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  • 40 años sin Glauber Rocha, el Padre del Cinema Novo.
    Por Fernando Brenner


    Si hoy viviera sería imposible y hasta improbable que pudiera filmar –y convivir- en un país gobernado por Jair Bolsonaro. "El sueño es el único derecho que no se puede prohibir”, supo decir entre sus frases célebres.

    Las raíces del denominado Movimiento Cinema Novo, gestado entre finales de la década del 50 y ya establecido a principios de los Sesentas, se las puede rastrear entre el Neorrealismo italiano y luego por la Novelle Vague francesa. Claro que también convivió en paralelo con distintas tendencias mundiales como ser el Free Cinema británico, la corriente de Praga en Checoeslovaquia (Hoy República Checa), movidas Beatniks estadounidenses, el Nuevo Cine Español y nuestra Generación del 60. Y esta “Escuela” llegaría inclusive, entre evoluciones y enroques varios, hasta mediados de los 70.

    Los nombres que integraban este movimiento estaba conformado básicamente por estos directores: Nelson Pereira dos Santos, Ruy Guerra, Joaquim Pedro de Andrade, Walter Lima Jr, Luiz Carlos Barreto (este como el gran productor), Carlos “Caca” Diegues y Leon Hirszman. Y sin duda Glauber Pedro de Andrade Rocha era su figura más destacada, el más reconocido internacionalmente y uno de los más premiados. Había nacido el 14 de marzo de 1939, en Vitória da Conquista, en el Estado de Bahia. Falleció con tan solo 42 años el 22 de agosto de 1981 en Rio de Janeiro. Hace exactamente 40 años.

    Y entre los vaivenes socio-políticos, económicos y culturales que vivió tanto el Brasil como el resto de América Latina, es indudable que las ideas, posturas, deseos e intereses de los autores que conformaron este Movimiento ruptural contra lo establecido, siguen teniendo vigencia en estos tiempos (pre) pandémicos y seguramente postpandémicos.

    El cine de Rocha se nutrió tanto de las realidades como de los mitos de su pueblo. Con un lenguaje que hacía hincapié no solo en la denuncia de estados miserables y de desamparo, de poder y explotación. Además buscaba en todos ellos una explicación al status quo. Con una puesta por momentos épica, lejos del intimismo, grandiosa, exageradamente barroca. Pero a pesar de su éxito y del aplauso internacional, en su propio país era censurado y perseguido por el gobierno, además de criticado desde los ambientes intelectuales de izquierda, quienes le reprochaban su hermetismo.

    Y nada mejor que sus propias palabras, sus sentencias, sus respuestas contundentes para delinear a un hombre de talento y confrontación:

    "La noción de América Latina supera la noción de nacionalismo. Existe un problema común: la miseria. Existe un objetivo común: la liberación económica, política y cultural de hacer un cine latino. Un cine empeñado, didáctica, épico, revolucionarlo. Un cine sin fronteras, de lengua y problemas comunes".

    "No creo en la demagogia política respecto del arte. Sí, en cambio, en el trabajo creador como expresión política de una cultura".

    "Mientras que América Latina llora sin parar sus miserias desgarradoras, el observador extranjero no las percibe como un suceso trágico, sino sólo como un presupuesto formal del campo de su encuesta. Éste carácter superficial, en los dos casos, es el fruto de una ilusión que deriva de la pasión de la verdad (uno de los más extraños mitos terminológicos que se ha infiltrado en la retórica latina), cuya función es para nosotros de redención, mientras que para el extranjero no tiene otra significación que la simple curiosidad; nada más, a nuestro entender, que un simple ejercicio dialéctico. De esta manera, ni el latinoamericano comunica su verdadera miseria al hombre civilizado, ni el hombre civilizado comprende verdaderamente la miserable grandeza del latinoamericano".

    “El observador europeo se interesa por los problemas de la creación artística del mundo subdesarrollado en la medida en que satisfacen su nostalgia por el primitivismo; pero este primitivismo se presenta bajo una forma híbrida, fue heredado del mundo civilizado y mal comprendido al ser impuesto por el condicionamiento colonialista. América Latina es una colonia; la diferencia entre el colonialismo de ayer y el de hoy reside solamente en la forma más refinada de los colonizadores actuales. Y, durante este tiempo, otros colonizadores tratan de reemplazarles con formas todavía más sutiles y paternalistas”.

    “El problema internacional de América Latina no es más que una cuestión de cambio de colonizador; nuestra libertad, en consecuencia, está siempre en función de una nueva dominación".

    Todas estas frases fueron dichas hace 60, 50 o 40 años atrás. O bien hace una semana.

    (Fuente: escribiendocine.com)


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