CRÍTICA



  • El bosque de Karadima, cuando la justicia no es divina
    Por Diego Martinez Pisacco


    El filme chileno El bosque de Karadima, que fue el más visto en su país en la temporada pasada con 320.000 espectadores, narra los abusos que sufrieron algunos acólitos por parte del religioso Fernando Karadima entre las décadas del 80 y 2000. Un drama potente dirigido por Matías Lira que se atreve a tocar un tema urticante y doloroso para una sociedad trasandina tan susceptible como conservadora.

    ¿Qué ocurre en la cabeza de una persona cuya mente está dividida entre el sufrimiento, la soledad y la inocencia? ¿Qué pasa por adentro de ese cuerpo que padece la realidad pero no sabe cómo detenerla? Pedro Campos, Benjamín Vicuña y Luís Gnecco le dan vida a una historia que a más de uno le erizará la piel.

    El bosque de Karadima contiene un guión basado en las denuncias por los abusos sexuales sufridos por James Hamilton ante Fernando Karadima, estos fueron cometidos entre la década de los 80 y 2000. La transición del personaje de Thomas Leyton, inspirado en Hamilton e interpretado por Campos y Vicuña respectivamente, representa fielmente las vivencias de un chico, que con una familia completamente dividida, recurre a la iglesia más famosa de su ciudad donde encuentra comprensión, contención e inclusive su vocación gracias a su confesor.

    La película está dirigida por Matías Lira, un realizador chileno relativamente novato, cuya trayectoria comenzó en el año 2000 con Ocio TV, y cuya primera realización en la pantalla grande fue el largometraje titulado Drama, en 2010. En su más reciente película, que además convirtieron en un unitario de TV, también titulado El bosque de Karadima, Lira se adentra en un relato de poder, de abuso físico y psicológico bajo el personaje de Fernando Karadima, interpretado por Luís Gnecco, quien entre otras apariciones participó de la serie Prófugos emitida por HBO, y la serie Narcos de Netflix.

    Karadima fue uno de los clérigos más reconocidos en todo Chile, de los más respetados, considerado un santo en vida, y el más querido por la congregación más adinerada de todo el país andino. Su iglesia, llamada “El Bosque”, era una de las máximas recaudadoras de donaciones, lo que entre otros beneficios, le permitía al sacerdote pagar becas estudiantiles en universidades carísimas para sus monaguillos más fieles. Además poseía más de 10 propiedades donde albergaba a su familia y amigos y se costeaba viajes anuales a diversos países del globo, siempre con un acompañante masculino de su círculo íntimo, quienes lo tomaban como un premio.

    Rápidamente Leyton se convirtió en el secretario personal del Sacerdote, e inclusive miembro de un selecto grupo de monaguillos que pertenecían al círculo más íntimo del clérigo. Leyton no sólo se sentía amigo de su confesor, sino que además encontraba en él ese calor afectivo que jamás tuvo con su madre y mucho menos con su padre.

    Los choques de personalidades entre Karadima y Leyton son sin dudas lo más destacado de la película, donde un personaje carismático, seductor y respetable ejerce su autoridad sin resquemor ni culpa alguna sobre un chico por demás introvertido, inhibido e inseguro. Una relación de admiración, cariño y lujuria encierra a los protagonistas en un círculo vicioso que parece no tener fin.

    Las esquirlas de una relación tóxica, terminarán de impactar con la inesperada aparición de una joven estudiante de medicina, Amparo, interpretada por Ingrid Isensee. Ella y Thomas comienzan una relación, lo cual despierta el malestar en el cura y confusión en el propio Leyton, quien se enfrentará no sólo a la tentación de los pecados carnales, sino que además pondrá en juego su vocación católica, su puesto al lado del clérigo y su propia relación con su pastor y guía espiritual.

    (Fuente: Cinefreaks.net)


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