Al margen de que esta va a ser la primera película en la Historia del cine que fue filmada íntegramente con los recursos de la energía solar, La Sequía nos plantea un viaje a pie de su actriz, Emilia Attias, encarnando a Fran, una chica que está sola por haber padecido algún tipo de problemas.
Martín Jauregui, con 35 años de experiencia en el sector audiovisual, se lanza a dirigir su primer largometraje de ficción con un relato sobre los prejuicios y algunas tendencias que se observan en lo que es el tipo predominante de la actual sociedad, eminentemente urbana.

La película es en realidad una alegoría sobre el deseo de huir hacia ninguna parte que se puede experimentar en un determinado momento de la vida de cualquiera. Fran ha sido víctima de engaños y un abuso económico por parte de su pareja.

Dubitativa, ella ha emprendido un camino hacia la nada alimentado por toda una serie de contradicciones aumentadas por algunas supersticiones, como puede ser la creencia en el influjo de las constelaciones cósmicas.

Y es que La Sequía tiene en cierta forma algunas conexiones también con lo onírico, e inclusive, yendo más allá, con las pesadillas. Todo ello a través de su protagonista, una actriz exitosa que ha padecido un fuerte desengaño sentimental.

Hay asimismo un segundo personaje importante en el filme. Se trata de otra chica que muchas veces la hostiga y la incordia. ¿Es tal vez su alter-ego o solamente se trata de una representación de posibles soluciones y aspiraciones futuras que quizá serían fallidas?

La cuestión principal que aquí se trata de dilucidar es si la Fran conocida, realmente ha muerto y si se va a decidir a convertirse en una mujer nueva con otro tipo de miradas. Y el paisaje de Catamarca, con esos tonos amarillos que se le han aplicado para el film, contribuye a su vez a que mantengamos esa duda hasta el final.