CRÍTICA

  • Cine bien chileno
    Por Pamela Biénzobas


    Con una mirada cómica en la superficie, pero bastante ácida en el fondo, Taxi para tres es un retrato de la delincuencia en los márgenes de Santiago. Un taxi queda parado en medio de las calles de tierra de una población. El conductor, inquieto, abre el capó y se baja a tratar de echar a andar el auto y salir lo más rápido posible de ahí. Demasiado tarde. Cuchillo en mano, dos asaltantes le anuncian sus únicas opciones: "volante o maleta".

    Así parte Taxi para tres. Escrita y dirigida por Orlando Lübbert (La colonia) en tono de comedia, en el fondo ofrece una interesante reflexión sobre lo frágiles y relativos que son los límites imaginarios que la sociedad ha dibujado para definir la delincuencia, tratando de dividir a la fuerza a los buenos de los malos.

    La comodidad que esa línea ficticia ofrece para los que quedan del lado de los buenos consiente una relajación moral avalada por un sistema que ya ha dictado su sentencia. Eso es lo que permite al taxista Ulises Morales cruzar la raya y aprovecharse de su condición original de víctima para transformarse en un delincuente más, sin cuestionarse ni querer darse cuenta de su repentino cambio de oficio. Total, los asaltantes son El Chavelo y El Coto, esos dos tipos con pinta y modos de ladrones (o sea, ya están declarados culpables) que partieron amenazándolo, pero terminan queriéndolo y respetándolo como a un padre. Él, se justifica Ulises, es solo una pobre víctima.

    Sin embargo, no está dispuesto a dejar escapar la plata fácil que le llega como premio a su supuestamente forzada cooperación. Así, aunque nunca deja de despreciar a sus nuevos socios por su condición social, no tiene problemas con usufructuar de ellos. Los asaltantes, en cambio, sienten verdadera lealtad hacia él, y se encariñan sinceramente con su familia, entre quienes creen haber encontrado un hogar. Lo que parte como una caricatura graciosa de los personajes es realmente una sutil descripción de caracteres realistas, al menos en cuanto a sus matices y a su capacidad de cambiar en el descubrimiento de nuevas realidades.

    Por un lado está la pregunta que muchos hacen alarmados al ver la burda simplificación de "los delincuentes": ¿hasta qué punto han optado por su vida, y hasta qué punto ha influido la falta de acceso a los bienes sociales? Paralelamente surge, y con fuerza, la pregunta contraria: ¿hasta qué punto la "buena conducta" de quienes cayeron del lado correcto de la línea se debe a una verdadera opción? ¿O acaso es simplemente falta de acceso a un mundo y una forma de vida que, una vez conocida, puede resultar mucho más atrayente?

    Lo interesante de Taxi para tres es que logra plantear estas cuestiones sin acercarse a un discurso sociológico. De hecho, ni siquiera lo hace de forma moralizante, sino, por el contrario, con una buena cuota de sarcasmo. Además, el hábil manejo de la comedia permite a la película funcionar perfectamente a nivel de entretención, lo que se potencia con los códigos fácilmente reconocibles de la realidad santiaguina (desde sus calles hasta el coa).

    Las actuaciones del trío protagónico tienen una enorme responsabilidad en el resultado, ya que casi toda la película se centra en sus gestos y diálogos. Sin duda la cara más reconocible es la de Daniel Muñoz, cuya interpretación de El Chavelo tiene bastante de sus creaciones televisivas, construyéndolo como el personaje más caricaturesco de todos —incluso algo sobreactuado en comparación al resto—. Curiosamente, resultan mucho más sutiles las actuaciones de Alejandro Trejo (como Ulises) y Fernando Gómez-Rovira (como El Coto), pese a que ellos, justamente, vienen del teatro: Trejo con una larga trayectoria como actor y director (Loco afán), y Gómez-Rovira, uno de los intérpretes jóvenes más interesantes de la escena actual (Nemesio pela'o..., Estamos en el aire).


    (Fuente: www.mabuse.cl)


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