CRÍTICA



  • "Regra 34", del placer como acto político
    Por Muriel del Don


    La película de Júlia Murat, ganadora del "Leopardo de Oro", pone en escena la búsqueda obsesiva, a la vez exaltante y peligrosa, del placer como acto político.

    Después de darse a conocer ante el público y la crítica con sus dos primeros largometrajes (Historias que só existem quando lembradas, que se estrenó en las Giornate degli autori de Venecia en 2011, y Pendular, ganadora del premio FIPRESCI en la sección Panorama de la Berlinale en 2017), la directora brasileña Júlia Murat ha ganado el "Leopardo de Oro" en la Competición Internacional del Festival de Locarno con su tercer trabajo, la poderosa "Regra 34" (una coproducción entre Brasil y Francia). A años luz de los clichés vinculados a una representación consensuada o, peor aún, edulcorada y romantizada de la sexualidad (concretamente "femenina"), Murat propone que acompañemos a la protagonista de su película a través de los oscuros recovecos de sus fantasías eróticas, en busca de un placer que ya no es solo físico, sino también (y sobre todo) político.

    Simone (Sol Miranda) es una estudiante de derecho que lucha por defender a las mujeres en casos de violencia doméstica. Aunque se implica de forma concienzuda y escrupulosa en estas causas, en su vida privada Simone explora los límites de las pulsiones eróticas vinculadas al universo BDSM. Para poder pagar las facturas, la protagonista expone su cuerpo en Chaturbate, un sitio porno donde interpreta escenas sexuales en directo. Consciente de sus privilegios como una profesional educada e independiente, Simone cree que puede explorar su sexualidad sin rendir cuentas a nadie, como dueña de un cuerpo del que dispone a su antojo. A pesar de eso, no olvida lo que significa ser una mujer negra en Brasil (y la sociedad se lo recuerda constantemente), así como la vulnerabilidad que acompaña a esta 'etiqueta' a nivel social e histórico.

    Su nuevo trabajo como consultora legal en una institución que trata casos de violencia doméstica le permite enfrentarse a la crudeza de una sociedad dominada por una masculinidad abusiva que presenta implicaciones catastróficas. La monstruosa realidad choca frontalmente con las teorías que sus profesores enseñan en clase, y que sustentan un sistema jurídico evidentemente injusto, pero necesario. Simone trata de conciliar su sueño idealista de una sociedad mejor, más justa e igualitaria, con el racionalismo clínico de un sistema legal desconectado de la realidad, privilegiado e insolente.

    Dividida entre la violencia de género que sufren las mujeres a diario y sus propios deseos eróticos, Simone se enfrenta a un verdadero dilema existencial. En un mundo radicalmente diferente al de las clases universitarias, y acompañada en la distancia por su amiga Nat (Isabella Mariotto), la protagonista de "Regra 34" comienza a experimentar con prácticas sexuales de BDSM. En sus experimentos nocturnos la acompañan sus amigos y amantes, Lucía (Lorena Comparato) y Coyote (Lucas Andrade), mientras Simone se muestra despreocupada ante los riesgos que implican ciertas prácticas en las que la realidad y la fantasía se confunden peligrosamente.

    La racionalidad necesaria para representar su papel de abogada parece desvanecerse gradualmente, dando paso a una Simone dispuesta a todo para explorar unos impulsos que ya no quiere controlar. En este universo de instintos y violencia las reglas no existen, por lo que cada uno debe decidir cómo de lejos quiere llegar y cuánto están dispuestos a acercarse a un precipicio que los atrae como un imán.

    “Lo que me interesa actualmente son los debates sobre género, raza y descolonialismo promovidos por el movimiento negro en Brasil, que revelan un sistema opresor que nos mantiene encerradas”, asegura Júlia Murat, y esto es precisamente lo que hace con "Regra 34", donde el sexo se convierte en un arma de liberación contra un sistema patriarcal colonial e injusto que se considera invencible. En este caso, el sexo es marcadamente político, un acto que, a pesar de su radicalidad, le permite a la protagonista reapropiarse de su cuerpo, así como experimentar con instintos que la sociedad rechaza y suele catalogar como 'anómalos'.

    Esta es una producción de las brasileñas Esquina Filmes y Bubbles Project, coproducida por la firma francesa Still Moving y la también brasileña Imovision.

    (Fuente: Cineuropa.org)


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