CRÍTICA



  • La llorona, cierre de la trilogía del desprecio
    Por Juan Pablo Russo


    El guatemalteco Jayro Bustamante, que deslumbró desde 2015 a crítica y público con Ixcanul, Temblores (2019)  y ahora con La llorona (2019), reconstruye, con elementos del cine fantástico y sobrenatural, el genocidio sobre la población maya-ixil, ocurrido durante los años 80 a manos del general y ex presidente Efraín Ríos Montt.

    Estrenada en la Mostra de Venecia de 2019, La llorona se convirtió en la revelación de la temporada de premios al conseguir candidaturas en los Globos de Oro, los Independent Awards e incluso ganando en los National Board cuando no aparecía en ninguna de las apuestas y solo daban a la mexicana Ya no estoy aquí (2020), de Fernando Frías de la Parra, como única chance latinoamericana. La llorona es hoy junto a Another Round (2020), del danés Thomas Vinterberg, favorita a quedarse con el Oscar al mejor film internacional.

    La tercera película de Bustamante, que cierra la trilogía del desprecio, sobre aquellas palabras que en Guatemala son consideradas como el peor de los insultos (‘indio’, en relación con las comunidades indígenas, ‘hueco’, empleado para los gays, y ‘comunista’, para los defensores de los derechos humanos), se centra en Enrique Monteverde, personaje de ficción que emula a Efraín Ríos Montt, máximo responsable del genocidio guatemalteco de la década de los 80 (según los especialista terminó con la vida de unas 150.000 personas, incluyendo niños), absuelto luego de un polémico juicio y que es visitado por las noches por el espíritu de “La llorona”, aunque su familia atribuye las visiones del general a su demencia senil.

    Enrique Monteverde (Julio Díaz), un general retirado, casado con Carmen (Margarita Kénefic), padre de Natalia (Sabrina De La Hoz) y abuelo de Sara (Ayla-Elea Hurtado), escucha, durante un juicio, los testimonios de mujeres que sufrieron la violencia de los soldados que estaban bajo sus órdenes. Monteverde es condenado por genocidio, pero queda absuelto gracias a la polémica anulación del proceso judicial. Esta total y escandalosa impunidad lleva al pueblo a protestar, y a la familia Monteverde a refugiarse en la casona del patriarca. El espíritu de “La llorona”, el clásico personaje de la leyenda latinoamericana, levita por la casa buscando justicia, mientras que la llegada de Alma (María Mercedes Coroy), cuya función es ayudar a Valeriana, la ama de llaves -y posible hija no reconocida del general- desemboca en una serie de acontecimientos inexplicables.

    En una escalada cada vez más sobrenatural de los diferentes sucesos, donde hasta los rostros de los manifestantes empiezan a cambiar y los gritos se hacen cada vez más fuertes, Bustamante, que no solo se limita a reconstruir un genocidio, sino que aboga por un continuo ejercicio de memoria histórica que permita comprender los errores del pasado para no repetirlos en el futuro, aborda de manera inusual un capítulo atroz de la historia guatemalteca a través del género, con un film que roza el terror; porque, en definitiva, el terror es lo que habita en el centro de la escena.

    (Fuente: EscribiendoCine.com)


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