Veinte años del Proyecto “Palomas” en el camino hacia la diversidad y la paz
Por Raquel Sierra Liriano
El Proyecto “Palomas”, Casa Productora de Audiovisuales en Cuba, cumplió el 13 de junio su vigésimo aniversario. La defensa de la diversidad y el fomento de una cultura de paz constituyen bases esenciales de su trabajo para el activismo social.
La Casa de Audiovisuales para el activismo social ha hecho importantes aportes al debate social, a partir de sus realizaciones, que abordan problemáticas de la Cuba actual.
Mujeres sobrevivientes a dos pandemias, Ellas…sus cuidados y cuidadoras, Mujeres…los poderes vitales del éxito, Mujeres… la hora dorada, Mujeres…de la basura al bienestar, son algunos títulos de la documentalística cubana que han movido hacia las salas de cine a decenas de personas. Llevan el sello característico del Proyecto “Palomas”. Casa de Audiovisuales para el activismo social que llega este junio a su aniversario 20.
Para los ojos externos, su pequeño equipo, hoy de 16 personas, ha hecho mucho: poner sobre el tapete temas y problemáticas de las que no se hablaba o habla, o se hablaba, y habla, poco. Sin embargo, su aniversario no es de celebración.
Lizette Vila, su directora general, apunta como “presupuestos de Palomas, esas ideas que les dieron origen a este proyecto plural, holístico, de discurso traslúcido y de interseccionalidad, como guía para contar nuestras historias y verter esa democracia humana que se debe reflejar”.
En estos 20 años, considera, el proyecto “no ha cumplido su inspiración original, porque todavía existen las desigualdades. Palomaa llegará a esa culminación de su labor por la justicia de género, social y ambiental cuando ya no tenga que contar esas historias de vida”.
“No estamos celebrando nada, estamos reconociéndonos desde lo interior, qué nos falta, porque el dolor es muy grande”, señaló.
En 20 años, contra viento y marea, en medio de circunstancias financieras y de producción escabrosas, las mentes y las máquinas no han parado. Han conseguido concluir más de ochenta audiovisuales, “no solamente del género documental, sino también de una comunicación estratégica que servía y sirve como fundamento para crear conocimientos, para intercambiar también desde los conocimientos en temas de la ciencias sociales, políticas, económicas y de la salud, entre otras”, dijo Vila. Todo ello, con una mirada y una poética propias, que dicta pautas y llega a los corazones, pone a reflexionar a quienes observan los audiovisuales en la sala oscura y, no de ahora, hace sonar las alarmas sociales.
Según compartió la realizadora, las temáticas que han abordado “surgen de la propia vida que tiene Palomas, ese día a día en que recibimos a tantas personas, que vienen a contar sus historias, a que les acompañemos y, en la mayoría de los casos, tengo que decir con mucho pesar, no muchas han sido resueltas”. Son temas, dijo, “que traen de dolor, desesperanza, denuncia y necesidad de reparación, comienzan a ser parte de ese reservorio de asuntos importantes de las realidades cubanas”.
Según dijo la creadora, “Palomas” practica desde hace años el artivismo, término que unió al arte, las manifestaciones artísticas y las artes visuales, fusionado con el activismo social.
Para la realización de sus audiovisuales, “Palomas” ha tenido el acompañamiento de instituciones y organizaciones no gobernamentales nacionales e internacionales y de proyectos de embajadas radicadas en Cuba.
En estos 20 años, hemos cumplido con esos propósitos fundacionales de resaltar y entregar -hasta donde lleguemos-, a las políticas públicas de nuestra nación esas realidades que están todavía tan en los bordes y que no encuentran ese rumbo, ese recorrido de soluciones y esas demandas se van sumando y son las deudas que siente también Palomas, no solamente a las personas que sufren, sino también a la nación cubana”, porque uno de sus postulados fundacionales era darle curso a esas demandas y que también tuvieran resultados satisfactorios y “ahí hay una grieta muy profunda”, destacó.
Palomas, para no pocos ha sido una escuela. De acuerdo con la realizadora, en sus dos décadas, han entrado y salido diferentes personas, sobre todo jóvenes que se han formado y han cogido el rumbo que han querido tomar, pero sí han cogido el rumbo muy bien preparados. Incluso los no tan jóvenes, apunta, “se forjaron en los temas de la igualdad, de la justicia de género, social y la ambiental y se nutrieron de toda esta capacidad de solidaridad que ha intentado tener Palomas y a lo que se ha consagrado en estos 20 años”.
Según Sergio Cabrera, coordinador general del proyecto, destaca que el acompañamiento tiene un alcance hasta diferentes instituciones que les solicitan talleres, proyeccción de sus documentales.
Igualmente, destacó, han intentado poner en los espacios públicos conceptos que pueden iluminar a las políticas públicas. “Palomas se ha caracterizado por romper esos esquemas e introducir términos como la resiliencia de las cubanas y los cubanos, las masculinidades críticas y la defensa de esa mirada interseccional, para que las políticas públicas puedan entender que las vidas no son números, que existen muchas realidades que pasan no solamente por las historias, sino también por las situaciones que las personas tienen a su alrededor”.
Incansables, en tiempos de pandemia crearon en Whatsapp el grupo Acontecer de Palomas, que ha permitido conectar personas y dar solución a necesidades de medicamentos, a partir del intercambio y de donaciones de cubanas y cubanos de buena voluntad, quienes, en medio de las carencias, han hallado en sus hogares tabletas y otros recursos que demandaban enfermos a lo largo de toda Cuba.
El mayor reto para este colectivo es seguir volando, tendiendo puentes, destapando brechas, mientras les queden historias por contar.
Lizette Vila: mujer y «artivista»
Gabriela Sánchez - Revista Cine Cubano
Lizette Vila es una mujer que desborda arrojo, energías, temperamento, pasiones. Habla con una cadencia poco usual, como saboreando las palabras o haciendo de la voz un instrumento para musicalizar sus ideas. Lizette piensa en sonidos. Lo hace cuando descubre un personaje, una historia, una situación de dolor. Escucha sus documentales antes de verlos. «Es algo que no sabría explicar ni expresar de otra manera». Musicalizadora de formación, y consagrada luego a la realización documental, su travesía por el audiovisual cubano ha llevado implícita desde la génesis una impronta tan fuerte de la música como de sensibilidad y resiliencia.
Hace veinte años Lizette soñó Palomas. Entonces no era siquiera un proyecto, nacía de ideas que le rondaban de talleres de género y creación audiovisual, de las experiencias de vida que conocía o de su necesidad innata por acompañar y aliviar el dolor. Su tránsito por la UNEAC y programas de la televisión cubana como Hurón azul, Nuestra mirada y Te lo cuentan las estrellas, en el rol de directora general, coadyuvó a alimentar sus ansias por fundar un espacio de género y diversidad creativo, donde la mujer fuera el epicentro, un espacio donde el arte hiciera activismo social y el «artivismo» fuera una panacea para la vida. Así, vio la luz en junio de 2002 el Proyecto Palomas, bajo resolución refrendada por el Ministerio de Justicia y apoyada por el ICAIC.
Cuenta Lizette que su sede fue antes una peluquería para acomodadoras y taquilleras de los cines de la capital, motivo suficiente para que quedara prendada de cada rincón de la minúscula casita, enclavada en la calle Almendares, de Plaza de la Revolución, en los alrededores de lo que ha sido, desde antes de 1959, un grupo de locales relacionados con el trabajo de la industria cinematográfica. Ahora, convertido en Casa Productora de Audiovisuales para el Activismo Social, el inmueble resulta un hogar para creadores, colaboradores, testimoniantes, vecinos. Es un sitio que evoca familiaridad y cercanía desde su propia estructura, concebida a manera de morada. Una casa que abre sus puertas a las seis de la mañana, «porque creemos que la madrugada está enraizada en el dolor, la angustia». Inundada por el aroma de incienso y té, allí el arte lo mismo brota de los techos a modo de exposición pictórica que llega de manos de una servilleta hecha origami.
Desde ese lugar se ha generado toda la labor de Palomas. Un proyecto que es hoy un referente en materia de «artivismo», que lejos de regodearse en sus aportes, sufre el registro diario de historias que ponen rostro a las agonías humanas, porque esa es su esencia, acompañar. A Palomas, Lizette Vila ha dedicado las últimas dos décadas de su trayectoria, y, no lo oculta, vive plenamente enamorada de lo que hace.
¿De dónde nace el interés por el activismo social?
Nace de mí. Yo nací en un barrio muy humilde en el Cerro. Mi madre era trabajadora social y atendía fundamentalmente a las mujeres. Entonces, viene de mi experiencia personal y de las historias que me rodearon desde niña. También viene de que soy una mujer sobreviviente de muchos tipos de violencia, sobre todo estructural, ejercida por el patriarcado.
Por eso fundé Palomas. Al principio era solo un proyecto con la finalidad de fomentar la cultura de paz, sin fines de lucro y de carácter humanista. Luego, en un intercambio con varias ONG adoptamos el nombre de Casa Productora de Audiovisuales para el Activismo Social, lo que definió aún más su identidad y derroteros.
Desde sus orígenes, Palomas se concibió como un escenario de denuncia y reparación. No existe objetivo más importante para el proyecto que fomentar la democracia humana, la justicia de género, social, ambiental. De ahí que el principal valor de su obra sea la visibilización de temas e historias muchas veces subterráneas, no con un interés primordialmente estético, sino como vehículo para suscitar reflexión, cambio.
No hay una sola obra de Palomas que no tenga un trasfondo investigativo, científico. Nos nutrimos de investigaciones de universidades e instituciones científicas. El resultado es el audiovisual, pero la esencia es el acompañamiento en el dolor y en el tránsito a la reparación, la resiliencia. Es una manera de producir muy singular.
¿Cuáles fueron los retos de crear una casa productora con estas características?
El primer reto fue económico. Luego debíamos vincularnos a instituciones de la sociedad civil a las que les interesaran estos temas, pues como Palomas no tiene personalidad jurídica, dependíamos del interés de otras organizaciones para desarrollar los proyectos. Comenzamos sin ningún recurso, de ahí mi gratitud infinita al ICAIC, porque nos cobijó. Su apoyo ha sido vital tanto en materia de infraestructura y financiamiento como de distribución y exhibición de nuestros audiovisuales, lo cual además de solidificar nuestro trabajo, lo sentimos como un incentivo a nivel emocional y artístico.
Palomas ha bebido de muchas tendencias académicas, humanistas, de la pedagogía de paz, de la ternura, de la teoría política del amor, a partir del intercambio con grupos y universidades internacionales. Precisamente por eso, creemos profundamente en las alianzas. Desde Palomas se ha incentivado la formación en teorías de género y el trabajo con casas de orientación a la mujer de la Federación de Mujeres Cubanas, la Fiscalía, el Centro Nacional de Educación Sexual, centros de psicología.
Todo ello fue creando una perspectiva y una estrategia comunicacional para la obra de Palomas. Fueron experiencias que nos dotaron de algunos conceptos que ahora son básicos en el proceso de producción, como la transdisciplinariedad y la interseccionalidad. Nuestro discurso se basa en esos principios. A partir de la interseccionalidad (edad, color de la piel, formación educacional, situación económica, discapacidades) seleccionamos las historias de vida, mientras que lo transdiciplinar nos aporta una perspectiva holística de los enfoques que atraviesan cada uno de esos relatos. Todo el tiempo nos estamos superando, investigando, por eso es un proyecto y nunca será nada más que eso, porque va acompañando a su ritmo a las realidades cubanas, que cambian constantemente.
En casi veinte años de existencia Palomas ha logrado hacerse con una producción audiovisual que excede los ochenta materiales. Cortometrajes y mediometrajes en su mayoría, muchos de los documentales del proyecto han sido pioneros en poner en tesitura pública tópicos como la violencia de género, la mujer en el ámbito rural, el travestismo, la transexualidad, las discapacidades, la disfuncionalidad social y familiar, el sida, etcétera, desentrañándolos con perspectiva crítica, mostrando su realidad a través de los rostros de quienes la viven cotidianamente. En temas tan humanamente delicados como estos, ¿cuál es la clave de Palomas para lograr tal grado de intimidad con los protagonistas?
Todo comenzó desde la confianza, como acompañamiento. Las historias de vida vienen de las mismas personas que se nos acercan. A diario recibimos llamadas de todo el país de personas que buscan ser escuchadas y que encuentran en el proyecto una manera de levantar su voz. Por eso, todos sus protagonistas dan el rostro. A partir de ahí, trabajamos sobre una ruta de tres ejes: nos informamos de los temas, nos comunicamos con esas personas y con especialistas para realizar la selección, los enfoques, y por último realizamos la comunicación audiovisual.
Pudiera parecer que por la amplitud de facetas que abarca el trabajo de Palomas el número de sus miembros estuviera en correspondencia. Sin embargo, el equipo del proyecto consta solo de manera oficial con profesionales de la realización, y el resto resultan colaboradores que los asisten en temas de las ciencias sociales o protagonistas devenidos activistas, etcétera.
Sí, aunque todos han adquirido conocimientos para definir, decantar, elementos sociológicos, y también se han formado en especialidades artísticas. Es un proceso de labor humanista integral. Además, curiosamente, nuestro equipo está formado mayoritariamente por hombres. Eso habla de la filosofía y esencia del proyecto, de la igualdad de género, pues la intención es potenciar la instrucción de los hombres en el pensamiento feminista. Esa interseccionalidad entre hombres y mujeres es lo que hace de Palomas un espacio de democracia humana.
¿Qué caracteriza la obra audiovisual de Palomas?
Con respecto a la visualidad hemos tratado que la fotografía y la iluminación sean de excelencia, tanto en su creatividad como en sus parámetros técnicos, conocimientos que adquirí con mis experiencias precedentes en televisión. Buscamos registrar la imagen del ser humano en su multidimensionalidad, pues no hay un solo rostro, y de esa manera concebimos nuestras filmaciones, a tres cámaras, buscando mostrar cada dimensión.
En cuanto al sonido, respetamos y priorizamos el registro sonoro del ambiente de las entrevistas, de los exteriores. A veces hemos tenido que recrear esas bandas sonoras, aunque apostamos por captarlas en sus espacios naturales.
Pero por encima de sus principios comunicacionales, lo más interesante de Palomas es apelar a la conciencia emotiva, lograr, desde esos testimonios de tan fuerte dramatismo por ser historias estremecedoras de sobrevivencia, una urdimbre audiovisual que permita un acercamiento a los públicos sin agredirlos, que no genere la misma violencia que estamos denunciando y sin traicionar a su vez lo que queremos denunciar.
¿Cuánto de su formación musical está impregnado en la obra de Palomas?
La estructura musical que aprendí en mi formación la aplico siempre en el documental. Por eso uso tanto la yuxtaposición de imágenes, de discursos orales, de flash foward y flash back, a partir del sentido de improvisación que provoca la música, el tempo. Cada documental, desde su fase de investigación, lo oigo primero. Es algo personal e intuitivo. Eso ni se explica, ni lo puedo expresar de otra manera. Siento el dolor sonoramente, siento la denuncia sonoramente y siento la sanación sonoramente. Creo que uno de los recursos que consolidan la obra de Palomas son sus bandas sonoras.
¿Qué significa la familia para Palomas?
Palomas promueve la familia social. En todos nuestros encuentros de paz hablamos de su significación, de su trascendencia, mucho más allá de la familia biológica, en tanto abarca lo afectivo y las relaciones humanas. Por eso apostamos por una atmósfera hogareña, y trasmitirle esa misma sensación a todo el que se acerca a nosotros, pues se trata de apoyarlos desde la cercanía. Los discursos nuestros no son en primera persona, pero sí calan en lo profundo de cada persona, porque nos ponemos a su lado y no los sustituimos, no les ponemos voz, sino que ellos le ponen voz a la obra de Palomas, y eso es un respeto a la democracia humana.
En situaciones normales, lejos de pandemias y distanciamientos sociales, las presentaciones de Palomas son un fenómeno llamativo en materia de convocatoria en las salas de proyección. Se trata de un performance o una suerte de espectáculo teatral que abarca todos los sentidos: aromas, sonidos, imágenes. Una presentación atípica como la misma esencia del proyecto, pero que suscita una fuerte identificación de las audiencias.
Todo el equipo siempre recibe a las personas a la entrada del cine, con origamis, el aroma que crea Habana 1791 exclusivamente para cada documental. A veces cantamos «Quiéreme mucho», entregamos donativos, documentos formativos sobre el tema. Inauguramos una exposición fotográfica para cada obra e incluso coordinamos conversatorios previos con especialistas en los temas que aborda el audiovisual. Tratamos que la puesta del documental tenga una relación formativa y afectiva con el público. Muchas veces son presentados por artistas, actores, actrices. Luego ocurre la proyección, como colofón de las actividades.
Tenemos un público muy cercano y afectivo. Hay mucha empatía con Palomas, pero también hay muchos públicos que van a vernos por primera vez, siempre que nos presentamos en los cines. La gente quiere verse, que se reconozca su dolor, sus esperanzas, sueños.
El día que se estrenó Mujeres… resiliencia, derechos a la vida (2019) fue crítico por la situación energética que atravesaba el país. Creímos que iría muy poca gente, por el déficit de transporte, y nos sorprendimos porque el cine cerró por capacidad antes de la hora del estreno y tuvimos que hacer una segunda función. Me gustaría que se estudiara eso sociológicamente, qué motiva a las audiencias de Paloma. Más allá de la promoción que pueda generarse a través del proyecto o de los medios, existe una convocatoria más espontánea provocada por las historias y nuestro discurso.
Aun cuando la recepción de la obra de Palomas cuente con tan buenos índices, también pudiera resultar común encontrar criterios estereotipados, prejuicios. ¿Cómo lo asume Lizette Vila?
Tenemos muchas dificultades aún en la apreciación de nuestra obra, con juicios llenos de prejuicios, pero no es algo que nos amilane ni nos disguste, pues deben existir criterios de todo tipo. Lo que pasa es que cuando hay una obra que está acompañando el sufrimiento humano, esa persona debe ser muy humana para expresarse. No solo hemos luchado contra las expresiones de violencia, sino también contra los pensamientos calcados desde el dogma. Hemos atravesado montones de obstáculos, es algo a lo que estamos acostumbrados.
¿Qué documentales la han marcado más?
Me marcaron para mi vida personal, creativa y humana sobre todo dos: Y hembra es el alma mía (1994) y Gracias a la vida (1998). Dos obras que fueron pioneras en sus temas: la transexualidad y la discapacidad. Fueron muy desafiantes, pues no existían referencias en Cuba. Pero todos los documentales de Palomas tienen su momento y su valor para mí, porque cada uno marca un ciclo de vida del proyecto.
¿Cuál define como el momento de mayor satisfacción para Palomas?
Siempre digo que Palomas no tiene ningún logro, y eso me entristece, porque llegan muchas personas a las que no podemos acompañar hasta el final. Siguen apareciendo personas que viven en cautiverio, tanto físico como emocional, que no logran que las oigan, y duele y preocupa que un proyecto erigido desde la justicia social no pueda solucionar sus problemas.
Por eso creo que Palomas no ha alcanzado ningún logro o al menos ejercer una verdadera influencia. Creo que la responsabilidad, el compromiso, la lealtad de un artista con su nación es que pueda lograr algo. Fracasamos socialmente, porque aún debemos registrar esas historias.
Si debiera reconocer un logro de Palomas sería su expresividad artística y humanista, concebida de un modo cívico, como crítica para reparar. Lo más satisfactorio que experimentamos es ver cómo la mayoría de las personas cambian sus vidas a partir de nuestro trabajo, en su manera de expresarse y sentirse, gracias al calor humano que reciben en las salas de cine, la solidaridad que les transmiten los públicos. Ninguna de las personas que expresan su testimonio se quedan en el documental, muchos se convierten en activistas desde el voluntariado, otros han podido repararse con fuerza y darle solución, y otros dependen de las respuestas de las instituciones.
¿En qué trabaja por estos días el proyecto Palomas?
Actualmente, la Casa Productora de Audiovisuales para el Activismo Social desarrolla su segundo proyecto perteneciente a La Fábrica de Felicidad, una iniciativa creada en 2012 que se fundamenta en que la felicidad no es un azar ni un destino, sino un proyecto de vida concreto, que no es un derecho humano, pero sí es el disfrute pleno de los derechos humanos. Es un discurso resiliente para producir afectos, solidaridad, dignidad, libertad, en contextos desfavorables, bien desde talleres como desde los audiovisuales.
Nuestra próxima fábrica será sobre la «abuelidad» a partir de tres cortos, como acompañamiento al referéndum que ocurrirá sobre el código de familia. Igual que la maternidad y la paternidad aparecen en el código, apostamos porque la «abuelidad» también lo haga. Será nuestra manera de combatir el edadismo, una forma discriminatoria a partir de las edades, en este caso la gerontofobia, la exclusión y abandono de las personas mayores.
También estrenamos recientemente el documental Ellas, sus cuidados y cuidadores, el cual, a raíz de la complejidad sanitaria de la COVID-19, debió estrenarse online y con presentaciones en grupos de WhatsApp. Este es un mundo nuevo, pero creo que soy un poco del medioevo y confío en que pronto podamos volver a los cines. También me gustaría que la obra de Palomas tuviera más espacio en la televisión nacional. Nuestros audiovisuales siguen siendo subterráneos, y este es un clamor de varios creadores cubanos. Debe existir una política de difusión para que, dentro de este proyecto de nación, la creación audiovisual tenga un espacio de legitimidad, porque esa es la forma en que nos hacemos parte, cívicamente y dignamente, de la sociedad cubana.
Ni siquiera la crisis epidemiológica actual ha podido frenar el quehacer del colectivo liderado por Lizette Vila. En tiempos donde las industrias, las casas productoras, han disminuido su producción, ellos suman retos, se reinventan y crean. No paran de crear. Así, en esa paz imperfecta que define Lizette como el espíritu de Palomas, deberá sorprenderlos junio y el nuevo aniversario. Para entonces seguramente ella ya habrá imaginado en sonidos otro documental, otras historias y sensaciones, esas que jamás traicionan su esencia de mujer y artivista, en ese orden.
(Fuente: cubainformacion.tv)