EDITORIAL



  • El cine y el audiovisual en los inicios del siglo XXI
    Por Octavio Getino


    En los últimos años los países iberoamericanos han experimentado un renovado impacto del cine y el audiovisual sobre los medios de comunicación y cultura,  las formas de empleo del llamado tiempo libre y la economía y el desarrollo en general. Este crecimiento ha ido de la mano de los procesos de globalización económica, las políticas neoliberales impuestas en la mayor parte de nuestros países y los cambios operados en materia de innovaciones tecnológicas. De este modo, las experiencias vividas en la región en materia de concentración y transnacionalización económica, así como de cambios tecnológicos, encontraron también su clara expresión en el campo de las industrias culturales y en la producción y comercialización de películas y medios audiovisuales.

    En términos generales, la innovación tecnológica aparece como resultado de las crecientes competencias económicas y de las necesidades impuestas por las mismas. De acuerdo con el investigador español Enrique Bustamante, el incremento de los costos para realizar productos competitivos ha obligado a multiplicar el número de mercados y a innovar para optimizar el marketing, principalmente en la fase de distribución del ciclo del producto, proporcionándole el máximo de flexibilidad y de capacidad de penetración en los mercados nacionales.

    El impacto claramente negativo que sufrieron nuestras cinematografías con la entrada de la televisión en los años 50 estuvo agravado dos décadas después, entre los años 70 y 80, con el crecimiento del video pregrabado y el acceso satelital a los consumos, para complicarse aún más, en la última década, con las nuevas formas de consumo audiovisual (TV cable y satelital, internet, videogame, etc.). Y decimos impacto negativo, porque los cambios referidos han tenido como beneficiario principal y prácticamente excluyente a la industria audiovisual norteamericana, relegando a los proyectos locales —salvo algunas excepciones que no modifican de ningún modo el panorama general— a un plano cada vez más subsidiario y dependiente.

    Hemos señalado en otros momentos que el cine y las artes audiovisuales importan principalmente por su contribución al desarrollo del identitario cultural de cada comunidad y a los intercambios entre las diversas culturas. Son industrias que a su vez dependen de la capacidad que tenga una nación para producir imágenes propias, ya sea a través de una industria audiovisual, o bien, de actividades productivas de carácter circunstancial, las que no se limitan necesariamente a las películas de largometraje destinadas a los circuitos tradicionales, sino que pueden ampliarse a las de tipo institucional, educativo, publicitario y de desarrollo social, así como a la experimentación con nuevas tecnologías audiovisuales. En uno o en otro caso, sea en el de la producción más o menos estable o en la de carácter circunstancial, ambas posibilidades se hallan condicionadas a su vez por el nivel de desarrollo social (poblacional, económico, social) que define la dimensión de cada territorio o mercado y sus expectativas de financiamiento productivo, así como también, por las políticas económicas y culturales que cada Estado determine en cada caso.


    (Fuente: Tomado de Cine iberoamericano: los desafíos del nuevo siglo, Editorial Veritas, San José, 2005.)


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