CRÍTICA



  • Era o Hotel Cambridge, filme híbrido y profundamente humano
    Por Neusa Barbosa


    Es difícil saber donde acaba el documental y donde comienza la ficción en Era o Hotel Cambridge, de Eliane Caffé; y justamente en ello reside el mayor atractivo de este filme híbrido y profundamente humano, premiado en festivales internacionales, como San Sebastián y Rotterdam, y en eventos nacionales, como el Festival de Rio y la Muestra nacional de São Paulo.

    La directora pasó cerca de dos años en el antiguo hotel Cambridge, un edificio abandonado en la parte antigua de la ciudad de São Paulo, para crear esta historia, que mezcla las vidas reales de un grupo de personas sin techo -varios de ellos refugiados extranjeros– escenificadas por ellos mismos y un reducido grupo de actores, como José Dumont y Suely Franco.

    Se entremezclan en este retrato de la vida cotidiana de un edificio ocupado, escenas como las del cuidado de los niños, el tráfico de alimentos, las reuniones en las que se deciden las normas de convivencia -en un local donde viven un centenar de personas-, la reparación de una precaria instalación eléctrica, junto a actividades artísticas, que incluyen el baile y el teatro, dirigidas por Apolo (José Dumont).
     
    El clima el filme es espontáneo, lo que revela la estrecha convivencia que existió entre los actores, moradores, y el equipo técnico, integrados todos en un gran colectivo, dedicado a mostrar pasajes de su vida en el filme.

    El largo pone especial énfasis en el problema de los refugiados, como los congoleses y palestinos -cuya presencia no siempre se percibe cuando se piensa en el problema de los sin techo- una población que incluye a emigrantes de otras regiones de Brasil, como los nordestinos. Al problematizar la aparición de prejuicios de los sin-techo brasileños hacia los extranjeros, durante una reunión, el filme presta su servicio a una reflexión sobre la tolerancia.

    Las historias de estos extranjeros son, con certeza, las más dramáticas de la narrativa, al colocar en primer plano la sobrevivencia casi milagrosa de varios de ellos, que escaparon de guerras y condiciones de viaje clandestinas y altamente peligrosas.

    Al ser una reconstrucción ficcionada de historias reales, el filme no tiene un único protagonista, lo cual resulta muy enriquecedor. Su intención, desde el comienzo de constituirse en una polifonía de voces diversas, sin perder de vista que todos, absolutamente todos, están en el mismo barco: la lucha por la vivienda, la dignidad y  el trabajo.

    La presencia en el filme de la líder del movimiento por la vivienda, Carmem Silva, figura altamente carismática que organiza la ocupación de un edificio vecino, retrata las situaciones experimentadas frecuentemente por los personajes del filme. La reacción violenta de la policía ofrece un pasaje completamente documental y aterrador, que da la medida de los riesgos de estas ocupaciones, en las cuales participan muchas mujeres y niños.

    Si bien los documentales sobre ocupaciones urbanas de este tipo no son una novedad, son bien poco comunes los filmes que consiguen retratar por dentro la génesis de estos movimientos sociales, con todas sus dificultades y contradicciones. El despliegue ficcional del filme humaniza a los personajes de manera excepcional y crea momentos de verdadera poesía.

    Era o Hotel Cambridge, híbrido e profundamente humano
    By Neusa Barbosa

    É difícil saber onde acaba o documentário e começa a ficção em Era o Hotel Cambridge, de Eliane Caffé – e justamente aí está o maior atrativo deste filme híbrido e profundamente humano, premiado em festivais internacionais, como San Sebastián e Roterdã, e nacionais, como o Festival do Rio e a Mostra Internacional de São Paulo.
     
    A diretora passou cerca de dois anos no antigo hotel Cambridge, um edifício abandonado no centro velho de São Paulo, para produzir a história, que mescla as vidas reais de um grupo de sem-teto – vários deles, refugiados estrangeiros – reencenadas por eles mesmos e um reduzido grupo de atores, como José Dumont e Suely Franco.

    Mesclam-se nesse retrato do cotidiano de um edifício ocupado cenas como o cuidado das crianças, o comércio de alimentos, reuniões que decidem as normas de convivência num local onde vivem centenas de pessoas, o conserto de uma precária ligação elétrica e atividades artísticas, envolvendo dança e teatro, sob o comando de Apolo (José Dumont).
     
    O clima é espontâneo, traduzindo o que foi uma convivência estreita entre estes atores e os moradores, além da equipe técnica, integrando todo mundo num grande coletivo dedicado a mostrar fragmentos de sua vida no filme.

    Uma ênfase especial é colocada na questão dos refugiados, como os congoleses e palestinos, cuja presença nem sempre é percebida quando se pensa no problema dos sem-teto, uma população que inclui vários migrantes de outras regiões do Brasil, como os nordestinos. Ao problematizar um princípio de preconceito dos sem-teto brasileiros contra os estrangeiros, numa reunião, o filme presta um serviço a uma reflexão sobre a tolerância.
     
    As histórias destes estrangeiros são, certamente, as mais dramáticas dentro da narrativa, colocando em primeiro plano uma sobrevivência quase milagrosa de vários deles ao escaparem de guerras e condições de viagem clandestinas e altamente perigosas.
     
    Sendo uma reconstrução ficcional de histórias reais, o filme não tem um único protagonista e isso é muito rico. Seu intuito, desde o começo, é ser uma polifonia de vozes distintas, sem perder o foco de que todos, absolutamente todos, estão no mesmo barco – a luta por moradia, dignidade e trabalho.
     
    A presença da líder do movimento por moradia, Carmem Silva, figura altamente carismática, organizando a ocupação de um edifício vizinho, retrata situações vividas com frequência pelos personagens do filme. Na reação violenta da polícia vê-se um trecho completamente documental e assustador, que dá a medida dos riscos destas ocupações, das quais participam muitas mulheres e crianças.
     
    Se não são novidade os documentários sobre ocupações urbanas deste tipo, são bem menos comuns filmes que consigam retratar por dentro a gênese destes movimentos sociais, com todas as suas dificuldades e contradições. A camada ficcional do filme humaniza os personagens num grau excepcional e cria momentos de verdadeira poesia.


    (Fuente: Cineweb.com.br)


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