CRÍTICA



  • Aquarius, un ejercicio de impecable elipsis
    Por Alberto Sáez Villarino


    El brasileño Kleber Mendonça Filho se llevaba una de las grandes ovaciones de un público que asistía a la presentación de su última película: Aquarius, muy motivado y con un interés muy alto por saber los derroteros por los que esta comentadísima película iba a discurrir. La cinta compone una crítica voraz hacia un gobierno corrupto y negligente que permite todo tipo de abusos de las grandes empresas con el objetivo de eliminar esas pequeñas lacras que, en alguna ocasión, conforman los seres humanos que osan a no acceder amablemente a sus “dadivosas” exigencias.

    Mediante una estructuración muy elocuente del filme en tres partes, correspondientes a tres momentos importantes en la vida de la protagonista, aunque presentados de manera metafórica bajo un título muy abstracto, el realizador lleva a cabo un ejercicio de impecable elipsis y una concesión ejemplar.

    Sustentado por un guion muy bien construido, el relato comenzará narrando la historia de la protagonista, Clara, desde el día en el que su tía Lucía cumplía 70 años. El primer capítulo, que lleva por título, El pelo de Clara, sirve de contexto general y de presentación de los personajes, en concreto del personaje principal: Clara, una mujer de cabeza rapada que lucha por superar un cáncer con la ayuda de su familia. 30 años después Clara luce una melena espectacular y su aspecto corresponde al de una atractiva mujer de 65 años, marcada por el estigma de la guerra a la que tuvo que hacer frente y que la dejó con una impresionante cicatriz y una asimetría escultural.

    La segunda parte, El amor de Clara, funciona a modo de episodio introspectivo en la mente de la protagonista, llegamos a entender sus azoramientos y la convicción con la que se aferra a las cosas que le importan, como por ejemplo, su piso en primera línea de playa por el que una constructora le ha ofrecido una suculenta cifra que Clara se niega, siquiera, a considerar.

    La película alterna aquí situaciones cotidianas de su vida y su tiempo libre con sus amigas, sus momentos de intimidad rodeada de música y, sobre todo, su playa, con otras más externas que explican el concepto que una mujer, que ha pasado por lo que ella, puede tener del amor, un concepto que ha sufrido muchas variaciones a lo largo de los años, conforme la inocencia se ha ido perdiendo. Por su parte, el líder del proyecto de construcción se muestra cada vez más agresivo en sus contactos con la protagonista, quien se verá expuesta a una situación abusiva y desestabilizante con el objetivo de hacerla huir de su casa por las malas.

    Unas escenas medio cortadas y ocultas bajo un borroso filtro onírico insinúan la posibilidad de que esa estrategia agresiva para convencer a Clara pudo haber tomado un giro despreciable, sin embargo, el enfoque que se le da a la situación deja en evidencia la fuerza y la capacidad de la protagonista para asumir el dolor y absorberlo como algo inamovible en su vida. El tercer y último capítulo,

    El cáncer de Clara, se olvida de todo lo que no esté relacionado con su lucha contra la constructora; una lucha sin tregua que ha alcanzado una intensidad terrible. Pero aquí es donde apreciaremos fielmente el verdadero yo de Clara, llegaremos a conocer quién es realmente y cuál es esa historia que ha quedado resumida en tres momentos anecdóticos hasta el punto de hacernos olvidar el título del filme.

    Una mujer que ha luchado incansablemente durante 30 años contra el peor enemigo de la sociedad contemporánea, no parece probable que vaya a doblegarse porque venga un niñato de ciudad, malcriado y consentido, a lanzarle, con una rabieta infantil, una amenaza envuelta en una declaración de guerra para que abandone su tan preciado Aquarius.


    (Fuente: Elantepenultimomohicano.com)


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