CRÍTICA



  • Sergio y Serguéi, voces con retorno: de Centro Habana al cosmos
    Por Joel del Río


    En la conferencia de prensa de Sergio y Serguéi, cuando se estrenó en el pasado Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, su director y guionista, Ernesto Daranas, insistió en que se trataba de un filme destinado a restaurar la autoestima nacional. Y tal aseveración se comprende mejor cuando el espectador se adentra en los años más cruentos del periodo especial, en el momento en que la disolución de la Unión Soviética ocasionó terribles repercusiones tanto para el cubano Sergio, radioaficionado y profesor de Marxismo, como para el soviético Serguéi, cosmonauta forzado a permanecer en órbita de su estación espacial durante cuatro meses mientras su país cada vez se diferenciaba más de aquel del que había despegado.

    Más amable, sensitiva y cálida de lo que nos hemos atrevido a reconocer algunos de los críticos cubanos, obsesionados como estamos con cierto perenne afán de trascendencia, el tercer largometraje de ficción dirigido por Daranas (Los dioses rotos, Conducta) ha paseado por el mundo sus aires de superproducción, con efectos especiales y todo, y ahora está de estreno en las principales salas cubanas, con su empeño en reflexionar sobre los efectos que causan los grandes acontecimientos sobre la gente común en Centro Habana, Nueva York o el ingrávido espacio interestelar.

    Porque aquí, allá y en todas partes, debiéramos celebrar, como lo hacen Daranas y su amplio equipo de colaboradores, la supervivencia de la amistad y la honestidad en tanto valores aptos para sobreponerse a la vigilancia del extremismo oportunista, a la coyuntura y las paranoias. Es cierto, porque tampoco puede negarse (solo porque ahora intentemos promocionar el filme desde sus principales valores), que se reiteran ciertas obviedades y excesos caricaturescos, típicos de las humoradas cinematográficas y teatrales sobre el periodo especial.

    Pero igual estamos en presencia de una obra estimable, que seguramente conseguirá entusiasmar a muchos, muchísimos cubanos, por sus disímiles virtudes, entre las cuales se cuenta indudablemente la capacidad de esta coproducción entre Cuba y los Estados Unidos para apuntar y vitorear el reciente acercamiento (por desgracia interrumpido) entre las dos orillas, además de conseguir una visualidad “futurista” nada común en el cine cubano habitual.

    A todo ello se añade, positivamente, el notable desempeño de los actores cubanos Tomás Cao y Héctor Noas, y la participación especial del norteamericano Ron Perlman, además de la relectura en clave de farsa de los tiempos del periodo especial, con sus apagones de 12 horas y sus obligatorias bicicletas. Porque el cine cubano suele recurrir a la tragedia para revisar el pasado reciente (El acompañante, La obra del siglo, Melaza, Ya no es antes) y además ya existe una generación para la cual aquellas rudezas vienen a ser una suerte de leyenda urbana, y el cine existe para recordar, para recordarnos, cómo éramos, fuimos y quisimos ser.

    Ignoro si al realizador le gustan las canciones de Serrat, pero su filme muestra evidentes concomitancias con una, muy hermosa, donde el cantautor catalán dice algo así: Detrás de los héroes y de los titanes/ Detrás de las gestas de la humanidad/ Y de las medallas de los generales/ Detrás de los himnos y de las banderas (…). Detrás, está la gente/ Con sus pequeños temas/ Sus pequeños problemas/ Y sus pequeños amores/ Con sus pequeños sueldos/ Sus pequeñas campañas/ Sus pequeñas hazañas/ Y sus pequeños errores.

    Por detrás y por debajo, tan cerca y tan lejos, seguimos de pie aquellos cubanos del apagón y la bicicleta. Daranas lo sabe y quiso enviarnos esta tarjeta postal rebosante de cordialidad y simpatía.


    (Fuente: Cartelera Cine y Video ICAIC)


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