CRÍTICA



  • Inocencia, hermosamente defendida
    Por Joel del Río


    Si en Cuba contáramos con un émulo de David Wark Griffi th, y este imaginario fundador hubiera intentado filmar equivalentes nacionales a obras maestras del cine silente norteamericano como El nacimiento de una nación e Intolerancia, es muy posible que los preámbulos de ambos filmes estuvieran ocupados por el criminal fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina, en 1871, por las autoridades coloniales españolas y el cuerpo de voluntarios cubano. Dirigida por Alejandro Gil, Inocencia se inspira en las circunstancias y personajes reales que rodearon aquel crimen. Para establecer nexos con la juventud contemporánea, el guion de Amílcar Salatti, y la puesta en escena toda, se adentra en la sicología de personajes entre 17 y 21 años de edad, quienes, por tanto, son mostrados a partir de características como la inconformidad, la vehemencia, la rebeldía y la confianza en el futuro. Además, el filme revela las relaciones familiares para mejor retratar los problemas medulares de la sociedad colonial cubana, tales como la intolerancia antes aludida, la desunión, el despotismo y la inmoralidad. La producción de Inocencia fue asumida íntegramente por el ICAIC y es resultado de una laboriosa investigación en textos de la época, aunque el director ha declarado que se trata de una película de ficción que, sin apartarse demasiado de los hechos reales, posee ciertas libertades creativas, y tal vez a esas libertades se asocian algunos de los momentos más emotivos del filme. También, en busca de fomentar el suspenso, cuenta no solo los acontecimientos en torno al fusilamiento, sino que, en paralelo, relata lo que ocurre 16 años después, cuando Fermín Valdés Domínguez lucha por demostrar la inocencia de aquellos jóvenes, intenta encontrar los cuerpos de sus compañeros de universidad y denuncia el crimen como una enorme injusticia. Una de las mayores revelaciones del filme consiste en la profundización, dramática e histórica, en la figura de alguien que la mayoría de los cubanos conocemos, simplemente, como el mejor amigo del joven

    Martí. Inocencia cuenta con fotografía del experimentado Ángel Alderete, y música de Juan Antonio Leyva y Magda Rosa Galbán. Ambos departamentos se mantuvieron, al igual que el guion y la dirección de actores, atentos a subrayar la perspectiva de las revelaciones y la emoción en tanto se intenta conferirles humanísimos rostros a víctimas y victimarios, familias, parejas, conocidos y amigos, todos relacionados con el desolador crimen, una vileza recordada entre las peores del régimen colonialista.

    Y hablando de virtudes en la realización, sobresale el alto nivel histriónico de un elenco encabezado por Yasmani Guerrero y Yaremis Pérez en los papeles de Fermín Valdés Domínguez y su esposa, mientras que destaca la presencia de intérpretes muy conocidos (Héctor Noas, Osvaldo Doimeadiós, Fernando Hechavarría, Omar Alí, Patricio Wood, René de la Cruz, Yailene Sierra y Caleb Casas) en alternancia fluida y natural con un grupo grande de muy jóvenes y destacados actores, cuyos nombres seguramente irán a la cabeza de próximos proyectos audiovisuales. Inocencia llega a nuestras pantallas avalada por el Premio especial del jurado (compartido con Insumisas y Nido de mantis) en el más reciente Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, donde además ganó el Premio de la popularidad y el Premio Signis.


    (Fuente: cubacine.cu)


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