El subdesarrollo es un dato de hecho para Latinoamérica, Argentina incluida. Es un dato económico, estadístico. Palabra, no inventada por la izquierda; organizaciones "oficiales" internacionales (ONU) y de América Latina (OEA, CEP AL, ALALC) la usan habitualmente en sus planes e informes. No han podido a menos de usarla.
Sus causas son también conocidas: colonialismo, de afuera y de adentro.
El cine de estos países participa de las características generales de esa superestructura, de esa sociedad, y la expresa, con todas sus deformaciones.
Da una imagen falsa de esa sociedad, de ese pueblo, escamotea al pueblo: no da una imagen de ese pueblo.
De ahí que darla sea un primer paso positivo: función del documental.
¿Cómo da esa imagen el cine documental? La da como la realidad es y no puede darla de otra manera.
(Esta es la función revolucionaría del documental social en Latinoamérica).
Y al testimoniar como es esta realidad —esta subrealidad, esta infelicidad— la niega. Reniega de ella. La denuncia, la enjuicia, la critica, la desmonta. Porque muestra las cosas como son, irrefutablemente, y no como querríamos que fueran. (O como nos quieren hacer creer —de buena o mala fe— que son).
Como equilibrio a esta función de "negación", el documental cumple otra de afirmación de los valores positivos de esa sociedad: de los valores del pueblo. Sus reservas de fuerzas, sus trabajos, sus alegrías, sus luchas, sus sueños.
Consecuencia —y motivación— del documental social: conocimiento, conciencia, toma de conciencia de la realidad.
Problematización. Cambio: de la subvida a la vida.
Conclusión: ponerse frente a la realidad con una cámara y documentarla, documentar el subdesarrollo.
El cine que se haga cómplice de ese subdesarrollo, es subcine.
Publicado en "La Escuela Documental de Santa Fe" páginas 12 y 13/Editorial Documentos del Instituto de Cinematografía de la Universidad del Litoral/Argentina/Año 1964.