CRÍTICA



  • Hermia & Helena, centrarse en la mecánica de las relaciones

    A Matías Piñeiro hay que acercársele con cuidado, no porque sea peligroso, sino todo lo contrario, porque a veces tanta docilidad, tanta buena fe, puede desconcertar a más de uno.

    Al igual que sus anteriores trabajos, Hermia & Helena se caracteriza principalmente por la falta de conflicto. No esperéis en Hermia & Helena enredos ni confusiones ni mentiras ni peleas ni tragedias inevitables porque nada de esto entra en los intereses de Piñeiro. Al director le gusta más centrarse en la mecánica de las relaciones, ya sean entre amigos, familiares y amantes, y lo hace con momentos de carácter cotidiano, simples, positivos y humanos, donde los giros argumentales no tienen cabida.

    Hermia & Helena se centra en Camila, una joven que se muda a Estados Unidos gracias a una pasantía, en la que se encuentra y desencuentra con diversos personajes. Camila se acuesta/relaciona con tres hombres al mismo tiempo: un viejo amante en Nueva York, un nuevo amante en Nueva York y un novio que se ha quedado atrás en Buenos Aires. A la protagonista no le importan las consecuencias porque al mismo Matías Piñeiro le importan muy poco dar lecciones de moral.

    Y hace bien, qué carajo.

    Para entender mejor las intenciones del director, tomemos, por ejemplo, el primer encuentro entre Camila y su padre biológico, tal vez, el mejor momento de la película. En este episodio, Piñeiro prescinde de llantos y gritos y diálogos llenos de resentimiento. No los necesita para enseñar una relación que ya es de por sí extraña y forzada entre dos personas que no se conocen, pero que las une algo tan importante como la sangre. La falta de conflicto o revelaciones podrá parecerle insustancial a un espectador distraído, pero esta misma ausencia hace que el encuentro se sienta más real y cercano. Podrá parecerle insustancial a un espectador distraído, pero eso no le quita importancia a la vida Camila.

    Cuidado con Piñeiro, porque el carácter improvisado de sus narraciones pueda molestar a más de uno. Aunque aquí hay más cohesión que en La princesa de Francia, a veces da la sensación de que Piñeiro escribiera sobre la marcha e insertara todas las ideas que se le ocurren en el medio por más que estas ideas no tengan mucha relación con la historia o el estilo de la película. La relación entre las obras de Shakespeare —en este caso, Sueño de una noche de verano— cada vez es más vaga.

    Y cuidado, amigo Piñeiro, porque tanta amabilidad irritará a más de uno.


    (Fuente: Pobrediletante.wordpress.com)


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