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  • Adiós a Agnès Varda, pionera de la Nueva Ola francesa

    Con una vida asociada de forma indisoluble al cine francés, la directora Agnès Varda, fallecida este viernes a los 90 años a causa de un cáncer, revolucionó la gran pantalla como pionera de la Nouvelle vague (Nueva ola).

    En la reciente Berlinale, que le homenajeó con una de sus Cámaras de Honor, la cineasta ya había avisado de que comenzaba a prepararse para decir adiós: “Se trata de frenar para encontrar la paz necesaria”, dijo.

    Varda, de nacionalidad francesa, nació el 30 de mayo de 1928 en Ixelles (Bruselas). Su familia se instaló en Sète, en la costa mediterránea francesa, en 1940, desde donde saltó a París para estudiar en la Escuela del Louvre y en la Facultad de Letras de la Sorbona.

    Durante diez años fue fotógrafa asociada al Teatro Nacional Popular y cuando decidió estrenarse en el cine lo hizo sin formación específica, pero con un largometraje que la convirtió en precursora de la Nueva ola, La Pointe Courte (1955).

    Ella se adelantó cinco años a esa ruptura, cuando el resto de futuros integrantes del movimiento cinematográfico vanguardista todavía experimentaban con el corto, como Jean-Luc Godard, François Truffaut, Eric Rohmer, Claude Chabrol o Jacques Demy.

    Varda fue pionera por partida doble. Impuso su menuda figura en un mundo masculino y aprovechó su eco mediático en favor de la causa feminista.

    La cineasta saltó de un género a otro, del documental a la fotografía, la ficción o a instalaciones artísticas, guiada por sus ganas en cada momento, y deja una carrera en la que destacan títulos como Cléo de 5 à 7 (1962), Le Bonheur (1965), Sans toit ni loi, que le valió el León de Oro de Venecia en 1985, y Visages, Villages en 2017, año en que le concedieron el Óscar honorífico.

    Ya sea filmando una artista hippie en San Francisco (Tío Yanco, 1967) o a los muralistas de Los Ángeles (Mur Murs, 1981), la cineasta siempre dio muestras de una gran curiosidad por los demás.

    A la vez, construyó una diversa galería de retratos, desde sus amigos artistas hasta las viudas de la isla francesa de Noirmoutier. Su vertiente social se expresó en particular en Sin techo ni ley, León de Oro en Venecia en 1985, un largo "flash back" que recorre los últimos días de una joven marginal hallada muerta de frío.

    Con Los espigadores y la espigadora (2000), Varda ilustró los pobres que recuperan en los campos y los mercados las verduras olvidadas o invendidas. Una ocasión para enfocar con los proyectores la patata, el comestible "más modesto, más pobre, el que no se mira".

    En 2008, rindió homenaje a las playas de su vida y al "más querido de los muertos", Jacques Demy, en la cinta Las playas de Agnès, con este obtuvo un César (los premios de cine francés) al mejor documental.

    Se trata de un autorretrato que muestra las playas de Bélgica de su infancia, pero también las de California y de Noirmoutier, a donde iba de vacaciones. Las últimas imágenes la muestran sola, en una silla, salpicada por las olas.

    A su compañero fallecido en 1990, director de Las señoritas de Rochefort, Varda le consagró una trilogía. Tuvieron un hijo, Mathieu Demy, convertido en actor, y Rosalie Varda que fue adoptada por Demy y quien trabaja actualmente en la empresa que gestiona los filmes de sus padres.

    Varda recibió en 2015 una Palma de honor en el Festival de Cannes por el conjunto de su carrera. En febrero presentó, en la Berlinale, su último documental Varda por Agnès, al que se le considera ahora como su "forma de decir adiós".


    (Fuente: eltiempo.com)


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