La necesidad que existe de contar historias sobre realidades que han afectado a nuestra sociedad durante años es determinante para darle al dispositivo cinematográfico su importancia y relevancia histórica y social. A través de él se pueden materializar los pensamientos, puntos de vista, vivencias y opiniones no sólo de todos los que intervienen en la realización de la película sino también de quienes le dan vida a los personajes e historias que se hacen visibles en las salas de cine.
Pariente, la ópera prima de Iván Gaona, sobresalió en su presentación en la última versión del Biff, pues se había rumorado que esta sería una de esas buenas películas colombianas que además de haber obtenido reconocimientos importantes en los festivales de los que ha hecho parte, se destacaría por el excelente trabajo del director y el interesante abordaje del tema de los paramilitares en una zona bastante influyente del país.
Para mi satisfacción y porque podría decir que hay muchas películas colombianas que me encantan, definitivamente Pariente entró a ocupar un lugar importante en mi ranking, pues me absorbió completamente todo el tratamiento tanto de la imagen y el sonido, como del eje temático de la historia. Es notable que se preparó cada detalle y cada elemento en pro de que nada, absolutamente nada hiciera desencajar y desperdiciar la mirada crítica de la audiencia. Un guion bien estructurado, de esos en los que los subtextos, las historias más intrínsecas y las más sorpresivas yacen inmersas y aparentemente ocultas en toda la trama, pero que sorprenden y hacen satisfactorios los finales y las resoluciones de todos los personajes.
Es una película con una poética especial, en la que una historia de amor que puede parecer cotidiana y muy sencilla conduce a una serie de acontecimientos interesantísimos que conjugan todo el universo de las familias campesinas, la violencia, el temor y la guerra de una sociedad que se acostumbró a vivir con ella y que antes que nada tiene que luchar a como dé lugar por sobrevivir. Actores naturales, que a pesar de su posible inexperiencia en el oficio se mostraron transparentes y sinceros, haciendo posible de esa manera una total conexión con el espectador y con el contexto más real en el cual se desarrolló la trama.
Además, creo que arriesgarse a hacer una propuesta llena de elementos del cine western, pero con un toque “criollo” y bastante nacional fue una acertadísima decisión, pues no se siente que el director esté haciendo una copia mal lograda de un género, sino que por el contrario es evidente que se apropió de los elementos necesarios para adaptarlos a su propio estilo, a sus peculiares personajes y a una idiosincrasia que exige diferentes dinámicas y espacios.
Un elemento encantador, que termina de completar este producto tan nuestro, tan sincero y profesional es la música. La excelente elección de tener como telón de fondo las composiciones de Edson Valencia Corredor le añade a la historia una sutileza conceptual muy atractiva, porque en la letra se siente esa mezcla del fracaso del amor y la brutal realidad de la guerra, sin hacerla necesariamente evidente.
Pariente se alejó de las obviedades, le dio a sus personajes su verdadero mundo y los dejó respirar sin afán, con sinceridad y respeto dentro su verdadera realidad. Permitió que tanto los que hablaban a través de la ficción como los que absorbíamos las imágenes nos enfrentáramos a un conflicto no desde el cliché, sino justamente desde lo más íntimo de quienes han tenido que sufrir una guerra casi eterna.