CRÍTICA



  • Belmonte, contemplativa narración
    Por Santiago Balestra


    Hay películas que por lo que proponen y cómo eligen desarrollarlo se pueden beneficiar de una duración más escueta. En particular si lo que se elige mostrar es sencillamente la vida de un personaje, donde el conflicto puede tener un rol no tan predominante como el que se acostumbra.

    Javier Belmonte es un pintor que goza de cierta popularidad y debe balancear su caótica vida con la crianza de su hija, a la que cree perderá cuando nazca su medio hermano.

    Así de sencilla es la premisa de Belmonte, sin embargo esa austeridad tanto en la propuesta en sí y cómo elige abarcarla es lo que hace fluida a su contemplativa narración. Una tarea, cabe decirlo, nada fácil, porque es una metodología muy propensa a caer en la nada.

    Afortunadamente eso no ocurre con Belmonte. Podrá no haber histrionismo o confrontaciones físicas, pero no se la puede acusar de mostrar la nada. Es una película que sabe contar lo suyo con la expresión y las palabras justas.

    A nivel técnico es bastante sencilla y no está para otra cosa que no sea el lucimiento actoral. Un rigor que casi podría decirse es de documental, aunque hay algunas pinceladas de una estética visual distinta cuando trata de mimetizar el color de la iluminación de ciertas escenas con el esquema de colores que usa el personaje para sus pinturas.

    En materia actoral, Gonzalo Delgado entrega una muy prolija interpretación, tan austera como la historia que se está contando. Una vida interior muy rica y trabajada que contribuye no pocas veces a comunicar lo que la película quiere decir con tan solo un gesto. Una labor fundamental para que se llegue a buen puerto y que el espectador perciba que debajo de esa quietud hay muchas inquietudes que deben ser resueltas.


    (Fuente: altapeli.com)


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