"La mujer salvaje" (2023) fue recién estrenada en el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF) en la sección Discovery. Sinceridad y empatía son dos actitudes muy útiles a la hora de visionar esta ópera prima del realizador cubano Alán González.
Ambas nociones son importantes no solo porque el director haya decidido acercarse desde estas a la historia como co-guionista (junto a Nuri Duarte), sino porque también desde ahí se aproximan el elenco y el resto del equipo de realización.
Los callejones de un guión
Hablar de sinceridad en el cine no necesariamente implica hablar de realismo, aunque tal sea el tono de la película. Hablar de sinceridad en el cine es asumir que se construye una historia bajo ciertas pautas y que, aunque como guionista o director se tengan muchas preocupaciones sociales que compartir, estas no pueden terminar destruyendo la película.
La historia de la mujer… no propone una estructura fija y maniquea, sino un itinerario sinuoso. Como cada callejón o loma barrial que atraviesa y zigzagea Yolanda (Lola Amores), así va doblando o sorprendiendo su trama. Es bueno sentarse a ver este filme sin presuponer ni prejuzgar, y dispuesto a escuchar —que es también parte del buen observar— lo que tiene esta mujer para sentir.
Hay que esperar hasta el último minuto del filme para poder valorar la completitud de los personajes, específicamente del protagónico femenino, que es una mujer con mucha fuerza en el ámbito maternal, y que a la vez emplea ese mismo poderío en la búsqueda de su libertad.
Acorde avanza en su día, no deja de sufrir miedos machistas y juicios patriarcales, los cuales no son algo externo, son también parte de ella. Pero con cada plano medio o close up del personaje los espectadores pueden sentir cómo los va soltando y, con ello, alcanzando su liberación.
En las entrañas del barrio
Igual que en otros clásicos cubanos como "De cierta manera" (Dir. Sara Gómez, 1977), el barrio en La mujer… es otro personaje, un ente vivo. Los lugares no son simples locaciones, son momentos, rutas dramáticas que le van dando señales tanto a los personajes como al propio espectador.
El proyecto de Alán González favorecido en la segunda convocatoria del Fondo de Fomento del Cine Cubano tuvo su estreno en el Festival Internacional de Cine de Toronto.
¿Qué es el barrio sino la realidad más inmediata del ser humano? El lugar donde naces o creces no es malo, no es marginal, es el lugar donde se vive diariamente. En la cotidianidad —específicamente en la cubana— no hay tiempo para alejarse de la misma a valorar cuan marginal, o no, puede ser ese lugar que habitamos.
En ese sentido, el filme rechaza el regodeo contemplativo de la “pornomiseria”. En los planos concebidos por Lorenzo Casadio, la cámara es el ojo que mira y permite conformar un panorama de objetos, calles, bloques, que cuentan la historia y los sentimientos de esta mujer.
Así, González deja de lado la queja o (su contrario) la oda a la pobreza revestida de humildad, para situar una mirada presente, corpórea. Y no solo del cuerpo humano femenino como primer protagonista, sino también de los espacios de una ciudad.
Bajar a los círculos de la paz
Imaginemos a La mujer… como un descenso a los círculos del Infierno, pero el destino final es un lugar mucho menos oscuro y punitivo. Es más bien todo lo contrario.
Cada espacio concéntrico que atraviesa Yolanda, la acerca a un final de paz. González se despega un poco del clásico “final feliz” para articular un cierre pacífico, que es también más estable, duradero.
Mas para llegar a este desenlace, a la manera de una espiral, Yolanda siempre avanza. Vemos un personaje femenino que o bien “echa pa’lante”, o bien camina hacia adelante. No importa cuántas veces doble o tome desvíos, Yolanda siempre va de frente. De esta forma trasmite todo el tiempo una sensación de fuerza, la de algo y/o alguien que crece en el movimiento.
En una lectura simple, esta mujer está escapando de sucesos violentos que recientemente han ocurrido en su vida. Pero en esa huida aparente, Yolanda va confrontando cada uno de sus miedos y errores.
No es que tenga una idea y meta fijas, es que como personaje femenino sabe que la libertad y la maternidad son igual de importantes en su vida. Por eso no dejará que se anulen entre sí, y cada sentimiento o rol tendrá un equilibrio en su historia.
Lola Amores, fuerza de la naturaleza
La concepción de lo salvaje va apegada a lo animal, a lo que no ha sido domesticado. “Esa mujer es una fuerza de la naturaleza”: así suelen decir algunos, casi siempre hombres, cuando tienen ante sí una persona identificada con el género femenino que no actúa acorde los patrones culturales que se esperan de ella.
En ese sentido, Yolanda es “una mujer salvaje” que ha tomado la fuerza de la naturaleza (y la que tiene Lola Amores, como actriz) para habitar su vida en paz. Con la certeza de que son estas condiciones en las que se vive, actúa y piensa “como cualquiera”., de acuerdo al título del tema musical que se escucha al final de la película. Su autora es Lourdes Torres y lo interpreta por Annia Linares. (2023).