CRÍTICA



  • Debut de Lerman, con una película pequeña y valiosa
    Por Josefina Sartora


    Otra película diferente, valiosa y sorprendente de la nueva generación del cine argentino. Diego Lerman presentó esta opera prima en el Bafici 2002, donde ganó varios premios, y siguiendo un itinerario que ya parece habitual para el cine actual, la película se exhibió en varios festivales europeos, donde cosechó más triunfos. ¿Por qué debimos esperar más de un año hasta su estreno en Buenos Aires? Este es un film que se inscribe entre los mejores de los presentados últimamente: no está en la línea del nadismo, que ya resulta una corriente interna en la nueva camada del cine argentino, con Sábado, ¿Sabés nadar? y Nadar solo –que corren el peligro de caer rápidamente en el olvido– y si bien sus personajes también forman parte de una generación sin rumbo, Tan de repente propone un cúmulo de ideas, como el mejor cine de Albertina Carri, Martín Rejtman o Lisandro Alonso, sin parecerse a ninguno de ellos.

    Quienes realizamos estudios sobre el cine atravesamos un momento estimulante ante la renovación de todas las categorías, ya que en la posmodernidad se acabaron las clasificaciones cerradas y ortodoxas. Esto vale para el documental, y también para los géneros cinematográficos, que se han flexibilizado y ampliado. Con esta consigna, podría decirse que Tan de repente es un film inencasillable, que juega sabiamente con la melancolía y el humor a través de la comedia, la road movie o película de camino iniciático, y el melodrama.

    La vida le llega de repente a Marcia, una gorda bella, solitaria y soñadora, quien ve interrumpidas sus horas de soledad en su departamento y de aburrimiento en una lencería con su tropiezo fortuito con Mao y Lenin, dos chicas punk, duras y desprejuiciadas, que le manifiestan su amor. Este es el desencadenante de la acción que las empujará hacia delante, unidas por un vínculo tan bizarro como inexplicable. Una estupenda fotografía en blanco y negro de grano grueso responde a los fines de retratar la soledad y la incomunicación, y acentúa los contrastes que propone el film. Lerman había realizado un corto sobre un relato de César Aira, La prueba, y la primera mitad de este largometraje es una reelaboración de aquel corto, con el viaje de las chicas a conocer el mar como una prueba de amor. Hasta allí el film resulta innovador, sumamente sugestivo, de un humor áspero, una ironía seca, llevado adelante por tres actrices muy talentosas (Tatiana Saphir, Carla Crespi y Verónica Hassan), quienes tensan la cuerda de esa actitud aparentemente prescindente, ajena y ausente que exhiben los jóvenes. Es muy interesante el trabajo que el film lleva a cabo con el lenguaje: también en Sábado se exploraban los nuevos códigos de lengua que está imponiendo la juventud, que aquí se expresa con una economía expresiva, una articulación neutra que llega al despojamiento de todo sentimentalismo, y hasta de entusiasmo.

    Hacia la mitad, la película toma otro rumbo, casi opuesto: cuando un camino azaroso las deposita en Rosario, en casa de la tía abuela de Lenin, el tono modula del humor hacia la melancolía, del movimiento a la quietud. Marcia se quita su máscara de hastío al mismo tiempo que Lenin olvida su rudeza en la intimidad, cuando vuelve a llamarse Verónica. Las tres chicas se unen a otros tres seres con los que formarán una suerte de familia, insólita, surreal si se quiere, pero familia al fin, la que la vida les permite. Otros tres actores notables se suman: Beatriz Thibaudin, María Merlino y Marcos Ferrante, que interpeta a Felipe, único hombre desorientado en ese mundo femenino.

    En ese ámbito familiar afloran los sentimientos, la vulnerabilidad, las emociones hasta entonces agazapadas. Lerman parece experimentar con una nueva expresividad, con otros códigos de la sociabilidad. Es notable que, a pesar de su juventud e inexperiencia, el director demuestra gran solvencia en la creación de climas, delinea distintos caracteres de honda humanidad –femeninos por añadidura– y realiza un notable manejo de actores. La música está pensada para lograr esos climas, y ayuda a la caracterización de cada personaje. No es poco añadir que el film echa una mirada de simpatía hacia el lesbianismo, tema al que pocas veces se había animado el cine nacional. Y si el lenguaje había impactado en su primera parte, en Rosario gira hacia el coloquialismo costumbrista propio de las mujeres mayores. Lerman está interesado en las fórmulas que el lenguaje reserva para el tiempo: su próximo film se llamará Mientras tanto.

    El director como sus actrices provienen del nuevo teatro, de experiencias con Ricardo Bartis y Federico León entre otros. Su formación actoral resulta tan dúctil como para experimentar con éxito nuevas vías interpretativas frente a las cámaras.

    El tema de la errancia juvenil que impuso la Nouvelle Vague en los ‘60 se ha instalado entre los jóvenes cineastas argentinos. En Tan de repente muestra una variante, por centrarse casi exclusivamente en el género femenino y por la evolución que sostiene hacia una suerte de reconciliación en el encuentro y el contacto, en hermosas escenas como la de tía y sobrina fumando juntas.

    Gran debut de Lerman, con una película pequeña y valiosa.


    (Fuente: cineismo.com)


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