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  • El artista, el ICAIC y su época

    Sobre el documental Retrato de un artista siempre adolescente varias personalidades ofrecen sus opiniones: el cineasta Michael Chanan, el trovador Silvio Rodríguez, el crítico Carlos Galiano, el cineasta español Manolo Pérez Estremera y el documentalista Víctor Casaus.

    Michael Chanan: No todas las biografías sobre un cineasta resultan una película interesante. Entonces, lo primero que hay que decir es que el tributo de Manuel Herrera a Julio García-Espinosa, Retrato de un artista siempre adolescente, es un filme fascinante por sí mismo. Esto se debe en parte a que Herrera ha elegido emular el humor peculiar e irreverente que atraviesa gran parte de la filmografía de su sujeto, y hacerlo propio, pero también porque la obra en cuestión no es solo el retrato de un individuo. Julio no era solo un cineasta, era una figura clave en la política cultural del cine cubano, y un poderoso polemista. Subtitulada Una historia de cine en Cuba, la película es también la crónica de una institución, el ICAIC, y de una generación que comparte su narrativa. A medida que se desarrolla el filme, queda claro a través del testimonio de más de dos docenas de colegas que la picardía de Julio tuvo implicaciones políticas, que van mucho más allá de su blanco inicial de criticar las fórmulas convencionales del cine comercial. El problema es que incluso entre los revolucionarios hay paternalistas de mente cerrada, tanto populares como educados, que se resisten a la autonomía del arte y la cultura como espíritu independiente de crítica; personas que no pueden manejarse frente al enigma capturado en algo que una vez dijo Armando Hart: “Confundir arte y política es un error. Separar el arte y la política es otro error”. Hay muy pocas biografías de artistas que presenten el contexto político de su tema tan lúcidamente como aquí; también hay muy pocas que, a la vez, pinten un retrato tan cálido de su tema, lleno de amor y estima. La historia se cuenta desde la perspectiva de los compañeros artistas e intelectuales de Julio, y quizá sea el cantante Silvio Rodríguez quien la haya sintetizado. Recordando los años que pasó Julio en el Ministerio de Cultura, donde era responsable de música, hablar con él, dice, no fue como hablar con otros dirigentes, porque no habló como un jefe, sino como el artista que era.

    Silvio Rodríguez: Acabo de llegar de ver Retrato de un artista siempre adolescente, largometraje documental de Manuel Herrera sobre Julio García-Espinosa. Creo que es una gran película y que hay que rescatar ese cine que no rehúye las complejidades de nuestra vida. Empieza por la historia personal de Julio, la que pronto confluye con otros protagonistas del cine cubano, como Tomás Gutiérrez Alea y Alfredo Guevara. Estos fueron jóvenes con inquietudes artísticas, pasión que les llevó a útiles aventuras como lanzarse hasta Roma prácticamente sin un centavo, buscando estudiar con los autores del neorrealismo, y después a hacer películas como El Mégano, que la policía de la época prohibió.

    En cierta medida también es la historia del ICAIC, del nuevo cine latinoamericano y de la Escuela Internacional de Cine y Televisión. Una y otra vez aflora el conflicto o una dicotomía entre artistas y dirigentes, siempre desde la necesidad de la crítica, del derecho a la diversidad y al pensamiento antidogmático. La película cuenta cómo desde los primeros años el ICAIC fue un bastión de permisibilidad dialogante, a veces asediado por ideas extremistoides que maniobraron con campañas y pretextos para tratar de controlarlo.

    Doy fe de que, a principios de los 70, años en los que comenzó a verse en Cuba una diversidad de cine internacional, una vez Fidel, en un discurso que no se publicó, salió en defensa de Alfredo y del ICAIC por acusaciones de que se traían películas de la Europa burguesa. Hay un pedazo de aquel discurso en Retrato de un artista siempre adolescente, donde Fidel habla de ciertas contradicciones y dice que hay que estar preparados para el debate de ideas.

    Felicidades a Manuel Herrera por este cine necesario. Traten de no perdérsela.

    Carlos Galiano: Las tres rutas de vida con las que Manuel Herrera configura este retrato múltiple, entretejido, poliédrico, en el que se adentra por primera vez en zonas de la trayectoria de su protagonista, el cine cubano y coyunturas políticas cruciales que les tocó enfrentar, hasta ahora no revisitadas, al menos con la debida objetividad y lucidez.

    Retrato de un artista siempre adolescente deviene así no solo el documental que Julio merecía, sino también uno que el ICAIC necesitaba y un ejemplo de los muchos de su enfoque problematizador y anticomplaciente que la cultura cubana demanda. Merecimiento, necesidad y demanda que además se sustentan en un nivel de elaboración artística como el que hace un buen tiempo no encontrábamos en nuestro cine documental, que con esta obra se conecta más con lo que internacionalmente se está haciendo en el género, desde nuestro punto de vista más innovador en términos de lenguaje que el cine de ficción contemporáneo. (Fragmento del texto “El artista, el ICAIC y su época”).

    Manolo Pérez Estremera: De las opiniones de Manolito Herrera destacaría su posicionamiento creativo frente al género documental, que comparto en gran medida. Es un género con narrativa y expresividad altamente creativas y que en estos tiempos toma casi más riesgos y avances con respecto al cine de ficción, un género que va dejando a un lado el mero amontonamiento de datos, entrevistas y material de archivo. Este trabajo de Herrera arriesga opiniones, análisis y presentación de sucesos e intervenciones escogidas de Julio, con una narrativa que enriquece e ilumina lo presentado. Tiene su rigor y su sentido de la creatividad narrativa. También me interesó la anécdota sobre el origen de esta cinta, a través del pequeño documento que él grabó para ilustrar la recepción por Julio de la Orden de la Estrella de Italia, conferido por el presidente de esa nación, como máxima condecoración cultural, cuya selección de imágenes podemos ver en la película documental objeto de estas notas y recuerdos.

    Víctor Casaus: Acabo de llegar a mi casa después de ver el documental de Manolito Herrera sobre Julio García-Espinosa, que va más allá de la simple crónica biográfica, para narrar, mostrar (y opinar sobre) los acontecimientos de la cultura cubana por los que pasó Julio. Felicité en el Chaplin con entusiasmo y emoción a Manolito Herrera por este ejemplo de documental que une la calidad estética de su realización a la profundidad y el compromiso de sus planteamientos críticos, directos, valientes: como debe ser.

    El filme comienza con el tema de las desventuras que sufrió Alicia en el pueblo de Maravillas —y la cultura cubana en general— en aquellos momentos aciagos, cuando llegó a proponerse —y a decidirse— el exterminio de la institución fundada por la revolución en 1959 para crear y desarrollar la industria cinematográfica —el ICAIC—, al unirla a los Estudios de Cine de las FAR y al Instituto Cubano de Radiodifusión: sueño dorado de los insomnes cavernícolas culturales de la época —de cualquier época. Al escribir ahora el párrafo anterior, recordé que Julio García-Espinosa, al regreso de una de las reuniones con autoridades gubernamentales y políticas en la que se anunciaba aquella fusión castradora, nos comentó a un grupo de cineastas: “Sentí el vaho de las cavernas”.
    (Tomado de Cartelera Cine y Video, no. 179)
    (Tomado de Cubacine)



    (Fuente: cubaperiodistas.cu)


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