ARTÍCULO



  • Leonera forma parte de tres filmes argentinos tras las rejas
    Por Julia Montesoro


    Tres films argentinos, tras las rejas: Varias películas que se conocerán este año cuentan historias de hombres y mujeres privados de la libertad, entre ellas Leonera, de Pablo Trapero, y Unidad 25, de Alejo Hoijman
    Las pesadas rejas de la cárcel se abrieron, en los últimos tiempos, a incontables cámaras de televisión, ávidas de husmear -generalmente, con más urgencia de rating que profundidad- el universo "tumbero".

    Ahora es el cine argentino el que traspone los barrotes. Distintos cineastas locales ingresaron a la cárcel (ver recuadro). Las suyas son menos un puñado de películas sobre la prisión que sobre diversos procesos de transformación que viven sus respectivos protagonistas.

    Desde la ficción, Pablo Trapero aborda en Leonera -que se estrenará el jueves en las salas locales- la historia de una reclusa que deberá criar a su bebe tras las rejas. Julia Zárate (Martina Gusmán) "comienza a sentirse madre casi sin quererlo -señala el director- y comprende que lo único que le importa es la criatura que la acompaña, que no hay para ella más vida que la de ese niño".

    El eje temático del quinto film de Trapero es la maternidad en prisión. Para contar todo esto, entre septiembre y noviembre de 2007, se instaló con actores y técnicos en distintas penitenciarías bonaerenses. "En la etapa de trabajo previo nos encontramos ante una realidad muy dura -comenta el cineasta-. Pero también estaba atravesada por muchas situaciones de solidaridad, de ternura y de compañerismo que evidentemente hacen que sea soportable una situación tan extrema como la de criar a un hijo en la cárcel. Eso fue un eje a lo largo de todo el film, y también se ve en la película. Porque, por supuesto, pasan cosas muy tremendas en una cárcel. Pero aunque parezca contrastante, ésa también es la vida cotidiana de mucha gente. En este caso, de mujeres y niños."

    Si bien todas las escenas de presidio que se ven en Leonera se filmaron en penitenciarías, "las reclusas con niños que aparecen en esos pasajes de la película fueron recreadas por actores", apunta Trapero, quien para rodar en esos penales, tuvo que ajustarse a "muchas condiciones de seguridad" fijadas por el servicio penitenciario bonaerense. "Por ejemplo -explica el director-, cada vez que hubiera chicos en la escena, no tenían que participar internas que actuaran. Y cuando había internas que intervenían como actrices, se desplegaba todo un sistema de seguridad. O si necesitábamos algún elemento que estaba en el camión de rodaje, había que hacer todos los trámites de salida (huellas dactilares, el control de documentos, la requisa). Y al volver a entrar a la cárcel, hacerlos de nuevo. Entonces, cada vez que trabajamos con internos hubo un funcionamiento más parecido al de una cárcel que al de un set de rodaje."

    "Todo el proceso de Leonera fue muy enriquecedor y conmovedor", recuerda Trapero, que mientras preparaba esta película dirigió el documental Intersecciones (producido por la Secretaría de Cultura de la Nación para el ciclo Fronteras argentinas ), cuyo tema es afín al escenario donde transcurre su quinto largo. En este caso, cuenta el realizador, es "un ensayo respecto de la frontera literal que es la cárcel: los trámites administrativos que se hacen para ingresar o salir de allí; la frontera física que son los muros de una prisión; toda esa vida de salidas transitorias, por estudios, por casamiento y otras situaciones", que para Trapero, "tenían que ver con el relato de un momento en la cárcel que quizá no es el más visto", y que define como "ese espacio entre la libertad y la no libertad".

    La unidad de Devoto fue la "locación" donde Juan Carlos Andrade y Dieguillo Fernández filmaron y preestrenaron el documental realizado por ambos, No ser Dios y cuidarlos: estudiar en la cárcel . Con el apoyo de "un incondicional equipo técnico", según destacan los codirectores, entre diciembre de 2004 y marzo último accedieron a los confines de este penal de máxima seguridad entre cuyos muros funciona, desde hace 23 años, el Centro Universitario Devoto.

    Acerca de esta experiencia sin precedente a nivel mundial y del "cambio de autopercepción" que ella genera en los reclusos que allí estudian, trata la ópera prima, que está en fase de ampliación a 35 milímetros, para su lanzamiento en cines. "La idea es estrenarla entre mediados de mayo y principios de junio", informan sus realizadores, que a comienzos de abril exhibieron la película en la cárcel de Devoto. "A esa proyección concurrieron los 200 presos que estudian en el CUD, el doctor Raúl Zaffaroni, autoridades del servicio penitenciario y parte del equipo técnico -comenta Fernández-. Fue una experiencia muy intensa y conmovedora. Creo que en la Argentina fue la primera vez que un largo se estrenó primero en una cárcel, que hombres presos pudieron ver un film antes que hombres libres."

    Conducido por los propios detenidos, con autogestión y autodisciplina, el CUD "abrió un resquicio en sus vidas y en sus expectativas de futuro", explican los cineastas. "Es la primera experiencia que posibilita la existencia de un espacio universitario dentro de una prisión -señala Dieguillo Fernández-, para que día tras día, 200 internos combatieran por algunas horas el hacinamiento y la violencia que viven en los pabellones estudiando alguna de las cuatro carreras que profesores de la Universidad de Buenos Aires dictan allí".

    Hasta el momento, más de 60 internos se graduaron en las distintas carreras (abogacía, ciencias económicas, psicología y sociología) y la película sigue a varios de ellos, cuando concurren a la Facultad de Derecho de la UBA y se mezclan con los alumnos externos a punto de recibirse. Al registro de estos momentos, de la vida en el penal y, en particular, de ese singular espacio de libertad aún estando privado de ella, el film suma testimonios de alumnos detenidos, egresados del CUD que hoy ejercen sus profesiones en libertad, de Raúl Zaffaroni, juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, de profesores y autoridades de la Universidad, de los fundadores del Centro (entre ellos, Sergio Schoklender), y de funcionarios del Servicio Penitenciario Federal. La canción No ser Dios y cuidarlos , de Leonardo Favio, además de inspirar el título del documental, forma parte de su banda sonora. "Para nosotros -comenta Fernández- es un honor que Favio hubiera aceptado dejarnos usar el tema, y sobre todo como nombre de la película."

    En el caso de Unidad 25 , de Alejo Hoijman, que se alzó con el premio al mejor film de la competencia argentina en el último Bafici, la película fue presentada por el director como "un documental de observación filmado en la única cárcel iglesia que existe en el país. Es una observación sobre el proceso de adoctrinamiento y transformación de un preso que llega a este penal cuyos internos intentan convertir al evangelismo".

    Para contar esta historia, Hoijman llevó su cámara al correccional bonaerense del título e hizo foco particularmente en uno de los internos, Simón Pedro, el protagonista del largo que antes de fin de año estará en los cines del país. Unidad 25 demandó al director y su equipo cuatro años de preproducción, rodaje y postproducción, "con largos meses, días y noches en la cárcel, hasta fundirnos en su cotidianidad", contó el cineasta, desayunando, almorzando y "a veces hasta cenando dentro de las celdas con los internos". Con respecto a la producción, la complejidad estuvo en el ámbito del rodaje. "Fue muy complicado obtener el permiso de todas las autoridades del servicio penitenciario, de los 250 presos y 30 guardiacárceles que trabajan en la unidad -señaló Hoijman-. Pero la apuesta más compleja fue encontrar a nuestro personaje, porque la película es el proceso de transformación de un preso desde el momento en el que está entrando a la cárcel. Es imposible planificar quién llega a prisión. Así que filmamos a varios personajes, y después nos quedamos con uno como protagonista". Algunos detenidos ignoraban olímpicamente al equipo de rodaje. "Pero a los que nos autorizaban a filmarlos, les poníamos el micrófono a la mañana, encendíamos la cámara, y al rato ya se olvidaban de ella y casi hasta de nosotros", contó el realizador, que registró, en total, 85 horas de grabaciones para un film de 94 minutos de duración.


     


    (Fuente: Lanación.com)


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