CRÍTICA

  • "Cidade; Campo", tránsitos inversos unidos y separados sintácticamente por un punto y coma

    El título del nuevo filme de la cineasta brasileña Juliana Rojas es, ante todo, denotativo. Escindida en dos bloques de casi idéntica duración relata, por un lado, el tránsito de una trabajadora rural hacia el trabajo informal en una zona urbana; por el otro, el regreso de una pareja de la ciudad al campo del padre de una de ellas. Cidade; Campo: tránsitos inversos unidos y separados sintácticamente por un punto y coma.

    La elección del signo de puntuación resulta, evidentemente, deliberada: la sintaxis del título tiene su equivalente en los relatos que conforman la película, cuya conexión es más bien tenue. Acaso el nombre de un libro que reaparece con frecuencia a lo largo de la segunda parte ofrece una pista sobre su significado: “Mundos em simetria”. Una mujer que lo ha perdido todo en una inundación se hospeda en la casa de su hermana y su sobrina para volver a insertarse en el mundo laboral a través del despersonalizado mundo de las apps, pero encuentra el verdadero sosiego en la reconexión familiar; dos mujeres deciden hacerse cargo del campo del hermético padre de una de ellas -que acaba de fallecer- y ponen su relación a prueba.

    El tono sugiere costumbrismo, discretas apreciaciones alrededor de los paralelismos y contradicciones que aparecen al comparar todas las vidas. No obstante, Rojas agrega un condimento esotérico: a través de prolongados fundidos y apariciones fantasmales -que podrían o no ser consecuencia de estados alterados de conciencia- la realizadora extraña mundos que parecen muy cotidianos para enfatizar la inmanencia de un pasado irresuelto en el presente, desde las imágenes de animales del campo perdido por la trabajadora rural hasta un alucinado paseo por un bosque embrujado. Juliana Rojas coquetea con el género -de manera más contundente y cerrada en la segunda historia que en la primera, que adolece de cierto carácter abrupto- y busca insuflarle frescura a través de sus bellísimas imágenes, filmando rostros y paisajes con una naturalidad que indulta la mayor parte de sus falencias en el nivel del relato, e incluso distraerá un poco a quienes busquen un mayor andamiaje narrativo entre estas dos partes que son punto y coma: ni tan separadas para estar totalmente desvinculadas, ni tan íntimamente ligadas para convivir.

    (Fuente: Caligari.com.ar)


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