Una película que busca sugerir las cuestiones cruciales, libertad sexual y estética, la incomunicación o el abuso, desde una óptica feminista

La directora argentina Inés María Barrionuevo  revela aquí dos fuertes personalidades, la de ella como sutil captora y modeladora de estados de ánimo e interiores de vida emocional y la de su joven protagonista, Camila, 17 años, que convierte su enorme estrépito interior sin que aflore apenas una leve estridencia y con una serena armonía que acentúa aún más lo enigmático de su pensamiento y proceder.

La actriz Nina Dziembrowski apenas necesita hablar de sus sentimientos para que su personaje se haga oír, entender y comprender aun en sus disonancias.

La película tiene, naturalmente, vocación de retrato generacional y vemos a Camila en su desánimo por conectar en su casa, en su nuevo colegio y entorno…, su tú a tú con esa época de su vida tan llena de finales y atiborrada de principios; la cámara de la directora tiene la misión de mostrar a Camila en su islote, sin cohetería ni subrayados, y su proceso de maduración, que consiste en soltar unas amarras y no dejarse atrapar por otras: hay al menos un par de escenas con su madre realmente intensas y profundas y que puntúan la calidad interpretativa de Adriana Ferrer.

Al ser película 'de chicas' busca sugerir las cuestiones cruciales, libertad sexual y estética, la incomunicación o el abuso, desde una óptica feminista y con las 'razones' de la juventud, tan incuestionables mientras duran. Y si bien no busca en el fondo de Camila y coetáneos algo realmente innovador, la directora, Inés María Barrionuevo, sí se esfuerza en que su retrato o relato no caiga en la vulgaridad de lo explícito y se explique con ese privilegio de suspense y confusión propios de la adolescencia.