ARTÍCULO



  • Conversaciones al lado de Cinecittá: memorias del cine cubano
    Por Octavio Fraga Guerra


    Compilar en un libro de entrevistas los testimonios de creadores del cine, y hacerlo con estatura intelectual, solo es posible desde la constancia, la pasión, el medular sentido de pertenencia y una probada voluntad, que siempre está sometida al escrutinio del tiempo, de los obstáculos que nos depara la ruta de todo acto creativo.

    El obligado ejercicio del rigor, el cuidado trabajo de selección de los protagonistas, la revisión de las fuentes o el incuestionable proceso de indagar sobre las vivencias cinematográficas que marcan a sus hacedores son parte de la lógica previa a la escritura de Conversaciones al lado de Cinecittá (edición ampliada), del cineasta cubano Arturo Sotto, asumido por el sello Ediciones ICAIC, cuya fisonomía es el diálogo.

    En sus páginas habitan realizadores, directores de fotografía, asistente de dirección, productor, editor, sonidista, realizador de dibujos animados y de efectos especiales. También directores de arte y de vestuario y músicos; así como una investigadora del cine que redondea el volumen como cauce sustantivo del corpus teórico e historiográfico de esta pieza.

    Los entrevistados son esenciales actores de un mapa cultural en el que el arte cinematográfico es vital expresión de la sociedad, por esa confluencia que le asiste al arropar e impulsar otras expresiones artísticas con plurales envolturas y mestizajes.

    Se incluyen en el volumen los testimonios de algunos íconos de la cinematografía cubana: Miguel Mendoza, Nelson Rodríguez, Raúl Pérez Ureta, Raúl Rodríguez, Juan Padrón, Leo Brouwer, Livio Delgado y Manuel Pérez Paredes, todos con el Premio Nacional de Cine. Sus puntos de vista son claves para entender las evoluciones narrativas, dramatúrgicas y estéticas del cine cubano.

    El autor indaga en historias de vida, en los cimientos, rutas y vertientes de los procesos de creación. Apunta sobre coyunturas políticas, históricas y culturales que han marcado varias décadas de nuestra cinematografía, entroncadas con las líneas temáticas que delinean toda sociedad.

    Desde otros anclajes, Arturo Sotto, realizador de los filmes Talco para lo negro (1992); Pon tu pensamiento en mí (1995); Amor vertical (1997); Habana abierta (2003), en codirección con Jorge Perugorría; La noche de los inocentes (2007); Bretón es un bebé (2008); El misterio de las aguas (2009); Performance, Proyecto D (2012); Boccaccerías habaneras (2013); Zulueta, la tierra del fútbol en Cuba (2013) y Nido de mantis (2018), pulsa esenciales ideas del arte cinematográfico, subraya sobre los temas que transversalizan a los entrevistados y, claro está, se posiciona en diálogos cruzados, con enfoques legítimamente personales.

    Con ese mapa de palabras el autor reconstruye fundamentales zonas de un arte que caló en las primeras décadas de la Revolución los cimientos y las múltiples mesetas de la sociedad cubana.

    El cuerpo del libro no está bocetado a partir de la lógica de una producción cinematográfica. Son diálogos que se pueden “tomar” de principio a fin o apuntar hacia las preferencias personales de los más notorios e, incluso, hacer lecturas de las especialidades preferentes o la deseada búsqueda de todo lo que atesora este volumen desde los títulos que encabezan a cada interlocutor.

    La portada de Conversaciones al lado de Cinecittá exhibe una colografía del artista cubano Eduardo Guerra. Simbólicas, de agudas metáforas y singular belleza son las líneas que construye el artista cómplice de las ideas de Sotto. La propuesta del artista visual fortalece las intencionalidades del autor y dimensiona los perfiles de un libro pensado para madurar ideas, descorchar conceptos, repensar rutas pretéritas. Nuestros libros requieren de estas envolturas, de empaques que contribuyan a cautivar a los lectores.

    Esta segunda edición de Conversaciones… nos sigue dejando con las ganas de leer sobre otros cineastas, aún no revelados por los singulares sabores que distinguen al libro de papel impreso.

    El cierre del texto es virtuoso: Manuel Pérez Paredes se nos revela con la agudeza y sabiduría que le caracteriza; con sus cardinales palabras edifica esenciales puentes para la cinematografía nacional, subraya, reconstruye, apuntala sobre algunos de los pasajes más polémicos del cine cubano. Este es un narrador de excepcionales historias, traza puntos de vista que son necesarios fotografiar para una mejor comprensión de futuros procesos culturales e ideoestéticos. Manolito, como lo conocemos los colegas del gremio, vislumbra horizontes y alertas tempranas ante los desafíos del cine cubano.

    De esta lúcida entrevista, publicada también por La Gaceta de Cuba, que dirige el poeta, escritor y editor Norberto Codina, “tomo prestada” una reflexión, esencial para la evolución del debate ideológico y cultural. Son meditaciones en voz alta, que han de tener en cuenta directivos de la cultura y también cineastas, a quienes les asiste la encomienda de edificar renovadas narrativas, sustantivos valores, eficaces simbologías, también argumentos, todos ellos impostergables para el fortalecimiento de la nación:

    “… la Revolución no se puede seguir defendiendo en el siglo XXI, a veces reaccionando, como lo hizo en los sesenta o setenta del siglo pasado, ni siquiera en los años inmediatos a la desaparición de la URSS y el campo socialista en la década de los noventa. Aquellos procedimientos, necesarios para contrarrestar, responder y sobrevivir, hoy día pueden provocar reacciones mucho más dañinas que los efectos secundarios a que estábamos expuestos cuando éramos más jóvenes como personas y como sociedad. Si hoy los usamos innecesariamente, o en sobredosis, pueden llegar a ser nefastos. Por momentos siento que se ha creado una dependencia en su uso como reacción defensiva, sin tener en cuenta que la dosis que ayer nos salvó, hoy o mañana nos puede matar. Ese es el peligro de un cuadro de la cultura sin cultura y sin capacidad para entender los problemas que enfrenta, la posibilidad de que decida aplicar métodos de `sanación´ contraproducentes”.

    Pero, ¿qué razones motivaron al cineasta Arturo Sotto a acometer este volumen ampliado de diálogos rubricados por la lucidez? La memoria, la necesidad de compilar en un texto las vivencias de los cineastas cubanos. Desde otra perspectiva: aportar líneas de ideas a la historia del cine cubano.

    El cine ha de ser parte vital de nuestra cultura, se ha de construir como esbelta fábula que enriquezca a la sociedad y ejerza ese necesario ejercicio crítico que contribuya a fortalecer los valores de una isla que asumió a José Martí y a su ideario como el paradigma de todos los cubanos.

    Relatar la nación es parte del cometido de los cineastas cubanos, que no han de desconocer un pasado que el autor de este texto se empeña en sustantivar.

    Arturo subraya en las palabras de presentación del texto un legítimo sueño: “… la realización de una serie documental sobre la historia de nuestro cine”. Y agrega: “que permanece sumergida en la promesa. Regresa entonces el libro como nave redentora de la evocación”.

    Sobre esa misma línea de ideas dice Sotto: “Porque es perentorio mostrar, a los más jóvenes, un repaso del cine cubano que no conocen, mitifican o niegan, y en el peor de los casos se les hace indiferentes. Para estos jóvenes se concibe este libro”.

    Tres importantes documentales han biografiado a cineastas cubanos: Humberto (2013), de Carlos Barba; Viaje al país que ya no existe (2014), de Isabel Santos, y Retrato de un artista siempre adolescente (2019), de Manuel Herrera. Estas obras constituyen esfuerzos aislados, sin dudas, aportes valiosos a la historia de la cinematografía cubana que visibilizan tres de nuestras leyendas. Pero no basta.

    Los cimientos de la evocación de Arturo Sotto responden a una idea mayor: sistematizar esenciales vidas de cineastas cubanos, compiladas en una serie de filmes documentales que los posicione en la memoria de la sociedad y, claro está, en el complejo universo de nuestro lacerado planeta, cada vez más global, más homogéneo.

    Estas “segundas” Conversaciones… es la meridiana revelación de un proyecto audiovisual que debemos acompañar. Navegar por sus páginas es leer un collage de escaletas vestidas de apuntes y soluciones cinematográficas: se avista el emplazamiento de una cámara dispuesta a troquelar un primer plano, o el halo de luces blancas teñidas por las faldas del sol, que en Cuba siempre transitan inquietas.

    En este volumen convergen los puntos de giro de la cinematografía nacional, las contradicciones que afloran en toda obra humana, los antecedentes de un arte de probadas influencias en la sociedad, los entrecruzamientos generacionales, los modos de hacer filmes en una isla bloqueada, el magisterio de los fundadores que compartieron conocimiento, estaciones, vivencias y la experimentación como praxis ante el perenne desafío de hacer cine con muy poco o casi nada.

    El desafío es gigante pero atractivo. Se impone documentar sobre estos y otros muchos protagonistas del cine nacional que han construido huellas, anecdotarios, símbolos, parábolas, historias que nos han engrandecido como cubanos. Ellos han dibujado héroes, íconos de nuestra cultura; han edificado un capital simbólico en sesenta años de cultura revolucionaria.

    Materializar este sueño es impostergable. La deuda se agiganta y sus memorias se agrietan por el curso imparable del tiempo.


    (Fuente: La Jiribilla)


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