ENTREVISTA



  • Cecilia Miljiker: "Preferí mostrar todo y que cada uno sacara sus propias conclusiones"
    Por Juan Pablo Russo


    Todos los jueves de septiembre a las 21 hs se puede ver en el Centro Cultural de la Cooperación el documental Un año de danza (2018), donde Cecilia Miljiker retrata la diaria en la Escuela de Danza del Teatro Colón siguiendo un grupo de chicos de primer grado, desde que rinden el examen hasta que terminan su primer año. "Traté de mantener la mayor distancia posible, pero sé que es imposible lograr eso; sobre todo cuando pasás tanto tiempo con un grupo de gente que te reciben tan bien como me recibieron a mí, te terminás encariñando", sostiene en una charla con EscribiendoCine.

    ¿Qué es lo que más te interesó retratar como documentalista en este proyecto?

    Lo que más me interesó, desde el comienzo, fue mostrar (y conocer yo misma) cómo es el día a día en la Escuela de Danza del Colón, incluyendo el proceso de selección de los alumnos. Sabía que tenían un estilo de educación rusa, que el examen era sumamente competitivo y que la exigencia era alta. Pero no sabía más que eso. Me pareció interesante que, siendo una escuela pública, gratuita y de excelencia, se pudiera conocer todo.

    ¿Cómo lograste a ingresar con tu cámara a una institución cerrada como la Escuela de danza del Teatro Colón y filmar la intimidad de su día a día?

    En ese momento el director de la Escuela era Scarabino. Me acerqué a hablarle, tuvimos una reunión, me pidió que le elevara un proyecto por escrito. Él tenía que aprobarlo y después sacar los permisos por medio de una resolución interna. Por suerte todo salió a tiempo para que empezara a filmar los exámenes de ingreso y así no tuve que esperar hasta el año siguiente. Una vez con ese permiso, tuve acceso a filmar todo, con la colaboración de la regente de la escuela. Nunca nadie me dijo que no filme en algún lugar, ni que no registrara ciertas cosas, me dieron siempre mucha libertad y colaboración. Las profesoras siempre fueron muy colaboradoras, se ponían los micrófonos inalámbricos sin problema, no les molestaba la cámara. Creo que haberme dejado filmar el examen de ingreso, las clases, los ensayos y la obra final; muestra que no tienen nada que esconder y que están orgullosos de su escuela. Me parece muy bueno que me permitieran mostrar todo eso, sobre todo porque, como mencioné anteriormente, la escuela es pública y gratuita.

    ¿Cómo elegiste a los chicos que contarían la historia? ¿Cómo llegaste a conseguir que se sintieran cómodos con la cámara?

    Los chicos son de una generación que se filma y sacan fotos todo el tiempo. Nunca se sintieron intimidados por la cámara. Las maestras tampoco, yo pensé que las maestras se iban a incomodar, pero no.

    Más que elegir yo a los chicos, se fue dando naturalmente esa selección. Muchos chicos vivían lejos de la escuela, o no tenían tanto tiempo para realizar la entrevista, otros al principio no se atrevieron (y después se arrepintieron). Pero igual creo que el documental retrata a todos por igual, nadie se sintió “celoso” o excluido por no haber sido entrevistado de manera individual.

    ¿Qué te sorprendió de la filmación, y qué cosas fueron difíciles de plasmar en imágenes?

    Me sorprendía todo. Era un mundo que yo no conocía. Nunca hice danza, no sabía ni lo que era la primera posición. Había ido al Colón como espectadora, pero nunca había ido a las salas de ensayo y mucho menos subido al escenario.

    Lo más difícil de plasmar en imágenes creo que fue la emoción y el nerviosismo de los chicos cuando estaban rindiendo el examen. Era duro estar con la cámara filmándolos, en el momento que se enteraban si entraban o no a la Escuela. Además, nosotros tampoco sabíamos quiénes habían ingresado. Nos pasaba que, si seguíamos mucho a un chico con la cámara, la familia se confundía y pensaba que era porque había sido seleccionado. Nosotros no teníamos ni idea, como mencioné antes yo ni sabía lo que era “primera posición”, difícilmente me podía dar cuenta quien estaba rindiendo bien o mal el examen.

    Como documentalista, ¿qué punto de vista adoptaste, qué distancia elegiste para contar la historia?

    Intenté ser lo más distante posible, pero es complicado, sobre todo porque pasé un año y medio con los maestros, preceptores, con los chicos y con sus padres. Porque a los padres también los veía siempre, porque llevaban y buscaban a los chicos. Traté de mantener la mayor distancia posible, pero sé que es imposible lograr eso; sobre todo cuando pasás tanto tiempo con un grupo de gente que te reciben tan bien como me recibieron a mí, te terminás encariñando.

    ¿Hubo alguna situación en el rodaje que te tomó por sorpresa, que te cambió el rumbo?

    Hubo un chico que dejó primer año en los primeros meses. Decidí no incluirlo en el documental. Tuve que ampliar varios planos para que ese nene no se viera y eso fue un tema que al grupo entero lo conmovió un poco. Creo que dejó porque el papá no quería que su hijo varón estudiara danza. Una pena porque parece que el nene quería seguir. Ahí pensé en si convenía poner ese tema en escena, preguntar a los maestros, a los compañeros, pero me pareció que iba a ser exponer mucho a un nene. Hubiera sido un tema lindo de retratar, pero preferí preservar a ese chico, que ya estaría sufriendo bastante toda la situación.

    Otra cuestión que cambió ese año en la escuela, que me vino como anillo al dedo, fue que era la primera vez que los alumnos de primer año actuaban en la obra final. La muestra final me sirvió mucho para estructurar el guión, además de permitirme filmar y mostrar una obra completa en el Teatro Colón. Y mostrar a los nenes bailando a nivel profesional.

    ¿Sentís que hay implícita una mirada crítica a la Escuela de danza en tu película?

    Si la hay, no fue algo que busqué conscientemente. Pero bueno, al mostrar los entretelones de la escuela, sin filtros, hay gente que le parece demasiado exigente para nenes tan chicos, otros critican mucho cómo es el examen de ingreso. Yo preferí mostrar todo y que cada uno sacara sus propias conclusiones.

    A la distancia, mi única crítica es que no tienen coordinada la educación que les dan ellos, con la escuela tradicional. En otras escuelas de ballet del mundo tienen una coordinación mejor, o incluso tienen su propia escuela. Es muy duro que un chico dejé de cursar la escuela de forma regular y que, tal vez en 5to año del Colón se tenga que ir (en el Colón no podés repetir más de una vez el año) Porque al final los chicos dejan todo, hasta de cursar el colegio, y hay algunos que no llegan a recibirse de la Escuela del Colón. Creo que tendrían que cuidar más ese aspecto. El resto: si es muy exigente, si el estilo ruso es el adecuado para los chicos…. no sé de pedagogía y tampoco sé de danza como para juzgar. Pero creo que algo deben hacer bien, porque los bailarines argentinos que más éxito tuvieron acá y en el exterior, pasaron por esa Escuela. Otra cosa que podría hacer la Escuela, que ya empezó a hacer de hecho, es llevar sedes a otras partes del país (este año inauguró una en Mar del Plata) para que los chicos no tengan que venir a Buenos Aires para poder estudiar en esta Escuela.


    (Fuente: Escribiendocine.com )


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