez, es su adhesión irreversible a la defensa de la vida, su compromiso político con los que Dostoievski llamaría los “humillados y ofendidos”, o Mariano Azuela, "los de abajo".

    Por eso es imposible concluir esta breve visión a los 89 años del nacimiento de GGM: (Aracataca, 6 de marzo de 1927). sin lo que él dijera, en Estocolmo, al recibir el premio Nobel, 1982: he aquí sus palabras:

    “Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no solo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de las letras. Todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación. Porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es el nudo de nuestra soledad…”.

    Y concluye con un verdadero llamamiento, que va allende la condición de mero escritor, y se entronca con una disciplina tan infinita como la propia literatura y/o la filosofía política: “…una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie puede decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.

    (Fuente: diariouno.pe)


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