CRÍTICA



  • "La hija de todas las rabias", un sentido y potente retrato de lo bello haciéndose paso entre lo feo
    Por David González


    La directora nicaragüense Laura Baumeister firma un sentido y potente retrato de lo bello haciéndose paso entre lo feo, con un pie en la miseria y otro en el realismo mágico

    ¿Cómo sustraer belleza de lo feo? ¿Cómo capturar ternura y esperanza en la miseria más absoluta, e incluso, si llega, en el momento más oscuro de todos? Sobre estas cuestiones parece erigirse "La hija de todas las rabias", la ópera prima de la directora nicaragüense Laura Baumeister. De todos los lugares de mayor belleza que ofrece Nicaragua, un país en donde prácticamente no se ha realizado cine hasta la fecha, la cineasta ha elegido el basurero de La Chureca, el más grande de su país, una zona evidentemente desagraciada en donde ha crecido una comunidad de personas alrededor de los deshechos de Managua. La mitad de esa comunidad son menores de 18 años.

    Una de esas niñas, María (la vibrante Ara Alejandra Medal), es en la que la película de Baumeister, proyectada en la sección Discovery de Toronto y ahora en la de New Directors del 70° Festival de San Sebastián, posa la mirada. En ella y en su relación con su madre Lilibeth (una determinada Virginia Sevilla García), ya que es su lazo inquebrantable a pesar de todo, el que mueve la cinta de principio a fin. Ambas viven de lo que pueden, y cuando uno de sus planes para ganarse la vida, la venta de los cachorros de su perra, sale mal por culpa de María, ese lazo se estira hasta casi romperse. Lilibeth se lleva a María a una fábrica de reciclaje cercana en donde un grupo de niños trabaja procesando la basura del vertedero, en contra de la niña, que no quiere dejar a su madre por nada del mundo.

    La fuerza de Lilibeth para transmitirle a María la necesidad de luchar por sobrevivir vertebra la película. Lilibeth enseña a María a comportarse como un animal salvaje, como una pantera, jugando como dos felinos en la arena que rodea su chabola. Las escenas de intimidad y complicidad entre ambas destilan gran sensibilidad y potencia emocional, y es en su roce con el realismo mágico en donde la película llega a su máximo esplendor.

    Ese realismo mágico, de tradición tan latinoamericana (y haciendo pie en propuestas cinematográficas recientes como por ejemplo Bestias del sur salvaje de Benh Zeitlin), impregna pues la película, que parte de un contexto de miseria, y viaja luego por uno de pérdida y finalmente desgracia, consiguiendo momentos de verdadera belleza (a la que contribuye la brillante y exuberante banda sonora de Para One, colaborador habitual de Céline Sciamma). Se podrán hacer valoraciones de la cinta con un matiz negativo (otra película latinoamericana sobre la miseria) pero el talento de Baumeister detrás de la cámara consigue insuflar sentido, vida y originalidad a la propuesta.

    La hija de todas las rabias está producida por la compañía nicaragüense Felipa Films y la mexicana Marthfilms, con coproducción de la neerlandesa Halal, la alemana Heimatfilms, la francesa Promenades Films, la noruega Dag Hoel y las españolas Cardón Pictures y Nephilim Producciones. De sus ventas internacionales se ocupa la belga Be for Films.

    (Fuente: Cineuropa.org)


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