ENTREVISTA

  • Entrevista a Marta Rodríguez
    Formato: Boletín electrónico

    De Marta Rodríguez es mucho lo que hay que decir, pero en esta oportunidad nos valemos de la feliz circunstancia de su presencia en la segunda edición de nuestro Festival, hace un año, y más bien dejamos que sea ella quien diga. Entonces fue entrevistada, junto al boliviano Iván Sanjinés, por el equipo de escritores de la revista Kinetoscopio que se desplazó a Santa Fe de Antioquia. La entrevista completa apareció en la edición 61 de la revista con el título de La cámara: un tronco lleno de abejas y, aunque se centra en el tema del video indígena, entrevemos en ella a la Marta Rodríguez a quien admiramos hace décadas. Por razones nada más que de espacio, omitimos la parte del diálogo concerniente a Iván Sanjinés e incluso parte del concerniente a Marta.

    KINETOSCOPIO: Hablemos un poco del momento histórico en que fue posible el nacimiento del video indígena que, por lo que ustedes han dicho en otras partes, coincide con los 500 años del descubrimiento.
    MARTA RODRÍGUEZ: Lo básico de los 500 años fue lo que se llamó el Autodescubrimiento: la posición que toman las organizaciones indígenas para decir, "rechazamos los 500 años, pero descubrámonos a nosotros mismos". Se hizo entonces una labor inmensa de recopilación de mitos, de retomar la medicina tradicional, todo lo que era cultura. Recuerdo que Abadio Grin, que está ahora dirigiendo la OIA (Organización Indígena de Antioquia) en Medellín, recorría Colombia dando conferencias; y ocurre que no solamente es en Colombia, viene gente de Brasil, Ecuador, México; los indígenas como que se miran la cara y empiezan a hablar. Vemos una afirmación inmensa de carácter étnico que se dio en toda Latinoamérica.

    Dentro del CRIC (Consejo Regional Indígena del Cauca), eso es en el año 92, ha ocurrido una masacre horrible en Caloto porque en ese momento llegó el narcotráfico al Cauca; los indígenas habían recuperado una hacienda, La Nilo, una hacienda en el Norte del Cauca donde compraron tierra los narcos. El día de Navidad ya se había dicho que llegaban, estaban muy amenazados. Llegaron policías encapuchados y mataron a veinte indígenas: había mujeres y niños, una masacre espantosa. Y ya como el CRIC tenía un departamento de Comunicación, entonces dos indígenas salen en una moto con una Sony 5000 y filman el levantamiento de los cadáveres, filman todo. Ya ellos asumen lo importante que es tener una cámara en zonas indígenas y en zonas donde hay masacres y otros problemas de orden público, y el valor que tienen esos documentos. Hay dos indígenas que Iván conoció: Antonio Palechor, que es hijo del líder, del viejo Palechor, de Gregorio, y Manuel Sánchez, un totoró que dirige el departamento de Comunicaciones. Antonio es un tipo que estudia e investiga lo que son medios, porque ha sido muy curioso. Él intenta editar las imágenes de la masacre y le pone Crónica de una masacre anunciada. Yo en el 92 decido hacer un taller en Popayán e invito a Iván, que viene por primera vez a Colombia como profesor, e invito a un indígena excelente, Alberto Buenala, un indígena otavalo que estudió cine en México. Ahí empezamos a ver que ya los indígenas se dan cuenta de la importancia de una cámara. Crónica... sirve para las fiscalías, para mostrar cómo ocurre esta masacre, ya a nivel de jueces y todo. Antes ellos habían filmado algunas fiestas y otras cosas, pero ya en ese momento uno ve que el indígena empieza a decir: las cámaras son importantes para que filmemos cosas como las que me contó Daniel Piñakué, que cuando el 12 de octubre van a tomarse la Panamericana y les meten tanque y les meten bala, él me cuenta: "yo estaba filmado y eso fue lo único que paró a los policías, los dejó tiesos el saber que yo estaba registrando sus barbaridades". Ese material (del que salió Crónica...) me lo dieron, porque yo intercambio materiales con ellos. Hicimos Memoria viva, Iván participó en la edición, me dieron también lo del 12 de octubre y filmamos el aniversario de la masacre. En el taller de video nos pusimos a editar y llega Daniel Piñakué, que es un guerrillero reinsertado de los Quintines, hermano del senador, que sale de la guerrilla sin saber qué hacer, un poco desadaptado, sin papeles, sin saber más que manejar armas. Daniel se mete a editar la masacre con nosotros y luego crean Alianza Social Indígena, entrega las armas el Quintín, crean Sol y Tierra, que es un proyecto de video para la paz y Daniel está ahí. Vienen a Bogotá, les damos un taller y ahí nació ya el grupo de video indígena que recorre el territorio Paez haciendo crónicas; también hacen varios documentales. El CRIC por su lado hace Amapola Solución o Destrucción, sobre los problemas que los están afectando. Hacen otro cuando matan a un alcalde en Ambaló y hay un escándalo porque van a aplicar jurisdicción especial, o sea latigazos y cepo. La OEA, cuando va Daniel a Estados Unidos, les dona equipos: Betacam, trípodes, cámaras… y llega él al Cauca con unos equipos ya profesionales y, como son reinsertados, les dan 30 millones o algo así y se compraron un equipo de edición de 3/4. Entonces ya empezaron a producir y a prestar servicios y así nació Sol y Tierra…

    ¿Y cómo funciona esa capacitación que dan personas occidentales con la mirada de los indígenas? ¿Cómo se transforma esa mirada? ¿Miran con una identidad propia o se les pega un poco lo de sus maestros?
    En mi taller al comienzo tuve una gran crisis porque yo llegué a dar unas clases con información europea y no funcionó y me tocó reevaluar toda la metodología y partir de maestros indígenas que les hablan de su cultura. Yo no puedo ir a darles una información que yo adquirí en Europa porque no es su interés inmediato, ellos son muy inmediatistas en lo que hace relación a su mundo, a sus problemas: ecología, biodiversidad, represión, masacres. Me pongo a hablarles de Grierson y de Vertov y me dicen: "Mi señora, usted está hablando griego, eso no nos interesa". Ellos son generación video y yo les hablaba de cómo editaba el cine, pero no les interesaba. No les tocó ni lo vivieron.

    ...Hay un zapoteco, Crisanto Manzano, de un talento enorme, tiene cámara de video, se ha ganado premios. Pues el hombre empezó filmando la boda tradicional, una boda zapoteca y los indígenas de la comunidad, ¿sabe cómo llamaban a la cámara?: un tronco lleno de abejas. Yo me quedé en Guajaca con Crisanto porque estoy escribiendo un libro de video y él me decía: "Yo en mi comunidad al principio era importantísimo, yo estaba grabando las bodas y me volví un personaje en la comunidad". Cuando tuvimos un encuentro con los indígenas mexicanos ellos decían: "Esta cámara no es gringa, la volvemos de nosotros". Un indígena me decía: "Yo quiero amarrarla en mi yunta del buey y ponerla ahí y filmar cómo yo vivo y estar trabajando con la yunta del buey". Es cómo ellos coger y volver propia esa herramienta; una cosa que les hacía sufrir, los catálogos: a mí me decía Daniel Piñacué que habla paez: "Usted me da un catálogo en japonés, chino e inglés y yo no entiendo, no sirvo pa´ eso." También eso me decía Crisanto Manzano: "Me caigo de la cama viendo que In que Out y yo no entiendo un carajo". Ellos reinventan. Como a Buenala al que yo le digo: qué es un plano medio y me dice: "de las huevas pa'arriba."

    ¿Pero les interesa el lenguaje del cine?
    Sí les interesa, pero desde su mirada. Como te digo, a ellos les encanta: allá en el Cauca empezaron a descubrir el cine por las películas de UKAMAU, por La sangre del Cóndor; Nuestra voz de tierra, memoria y futuro... Les encantan, les gustan muchísimo, pero miran desde el mundo de ellos y desde su cultura. Ellos lo critican a uno desde su cultura. Quizá con ellos así yo fui aprendiendo y estoy haciendo una memoria de eso, pues me gusta escribir esas crónicas. Uno como antropólogo hace diarios de campo y he guardado todo eso porque es que así es que aprendemos. No les gustaba el primer plano, que les cojas un ojo, que les desfiguren la cara. Cuando llegó un tipo en una película de Álvaro Urcú, el cura que mataron, y lo ponían grande, chiquito, y un alumno nuestro me decía: "Es que yo siembro una mata y la mata crece, me da semillas, luego florece y todo y ustedes me rompen el tiempo, yo no entiendo nada". Así es como yo aprendí, con esas pequeñas cosas.

    Están viendo noticieros y todo lo demás, y uno no puede decir que las culturas no se contaminan… como lo que estoy viendo en Guambía con la amapola, con la guerrilla, con los paramilitares. ¿Qué música oye uno en el Cauca hoy en día? Corridos prohibidos, eso es lo que les gusta, o música del despecho. Tú no vas a oír la música tradicional y todo eso. Una vez en Insaqué fui a un mercado y esos corridos prohibidos con las fotos de Pablo Escobar y de El Mexicano los pasan por televisión, y todos los niños en la puerta mirando y cantando que la plata, que el carro rojo, que el billete, que las mujeres. Estoy haciendo un documental sobre eso, sobre cómo ha penetrado en las culturas indígenas todo eso de afuera. En una pueblo como Insaqué hay la cantina y el televisor y están cultivando amapola. Qué valores está metiendo esa música que ellos están oyendo. Y la penetración de los narcos, tú ves en Silvia en un café todo el día los indígenas borrachos con los narcos y les meten las botellas de aguardiente. Ahí mueven la plata, los estafan, los roban. Hay una penetración en las culturas indígenas que las está destruyendo, y cómo no va uno a decir eso.

    Tomado de: http://www.festicineantioquia.com

     
     



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