Ganadora del premio principal de la sección Bright Future del reciente Festival de Rotterdam, Azougue Nazaré, la ópera prima de Tiago Melo, podría sonar a una acumulación de pintoresquismo for export si se leyeran los principales temas que aborda (carnaval, maracatú, religión, sexo), pero en verdad es un film intenso, fascinante y con un fuerte sesgo sociológico y etnográfico (más allá de ser una apuesta de ficción).
En Nazaré da Mata, un pequeño pueblo del estado de Recife, se acerca el Carnaval y buena parte de la comunidad abraza la milenaria tradición del maracatú (una poderosa combinación entre danza, canto, música, disfraces y rituales) que viene de la época de la esclavitud y los campos de algodón. Sin embargo, hay un influyente pastor evangélico que se opone a esa práctica, a la que considera vinculada a lo diabólico.
Las contradicciones religiosas se extienden también a otros ámbitos (las fuertes diferencias de clase y los choques que se generan entre esposos o integrantes de una misma familia) y esas tensiones iniciales van creciendo para dar lugar directamente a enfrentamientos cada vez más violentos.
Azougue Nazaré arranca como una mirada coral a la dinámica pueblerina con algunos elementos casi documentales que remiten, por ejemplo, a Aquel querido mes de agosto, del portugués Miguel Gomes, pero luego este proyecto que tiene entre sus productores asociados a Kleber Mendonça Filho (Aquarius) deriva hacia alga bastante más sórdido, inquietante y perturbador, mientras elige como querible y algo patético personaje central al corpulento Vladimir do Côco (y su alter ego travestido Catita). Un debut en el largometraje que construye un mundo propio y transmite una energía desbordante con inteligencia y convicción.