Buscando a Casal (Jorge Luis Sánchez, 2019), único título compitiendo por Cuba en largometrajes en la pasada edición 41 del Festival de La Habana , es un ejercicio de imaginería concebido para plasmar los mundos y misterios de un poeta con referencias tan pocas y reiteradas que apenas escapan de la impronta del cliché.
El resultado de esa búsqueda es una versión de elaborada poética que no teme mezclar el sainete teatral con los recursos del surrealismo. Riesgos, sin duda, principalmente si se tiene en cuenta que no se trata de un poeta lo suficientemente conocido en su dimensión total, como para especular en simbologías acerca de lo que pudo haber sido su trágica existencia en un medio hostil como el del colonialismo español.
El director se inclina por un estilo que sin desdeñar el realismo trata de calzar su mejor expresión en elaboradas metáforas y en un universo paralelo que, ya desde las primeras escenas, hacen suponer que buena parte de lo que veremos es pura concepción artística, quizá a partir de esa máxima de Nietzsche, a toda hora como anillo al dedo: «El arte y solo el arte, tenemos el arte para no morir de la realidad».
Ningún escenario es natural, los tonos son a ratos falseados, un general español, farandulero y enamorado, se alza como contrincante político y pasional del poeta, metáforas visuales de alto calado (y otras no tanto), un romance del protagonista con una dama de sociedad que, en su desarrollo, no puede (o no quiere) desprenderse del melodrama trillado. Y como coronación, el factor político vinculado con la figura de Maceo, el sentimiento poético que le provoca el patriota a Casal, y la guerra de independencia que se avecina y revuelve el escenario político e intelectual, donde envidias y apasionamientos arden en una misma hoguera.
No hay duda de que Jorge Luis Sánchez ha realizado su más compleja y ambiciosa película desde el punto de vista artístico e intelectual, y con aires que a ratos hacen pensar en aquel maduro y colorido Fellini de Y la nave va. Pero al tiempo que su imaginación onírica trata de explorar las angustias del poeta, no puede evitar el atropellamiento de algún que otro personaje, más exaltado que verídico, y que su guion resulte impreciso en la difícil tarea de cohesionar en un todo artísticamente convincente los diferentes tonos asumidos.
El director ha salido a buscar las dimensiones de un poeta y no hay duda de que lo encuentra a partir del rumbo que ya tenía trazado en su mente. La polémica comienza entonces a partir de si ha dado con él de la mejor manera.