CRÍTICA

  • Damián González y Glenda Delgado, protagonistas de Agosto Autor: Fotograma de la película


    El último Agosto

    Cuando un joven abandona su pueblo pequeño y se marcha a la gran ciudad, no deja de soñar con ciertos olores, sonidos y personas.

    Mira el mar de la capital y la costa le revuelve los sentidos. El pueblo se queda arraigado en la gente que se va y busca salir, hasta que, algún día, la nostalgia se canaliza en sus cosas y en sus creaciones. Así volvió a su historia Armando Capó, el director de cine que decidió contar su último Agosto en su tierra natal.

    «La película nace de mis memorias de adolescente de 14 años que vive en Gibara durante 1994, y en medio del período especial. Eran mis últimas vacaciones antes de entrar a la escuela de arte e irme para siempre. Vivía a cuatro cuadras de la playa y era común bajar y ver cómo los balseros se iban del país», rememora quien se graduó en la especialidad de Documental en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV).

    Esperando a ser estrenada en el país cuando la COVID-19 permita que las salas cinematográficas vuelvan a abrir, Agosto nos presenta a Carlos (Damián González), un joven que por esa época se sumerge en unas sosegadas vacaciones, deambula con sus amigos, se enamora por primera vez, ajeno al futuro incierto de un país que se enfrenta a la mayor crisis económica de su historia. La realidad se le muestra de golpe cuando sus vecinos y amigos comienzan a marcharse a Estados Unidos. Entonces será testigo de la ruptura de familias y amistades, y su modo de ver el mundo cambiará.

    Cuenta el realizador de los documentales Descubriendo a Pancha (2004), El huésped (2008), La marea y Nos quedamos (2009), y Ausencia (2011), que coincidió con Abel Arcos durante un año en la EICTV. «Cuando terminé regresé a Gibara y estuve pensando en esa historia. Escribí algunas escenas y lo que quería que sucediera en la película. Luego me senté con él y la idea creció muchísimo, seguramente porque es de Guanabo, otro pueblo pequeño frente al mar, y vivió también el proceso de los balseros, solo que de manera
    más intensa».

    Esta coproducción entre Cuba, Costa Rica y Francia, que obtuvo el Premio Coral a la Mejor Ópera Prima durante el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de 2019, ambientada en Gibara, se filmó entre Santa Fe y Cojímar. El rodaje transcurrió durante abril y mayo de 2017, aproximadamente, siguiendo el guion de Abel Arcos, con Damián González, Lola Amores, Rafael Lahera, Verónica Lynn, Glenda Delgado y Alejandro Guerrero en los roles protagónicos.

    Quien proviene del universo del documental, admite tenerle respeto al trabajo con actores, «sin embargo, me ayudó mi labor como coordinador de la Cátedra de Ficción en la EICTV. Allí perdí parte del miedo. La directora de casting, Rosa María Rodríguez Pupo, quien además es actriz, fue fundamental porque siempre planteó la estrategia de buscar a quienes asumirían los diferentes personajes a partir de la relación que de antemano teníamos con todos ellos. Lo que hicimos fue tomarnos un café, conversar un poco, ver si había química y trabajar».

    «Con los niños fue distinto. Estuvimos mucho tiempo yendo a los grupos de teatro infantil. Después hicimos un casting en Santa Fe, donde grabamos. Allí hicimos un taller de varias semanas con un grupo de muchachos y de ahí salió el protagonista. Creo que logramos que Damián se pareciera a mí y al personaje de Carlos que soñé...».

    «Los actores adultos tenían rostro casi desde el principio, apunta Rosa María. En el caso de Verónica Lynn fue un sueño hecho realidad. Cuando fuimos a verla, nos dijo que esperaba que no fuera un papel de abuelita, pero Capó se sinceró con ella y le dijo que el personaje estaba basado en los últimos momentos de la suya, alo cual ella le respondió: “Bueno, mi niño, tranquilo, yo voy a hacer que tú veas a tu abuela”».

    Dar vida a Carlos fue relativamente fácil para Damián González, porque sintió que tenía muchas cosas en común con el personaje. Lo complejo fue encontrar el sentimiento para cada pérdida, porque jamás había pasado por algo así. Tanto él como el resto de los muchachos de Agosto afirman haber disfrutado la filmación, porque el equipo se movía como un todo y eso les ayudó a sentirse cómodos en el momento de encarnar escenas íntimas o complicadas.

    «No olvidaré el día en que me invitaron a conocer a Verónica. Yo estaba muy apenado y temeroso... ¿te imaginas? ¡En su casa!, pero me trató como si nos conociéramos de toda la vida. Además de una actriz impresionante, Verónica es una persona muy amable y tierna», enfatiza Damián.

    Alejandro Guerrero, quien pasa el servicio militar pero con cierta experiencia en el plató con Cuba libre, encarnó a Mandy, «lo cual no resultó algo tan complejo porque su forma de ser y de pensar no se diferencia de la mía. Mandy refleja cómo es la sociedad cubana y lleva en sí el humor del cubano. El proceso de rodaje fue bastante divertido, el reto lo tuvo el equipo de realización que le tocó controlar a Glenda, a Damián y a mí; tres muchachos que somos compañeros en el grupo de teatro Olga Alonso, dirigido por
    Humberto Rodríguez», comentó Alejandro.

    La segunda escena del beso con Damián se le hizo un poco difícil a Glenda Delgado, porque al final tenía que darle una galleta.

    Luego de intentarlo varias veces con temor, le insistieron que debía abofetearlo con fuerza para que se viera más natural «y tan en serio me lo tomé que cuando llegó el momento el pobre Damián, asustado, se encogió y se tapó la cara con las manos para que no le diera... Agosto ha sido una viviencia muy importante, desde el principio mantuvimos magníficas relaciones de trabajo. Recuerdo que en una ocasión grabamos tarde porque no paraba de llover y mientras nos guarecíamos de la lluvia conversamos y nos divertimos como amigos».

    A Sheyla Pool le correspondió encargarse del sonido de Agosto. En su trayectoria profesional se encuentran las últimas películas de Fernando Pérez y un Coral por Últimos días en La Habana. Cuando Capó le contó del proyecto sintió que debía estar allí. «En los 90 vivía en Boca Ciega, Guanabo, y caminaba con mi mamá por la playa. Los recuerdos de esa etapa son muy fuertes y tristes para mí», comentó.

    Si algo es singular en esta película es la especialidad que en Agosto asume Sheila, quien explica que apenas se ven exteriores, por eso el contexto es más referido por el sonido que por lo que en sí se ve. Por esa razón, a la hora de hacer el diseño se vio

    obligada a hallar un equilibrio entre lo que vemos y lo que no.

    «Durante la posproducción me responsabilicé también con el montaje de ambientes y efectos, mientras otros velaron por los diálogos, los doblajes, las grabaciones, etc. Aquí terminamos las premezclas y las culminamos en Francia. Fue fabuloso el trabajo con Jean Guy Verán, por la frescura que supo darle a la obra. La película posee un porciento alto de doblaje, por la complejidad que impone el mar».

     Cuando Claudia Olivera llegó al proyecto ya se había escrito una primera versión del guion, su trabajo consistió entonces en materializar el sueño de Armando Capó y Abel Arcos. «Siempre es un reto enfrentar una película de época», afirma esta joven que muestra en su currículum cortos de ficción y documental, videoclips, largometrajes, programas de televisión, obras teatrales y eventos.

    La creadora de Dsafía —productora independiente con base en Cuba y Chile centrada en proyectos de largometrajes de ficción y documentales de directoras mujeres— tampoco ha borrado de su memoria los años del período especial, que enfrentó con la misma ingenuidad que Carlos, el personaje principal. Le pasó a Celia Ledón (dirección de arte), a Javier Labrador (fotografía), a Lisandra Ramos (vestuario)... «Hasta hicimos un mural en la oficina con fotos de todo el equipo a inicio de los 90 para inspirarnos», confiesa Claudia.

    La película comenzó a desarrollarse en 2010, se filmó siete años después y se estrenó en 2019. Fueron casi nueve años de búsqueda de financiamiento. Participó en La Fabrique (sección del festival de Cannes para proyectos en desarrollo), ganó el Foro de Coproducción de San Sebastián en 2014 y varios premios en el Encuentro Nuevas Miradas, que organiza la EICTV.

    Agosto es la historia de Amando Capó. Fueron nueve años de la vida de un artista, dedicados a contarnos un pedazo doloroso del país. Es una película comprometida con un pasado sensible de los cubanos, un relato para sanar y mirarnos de frente.

    (Fuente: juventudrebelde.cu)


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