CRÍTICA



  • El grano, del brasileño Petrus Cariry: La realidad a través del lirismo de las imágenes

    La película ganadora del premio al mejor largometraje de ficción en el Segundo Festival de Cine de los Pueblos del Sur, El grano, de Petrus Cariry (O grao, 2007), forma parte de un grupo de filmes brasileños de reciente data que comienzan a llamar la atención en el circuito cultural nacional e internacional. Son cintas que también contrastan con aquellas que han puesto de relieve recientemente la producción de ese país en salas de cine del mundo entero, como Ciudad de Dios de Fernando Meirelles, sobre todo (Cidade de Deus, 2002), y más recientemente el filme que ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín de este año, Tropa de élite, de José Padilha (2007).

    Al igual que ocurre en otros cines latinoamericanos que tienen un grado de desarrollo comparativamente superior al de naciones como Venezuela, detrás de las películas que se ven, porque llegan a ser distribuidas mundialmente, hay otro cine que se difunden por canales diferentes o alternativos, y que termina por encontrar su público, tanto en su país como en el exterior, abriéndose paso con el ariete de criterios de calidad diferentes.

    La cinta de Cariry se inscribe en una corriente contemplativa del cine latinoamericano actual, que tiene entre sus exponentes más radicales a Lisandro Alonso —por ejemplo en Los muertos (Argentina, 2004)— y Paz Encina (Hamaca paraguaya, Paraguay, 2006). También tiene en común con estas cintas la centralidad del tema de la muerte y la debilidad del aliento de la esperanza. Pero El grano marca distancia del núcleo duro de esa corriente porque aspira a trascender la actitud de detenimiento y concentrada atención en la realidad a través del lirismo de las imágenes y de una historia, contada por un personaje en el filme, que expresa un anhelo de ir más allá del mundo contemplado, de dar un salto hacia un maravilloso irreal.

    La película está ambientada, además, en el Nordeste brasileño, una tierra cargada de resonancias históricas, incluso religiosas, que sedujo a Glauber Rocha, a Nelson Pereira dos Santos e incluso al padre del realizador, Rosemberg Cariry, cuya obra ha estado dedicada fundamentalmente al Sertón, y comprende títulos como La hermandad de Santa Cruz del desierto (A irmandade de Santa Cruz do deserto, 1986), La saga del guerrero aluminoso (A saga do guerreiro aluminoso, 1993) y Corisco e Dadá (1995).


    (Fuente: Vértigo)


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