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  • Tarja colocada en el Jardín Madre Teresa de Calcuta de la Basílica Menor y Convento de San Francisco de Asís. Foto: Alexis Rodríguez.


    Julio García Espinosa, gracias por tu obra grande y extraordinaria
    Por Susana Tesoro


    La tarde del 15 de septiembre, en el Jardín Madre Teresa de Calcuta de la Basílica Menor y Convento de San Francisco de Asís, en la Habana Vieja, hubo comunión de afectos. Añoranzas, tristezas, alegrías, reencuentros, todo eso para -en el decir del Doctor Eusebio Leal- dejar allí sembradas las cenizas de Julio García Espinosa, un hombre de la cultura cubana, un forjador de nuestro cine.

    “Me alegró en el día de hoy de que en este pequeño espacio, donde están tantos amigos reunidos, esté Julio. Pero él no está ahí. Hemos asistido solamente a cumplir con esa categoría que de vez en cuando se repite en la prensa, los restos mortales. ¿Qué quiere decir? Ahí solamente está lo que Lola, su viuda, depositó: las cenizas. Pero el inmenso amor que le prodigó en la vida, el acompañamiento a su obra intelectual, la convirtió en su primer admirador, y junto a su familia arroparon a Julio hasta el último día de su vida”. Afirmó el Doctor Eusebio Leal Spengler, Historiador de La Habana y amigo de García Espinosa.

    “Más allá de lo que engendró de su carne y de su sangre, Julio ha engendrado también una obra y compartió ese tiempo maravilloso del cual no nos podemos desprender, (…) Julio no admitiría flaquezas, ni desconsuelo, ni tristezas. Él fue de la fe inconmovible en que la única forma de perpetuarse era a través de una obra. La obra está; él la hizo; ustedes la hicieron y por eso hoy, encanecida y difícil de reconocer a veces en el uno y en el otro, aparece la gran generación que ha sido protagonista”, dijo Leal.

    Julio García Espinosa fue fundador del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) en 1959, su primer largometraje fue Cuba baila (1960), le siguió El joven rebelde (1961), sobre un argumento del célebre guionista Cesare Zavattini, uno de sus profesores en el Centro Sperimentale di Cinematografía de Roma (1951-1954), donde cursó estudios y se graduó como director entusiasmado por las ideas del neorrealismo italiano. Al retornar a Cuba ingresó en la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, que reunía a los artistas e intelectuales más progresistas, y preside su Sección de Cine, etapa en que filma El Mégano.

    Su extensa obra suma: El Mégano (Doc. 1955), Sexto Aniversario (Doc.1959), La Vivienda (Doc.1959), Cuba baila (LM. 1959), Patria o Muerte (Doc. 1959), Un año de libertad (Doc. 1959), El joven rebelde (LM. 1961), Aventuras de Juan Quinquín (LM. 1961), Tercer mundo, tercera guerra mundial (Doc. 1970), La sexta parte del mundo (Doc. 1977), Son… o no son ( Doc. 1980), La inútil muerte de mi socio Manolo (LM.1989), El plano (LM. 1993), Reina y Rey (LM. 1994).

    Entre 1983-1990 Julio García Espinosa presidió el ICAIC y como miembro fundador del Comité de Cineastas de América Latina desplegó una intensa labor en aras de fortalecer la unidad y proyección internacional de los realizadores del área. Asumió en 1985 la responsabilidad de instituir la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, presidida por Gabriel García Márquez, y un año después promovió la puesta en marcha de la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños, que dirigió en la etapa 2002-2007.

    García Espinosa falleció en abril de este año, y ahora sus familiares y amigos se reúnen para recordarlo, dejar allí sus cenizas y llevarse consigo tantos buenos momentos compartidos.

    El auditorio era selecto, y no me refiero solo a figuras históricas y políticas como Armando Hart, Abel Prieto, Ministro de Cultura, Roberto Smith, Presidente del ICAIC y otros. Compartimos ese momento con quienes dedicaron una vida entera al cine cubano, quienes asistieron a la fragua de una obra, una escuela, una cultura del cine.

    En la sala de conciertos estaban ya encanecidos, quienes nos ilustraron acerca de lo que es buen cine. El filme mediocre de cualquier lugar del mundo rara vez entró a las salas de cine en Cuba, ni en los 60, ni en los 70, ni en los 80, fue una época de oro.

    Allí estaban Daysi Granados, Eslinda Nuñez, Mirta Ibarra, aquellas actrices a las que nos enseñaron a ver -por primera vez- los conflictos y la legitimidad de mujer cubana en una pantalla grande. Estaban esos directores a quienes debemos agradecer que nuestra isla, nuestra vida, nuestra cotidianidad, nuestra cultura y nuestras tradiciones hayan recorrido el mundo.

    El Doctor Eusebio Leal Spengler, definió a García Espinosa como hombre de principios, de carácter fuerte, quien “se encaró a problemas y dificultades que supo vencer, y formó junto a Alfredo Guevara, a Tomás Gutiérrez Alea, a los que ya no están presentes, una obra para el cine cubano y para la cultura cubana que existe más allá de nuestro propios deseos. Está, implantada, como parte de la historia de Cuba”.

    El Historiador evocó los tiempos en que conoció a la familia García Espinosa y su estrecha relación de amistad con ellos. Luego también recordó el nacimiento del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), del cual García Espinosa fue fundador, y después “vendrían los grandes sucesos de los cuales todos hemos sido partícipes, y esos nombres han estado ligado por siempre a mi propia vida”, apuntó Leal.

    La compañera de Julio de muchísimos años, Lola Calviño, mujer que también apostó su vida al cine, agradeció a los presentes quienes no eran otros que sus habituales compañeros de largo bregar. Un hermoso Concierto de Ernán López Nussa, cerró con broche de oro la ceremonia.

    Pero lo dicho por Leal quedó grabado en quienes le escuchamos, como una de sus tantas erudiciones. Expresó que no puede traducirse en tristeza porque se cumplió lo que el gran poeta de la lengua española, Jorge Manrique, señaló como un privilegio de los artistas.

    “El poeta consideraba que había tres vidas. La vida humana, que es ésta; la vida infinita y la de la fama. La primera es una realidad, la segunda, una certeza; y la tercera solo le pertenece a los creadores. Dondequiera que esté su obra será inmortal. Gracias, Julio, por haber contribuido a una obra grande y extraordinaria. ¿Cuál es esa obra? Cuba, nuestra madre amantísima; la mayor, la que va delante, la que envuelve con sus alas y los aprieta a todos los que sienten la cubanía que es nacer, crecer y amar a Cuba, estando aquí o estando lejos”, concluyó Leal.

    Armando Hart, Director de la Oficina del Programa Martiano, Abel Prieto ministro de Cultura, Roberto Smith, Presidente del ICAIC, Lola Calviño, viuda de Julio, Manuel Calviño, su cuñado, y muchos amigos asistieron a la ceremonia.

    Foto: Alexis Rodríguez.

    (Fuente: www.cubadebate.cu)


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