CRÍTICA



  • Alanis, agita mentes, despierta conciencias y plantea interrogantes
    Por Carlos Loureda


    Una verdadera voz en el cine de autora actual, Anahí Berneri, que desde 2005, Un año sin amor, y su premio Teddy de la Berlinale, va completando una consecuente filmografía lanzándose en temas delicados, con tratamientos estéticos arriesgados. Alanis es su quinto largometraje.

    Qué. Una prostituta que ejerce su profesión en un piso, compartido con una de sus compañeras. Las quejas de los vecinos hacen que se encuentre, de la noche a la mañana, de patitas en el calle, con su hijo de año y medio en los brazos. Momentáneamente viviendo con su tía, la protagonista tiene ante sí que tomar una decisión: intentar conseguir otro trabajo o continuar con su profesión.

    Cómo. Anahí Berneri nos regala su puesta en escena más lúcida y radical, hasta el momento. Desde la primera escena, la cineasta presenta a su heroína fragmentada. En prácticamente todos los planos de la película, la idea de división, ya sea del apartamento o del cuerpo de la actriz principal, se repite de manera omnipresente, reflejo de la situación profesional ante la que se enfrenta o las diferentes facetas de esta valiente mujer.

    En cuanto a su profesión la división es lógica en una sociedad que sigue catalogando ciertas profesiones como admisibles y otras no; y en cuanto a su cuerpo, de ahí la lucidez de la cineasta, la fragmentación también es notoria puesto que la protagonista es una mujer, que presta servicios sexuales, pero también una madre que se ocupa de su hijo con todo su amor. Dos roles, dos profesiones, dos espacios.

    De hecho, el único plano que, en apariencia, aparece no dividido, es el de la protagonista en un confortable sofá de un lujoso interior. Cuando la cámara retrocede percibimos que, en realidad, se trata de un escaparate y, aunque no se note, la idea de división también existe por el espejo que la separa de la calle, por muy transparente que sea. Una sutil y congruente puesta en escena.

    Tan importante como la composición de los planos es la altura a la que la cineasta sitúa la cámara. Frente a la hegemómica posición habitual de rostro, o al menos, plano americano, Anahí Berneri opta por localizarla en el plexo solar, y en muchas ocasiones, a la altura de los pechos de protagonista. Una visión más completa, compleja y enriquecedora, de la feminidad y maternidad de esta mujer. Otro hallazgo más de una directora, en la que nada es gratuito, que utiliza los recursos estilísticos como complemento indispensable de la personalidad de sus protagonistas.  

    Sofía Gala Castiglione. Una actriz que merece mención especial. Presente en cada escena, despliega todas sus dotes interpretativas. Una protagonista sin miedo, maternal, fría, provocadora, irónica con la policía o violenta con sus ciertos de sus clientes (en una de las escenas más brillantes del film, en que la que los insultos a su cliente adquieren múltiples significados, pese a repetir sólo dos o tres palabras todo el tiempo). Una interpretación que no se olvida, de una actriz de un inmenso talento.


    (Fuente: Fotogramas.es)


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