Entre el intimismo y la épica
Por Patricia Quintana
La más reciente entrega del realizador Rogelio Paris, Kangamba, será estrenada en octubre, luego de finalizar su proceso de rodaje y postproducción. Producida por el ICAIC y con la colaboración del MINFAR, la cinta aborda desde una perspectiva intimista en 100 minutos y en más de 1 200 planos, uno de los más significativos sucesos de la epopeya de Angola. En la historia, todo comienza cuando el capitán Mario recibe la orden de partir hacia Cangamba, pequeño poblado al Sur de Angola, donde se le requiere con urgencia. Ya en esta población, el teniente coronel Lorenzo, le explica la situación en que se encuentran, la tarea es fortificarse lo más rápida y efectivamente posible, ya que entre los planes de la UNITA está tomar esa posición. Después de varias semanas en que las obras se encuentran bastante avanzadas, comienza el sitio, donde queda cercada una brigada de las FAPLA y los asesores militares cubanos. En 9 días, los insurgentes, con el asesoramiento y el apoyo logístico de los sudafricanos, van tomando la población e incluso el río, privando de agua y comida a los sitiados. Refuerzos enviados por el mando superior, junto al apoyo de la fuerza aérea y el desembarco de tropas especiales, logran romper el cerco y forzar la retirada de las fuerzas de la UNITA. Los sitiados cumplieron con la misión encomendada: resistir, aunque el territorio que les quedó finalmente era apenas mayor que el de un campo de fútbol. Para conocer algunas de las especificidades de la película, conversamos con su principal responsable, gestor del argumento y el guión, el propio realizador, Rogelio Paris.
¿Cómo surge el argumento de Kangamba?
Al regreso de África, después de la experiencia de la filmación de Caravana (1987-1988), volví con bastantes cicatrices, sobre todo, por dentro, con un cúmulo de experiencias y dos grandes recuerdos: las acciones de Sumbe, una ciudad costera que fue atacada y carecía de asesoría militar y que solo fue defendida por mujeres; Raúl le llama el Cangamba Civil y, a partir de esto, se me quedó en la cabeza cómo alguien puede crecerse tanto ante las dificultades, ante situaciones tan límites, por lo que el primer parlamento de la película es: «Cuánto puede resistir un hombre.» El otro recuerdo fue el haber recibido directamente la información de Cangamba, el conocido pueblo del Sur de Angola, que me inspiró a plasmarlo. Durante 14 años, estuve dándole vueltas al hecho para ver cómo se podría traducir al lenguaje audiovisual. Estaba consciente de que ni el ICAIC ni el Ministerio de Cultura podían asumir un proyecto de esa naturaleza por lo elevado del presupuesto, pero tuve el golpe de suerte de que el MNFAR me apoyó. Me planteé la película en dos términos: uno, referente al primer parlamento del que hablamos y el otro, a invitar a la reflexión sobre las llamadas situaciones límites y en qué medida un hombre las enfrenta, evolucionando o involucionando, asumiéndola o no, a lo que le agregué en qué medida puede desarrollarse una relación sentimental entre dos culturas diferentes en una situación como la planteada. Invité a Jorge Fuentes a trabajar con nosotros en la argumentación y el guión. Lo primero que me exigí fue volver a África a consultar distintas visiones del hecho, pues me negaba a la autoapología y era primordial para profundizar en la investigación e incorporar experiencias del otro lado, de la contrapartida del combate. Era necesario complejizar la trama para obtener una visión más multifacética, porque para mí ambas versiones son igual de válidas, por eso la película se cuenta en varios idiomas. Todo esto tiene la historia intimista y épica a la vez y también bastante agridulce.
¿Por qué en el título de la cinta el nombre de la ciudad angolana se escribe con K en lugar de la C original?
Fue una licencia que me tomé para que el espectador pudiera darse cuenta fácilmente de que se trata de una recreación de los hechos reales y no de un testimonio. Retomo el hecho histórico partiendo de una base objetiva respetando la esencia, porque, a mi juicio, el arte es credibilidad no veracidad.
¿En que género podríamos inscribirla?
Kangamba no es una película de guerra, sino en guerra. Para mí, es la antipelícula de guerra, la contienda bélica no es más que el contexto en el que se producen estos acontecimientos entre hombres y mujeres, no de guerra sino en guerra, en situaciones excepcionales demostrando que la victoria también puede ser amarga porque en una guerra nadie gana, todos pierden de una forma u otra; intento hacer una reflexión para tratar de entender los daños de una contienda armada. No es más que una película de relaciones humanas en un contexto difícil. No niego la epopeya ni lo épico, solo te digo que es un filme agridulce. Espero que ese niño que perdió a su tío en la guerra de Angola, 30 años atrás, entienda un poco más si valió o no la pena; sin confundir arte con política, la película es cualquier cosa menos propaganda. Como sabes, hoy no existe un género puro en ninguna manifestación artística, todo está fusionado.
¿Por qué cánones se rigió para la selección del elenco?
No tuve ningún criterio de selección específico. Conté con actores veteranos y jóvenes. Todos tuvieron un tremendo entrenamiento físico y psicológico, en especial, Armando Tomei y Rafael Lahera. Actuaron magníficamente los estudiantes del ISA, incluso algunos que trabajaron todo el tiempo en portugués. Todos nos metimos dentro de cada uno de nuestros papeles; tanto interiorizaron los personajes que, poco a poco, comenzaron a comportarse como ellos; si esto no ocurre, no se logra la credibilidad, y el fracaso, entonces, es total.
¿Y para elegir las locaciones?
Necesitaba un lugar único y especial que me diera la aridez del sitio original y que tuviera la privacidad y la seguridad necesarias para desarrollar todas las maniobras de combate, algunas de ellas con material bélico de verdad. En Camagüey, precisamente, existía el polígono nacional de tiros de 27 km de largo por 24 de ancho, el que físicamente podría servir para construir el pueblo de Kangamba. Traje a los sobrevivientes del combate, a los protagonistas reales del suceso para que me ayudaran a recrear la atmósfera. Millones de gente trabajaron en la construcción y luego en la destrucción de los sets. Hacía 5 años que por esa zona no llovía y desde que comenzamos con la prefilmación empezó a llover impresionantemente, por lo que nos atrasamos con el plan que nos trazamos; fueron los famosos aguaceros que les salvaron la vida a los habitantes de la región y a nosotros nos perjudicaron bastante, caprichos de la Naturaleza, que nos costó 3 meses más de filmación. La película empieza con colores muy intensos, típicos de la exuberante vegetación africana y en el transcurso de la trama la fotografía se va degradando hasta quedar prácticamente en blanco y negro, como sucedió con el paisaje en la vida real lo que logramos recrear con la transformación del área poco a poco.
¿Cómo podría valorarme el proceso de rodaje desde su primordial perspectiva?
Las relaciones entre los integrantes del equipo de trabajo fue formidable, porque todo íbamos por la misma cuerda y cada uno sabía lo que el otro quería en su determinada especialidad para trabajar conjuntamente. En los bajos del hotel principal, donde nos estábamos quedando gran parte del staff, montamos una sala de postproducción y comenzamos a edita al unísono con la filmación para no perder ningún tiempo. Considero que todos aprendimos mucho con la realización de la cinta, sobre todo, a lanzarnos a un rodaje sin antecedentes en nuestra cinematografía y en Latinoamérica.
¿Qué considera que desempeñe un papel preponderante en el filme?
La película como tal, ella sola como conjunto lleva la voz cantante. Siempre he tenido mis reservas cuando alguien dice: qué buena está la fotografía, la edición u otro aspecto en material determinado. Cuando esto ocurre es porque algo anda mal o se queda por debajo para que lo otro resalte. Todo tiene que ir a la par y por encima de todo que la película te llegue, te golpee y te invite a la reflexión. La realización de Kangamba, sin dudas, constituye por sí misma un gran reto
¿Cuál cree usted que fueron los mayores desafíos asumidos en este empeño?
Como bien dices, el mayor reto es ella misma y, el segundo, yo. Comencé el rodaje con sesenta y pico de años, hoy, tengo 72. Yo represento un grandísimo riesgo para la película por lo que agradezco la confianza de todos no solo por haber aceptado mi proyecto, sino por permitirme dirigirlo. También fue un gran reto el entendimiento mutuo entre el arte y la política, el respeto y el razonamiento. También estuvieron los efectos especiales, en fin, la mayoría de sus circunstancias fueron desafíos, pero José Martí me enseñó hace mucho tiempo que solo será posible lo imposible.
(Fuente: Cartelera Cine y Video)