CRÍTICA

  • El auge del humano, hecha de retazos, de derivaciones, de desvíos y saltos geográficos
    Por Diego Batlle


    Multipremiada en Locarno 2016 y una de las favoritas del circuito festivalero del último año, la ópera prima de Teddy Williams se estrena en el Museo de Bellas Artes en el marco de un ciclo de producciones de Ruda Cine. Con Pude ver un puma, El ruido de las estrellas me aturde y Que je tombe tout le temps?, el joven director argentino se ganó un lugar no menor dentro del mundo del cortometraje. En su debut en el largometraje transita caminos similares de riesgo, audacia, provación y experimentación.

    Cruda, visceral, vertiginosa, urgente, climática, desconcertante, existencialista misteriosa... Esos adjetivos calificativos se acercan en algo, pero no alcanzan a describir en absoluto El auge del humano, una película que es imposible explicar con coherencia porque precisamente escapa de todo encansillamiento, definición, convencionalismo. Puede generar múltiples sensaciones (desde la fascinación al rechazo, pasando por la irritación o la incomodidad), pero difícilmente deje indiferente al espectador.

    Hecha de retazos, de derivaciones, de desvíos y saltos geográfico, la ópera prima de Teddy Williams sintoniza como pocas con un mundo (porque su universo no es sólo la Argentina) donde los jóvenes no están dispuestos a aceptar dócilmente el presente / futuro que se les ofrece, dominado por obligaciones y trabajos tan ingratos como precarios (el ejemplo aquí son los supermercados). Pero, más allá de las dinámicas grupales que se describe en torno de la media docena de personajes más o menos reconocibles, la rebeldía aquí no está puesta en movimientos colectivos, sino en pequeñas búsquedas muchas veces personales.

    La sinopsis en este caso no dirá demasiado: Exe, un pibe argentino de 25 años, pierde su empleo y no parece importarle demasiado. Se conecta vía videochat con Alf, un muchacho de Mozambique, a quien seguiremos por un tiempo. Hasta que, a través de unas ¡hormigas!, llegaremos a la tercera parte de la película, donde veremos a Cahn, una chica de Filipinas, yendo por la selva y bañándose con otros jóvenes en un arroyo.

    El primer episodio (rodado en 16mm) es el más provocador: arranca con imágenes de una inundación urbana y tiene una escena de sexo explícito (los muchachos conseguir así ingresos por Internet). La cotidianeidad en los suburbios de clase media-baja y la hiperconectividad de los personajes (incluso cuando el wi-fi sea paupérrimo) son otras constantes de una película que sintoniza como pocas con estos tiempos.

    Película que se plantea desde el vamos “sucia y desprolija”, con mucho plano-secuencia construido con cámara en mano que sigue de cerca las largas caminatas de sus personajes, El auge del humano es, precisamente, una historia de viajes sin rumbo fijo, de cuerpos expuestos, de junglas de cemento y naturales, de códigos masculinos y tribus urbanas. Sin exotismo ni pintoresquismo, apostando a describir climas y sensaciones, con una narración híbrida, Williams busca retratar lo más genuino, íntimo, directo y puro del cine. En varios momentos lo consigue.


    (Fuente: Otroscines.com)


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