CRÍTICA



  • Marea alta, exploración desafiante y nada complaciente de la sexualidad femenina
    Por Diego Batlle


    Parece que el tema de las diferencias sociales y las muchas veces complejas relaciones entre ricos y pobres que derivan luego en auténticas luchas de clase está de moda. No es que el cine argentino no lo haya abordado hace ya bastante tiempo (basta recordar títulos como Buena Vida Delivery y Los dueños) o que el cine europeo esté ajeno a la cuestión (las filmografías de Michael Haneke y Ulrich Seidl son buenas muestras de ese interés), pero -con la coreana Parasite a la cabeza- las profundas desigualdades y las miserias del capitalismo salvaje han regresado con fuerza a los primeros planos.

    Por esos terrenos pantanosos se mueve también Marea alta, una exploración desafiante y nada complaciente (incómoda diría) de la sexualidad femenina, el machismo, los privilegios de clase y la fluctuante dinámica del poder.

    La protagonista del nuevo filme de la directora de Vagón fumador, Mujer conejo y Rosita es Laura (Gloria Carrá), una editora literaria de holgada situación económica que viaja sola (su marido y sus hijos se quedan en Buenos Aires) y fuera de temporada a su hermosa casa de veraneo ubicada en medio de un balneario boscoso para supervisar la construcción de un quincho.

    En una noche con demasiadas copas de vino tinto y baile relajado termina manteniendo una relación sexual con Weisman (Jorge Sesán), el maestro mayor de obra, y a la mañana siguiente ambos son descubiertos por los dos albañiles contratados: Toto (Cristian Salguero) y Hueso (Héctor Bordoni). Más allá del malestar que provoca la situación, la autoridad de ella ante los empleados queda completamente desvirtuada y estos dos hombres -sobre todo cuando Wisman se ausente- se irán tomando cada vez más libertades y atrevimientos. Ella comenzará a sentirse cada vez acorralada, intimidada, invadida (sí, el aura de la paranoia hanekeana está otra vez presente) e irá refugiándose en su habitación.

    Con sus composiciones geométricas y estilizadas (cada encuadre parece estar milimétricamente calculado) la película por momentos parece ceder a cierta frialdad y artificialidad, pero con el desarrollo de la historia las vivencias (contradicciones) íntimas de Laura empiezan a aflorar y a calar cada vez más hondo.

    ¿Cómo lidiar con estos hombres sin convertirse en una patrona despótica? ¿El hecho de ser mujer, de ser la dueña de casa y la patrona que paga el trabaja habilita a ciertos comportamientos tiránicos? ¿Cuánto hay de disfrute sádico-masoquista en una situación así? ¿Cuáles son los límites para una mujer madura que tiene confianza en sí misma, una fuerte autoestima y ganas de satisfacer sus deseos? Todos estos interrogantes (y muchos otros) asoman en un thriller psicológico intimista (de cámara), pero al mismo tiempo oscuro y feroz, que plantea inquietantes preguntas en tiempos en los que el cine se ve (se siente) obligado a dar respuestas. Los dilemas éticos y morales están siempre presentes en Marea alta, pero Chen no pretende hacérsela fácil a su público. Cada espectador/a deberá sacar sus propias conclusiones.

    (Fuente: OtrosCines.com)


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