ENTREVISTA



  • Lucía Cedrón: "Siempre elijo el vaso medio lleno"
    Por Ivet González Lemes


    Lucía Cedrón está envuelta en las mismas contradicciones que narra en su ópera prima Cordero de Dios, por eso apuesta por una historia abierta, llena de lecturas y misterios. Esta joven directora argentina, de verbo incontrolable, se coloca en el presente para preguntarse qué hacer con el pasado. Es hija de uno de los fundadores del cine latinoamericano, Jorge Cedrón, ya fallecido, quien llevó a las pantallas la novela-reportaje Operación Masacre, de Rodolfo Walsh.

    La novel creadora ganó en 2003 el Oso de Plata en Berlín por su corto En ausencia. El guión de Cordero de Dios fue premiado en 2005 en el Festival de La Habana y en Sundance (2007). Ahora aparece en los cines de la capital de Cuba para cerrar una travesía que comenzó en esta ciudad…

    La época de las dictaduras y sus consecuencias es motivo recurrente del arte y ha brindado piezas memorables. ¿Qué trae de novedoso Cordero de Dios?
    Cordero de Dios no es una película sobre la dictadura: es sobre el presente. Se interroga sobre de qué manera nuestra historia nos transpira, de qué manera la asumimos, la procesamos, qué hacemos con ella. Una no es responsable de lo que hicieron o dejaron de hacer nuestros padres, porque yo soy de una generación que en alguna medida vivió y sufrió la dictadura de forma totalmente pasiva: era una niña. Nuestra responsabilidad es ver qué hacemos con esa herencia, para decidir en qué sociedad queremos criar a nuestros hijos.

    Es una película que trata sobre algunas paradojas del género humano, que no pretende traer respuestas cerradas, sino más bien acercar el asunto y compartir algunas preguntas. Uno de los grandes temas de la película es no juzgar al otro y tratar de ponerse en sus zapatos. También, para qué nos sirve la ideología. Para mí, la ideología nos tiene que servir para vivir mejor.

    Concluir el guión de su filme le llevó tres años. En su caso, ¿qué influyó más: la búsqueda de presupuesto o una necesidad de maduración creativa?

    Las dos cosas fueron de la mano. Por un lado, no deja de ser una opera prima sudada: aunque está hecha en 35 milímetros, dolby digital, con técnicos fórmula uno y un elenco brutal, que se puso la camiseta de la película. La plata hay que buscarla, hay que hacer el tour de los fondos, de los subsidios, y eso lleva un montón de tiempo. Mientras que se hacía todo eso, yo iba reescribiendo y sentía que el guión no estaba maduro. Había algunas cuestiones que no había terminado de resolver. Tuve la dicha de recibir un par de becas de laboratorios de guión como la de Plaza América en España, y del Sundance, en Oaxaca. Había ciertos temas que me atormentaban, me asustaban y yo no tenía el valor de tirarme a la pileta. Paul Deloir, el poeta francés, decía: «para poder escribir los sueños hay que tener los ojos bien abiertos. Yo tuve que prender la luz y levantar la sabanita para ver de qué estaban hechos mis fantasmas».

    La focalización y minuciosidad en el guión, ¿responde a alguna imperiosidad como creadora?
    Cada ser humano tiene sus necesidades. Están los más cabalistas, los más espirituales, los más intuitivos. Yo tengo la necesidad de llegar al rodaje con un mapa muy claro de lo que voy a filmar. Ese mapa está en el guión esencialmente. Eso no quiere decir que después no me encuentre con lo que la realidad me propone. Pero, para poder estar disponible en mi cabeza y en mi corazón para ese encuentro, necesito tener bien claro ese mapa.

    Los autores filman con intenciones, conociendo que los espectadores van a hacer sus apropiaciones particulares. Lucía Cedrón dijo haber intentado lo opuesto: asegurar desde el inicio la multiplicidad de lecturas. ¿En qué elementos dramáticos se basó para lograr ese efecto?

    En Francia, para Pascuas, suelen esconder huevitos de chocolate en diferentes sitios. Como no se sabe a dónde los niños van a ir a buscar, esconden diez en un montón de lugares, para que cada uno encuentre algo. La película está construida de esa manera: es un rompecabezas, con multiplicidad de lecturas, donde faltan algunas fichitas y el espectador y cada uno de los personajes, con su mente, debe ir llenando lo que pudiera ir en ese hueco. Uno de los grandes temas de la película es convivir con el misterio. Solo en algunas de las películas de la industria yanqui tienen todo explicado, todo resuelto… La vida no es así: una tiene que vivir con dos o tres certezas y un montón de incertidumbres. La construcción de la película no es caprichosa, está hecha a la imagen de todo lo que se está contando. No es un flash back, sino la convivencia entre pasado y presente, por eso hay planos donde se pasan de un tiempo a otro.

    «Uno termina hablando toda la vida de lo mismo con diferentes variables y formas», aseguró en una entrevista. ¿Pudiera Lucía Cedrón avizorar cuál será su tema?
    No sé si tengo un tema, pero sí me interesan las paradojas humanas, los vínculos entre los seres humanos, los grises… Me interesa intentar no tener una actitud beligerante ante la vida sino, más bien, el vaso medio lleno. Me interesan las carencias de los sufrimientos humanos pero no para apiadarme.

    Vivió ocho meses de 2001 en Cuba. ¿Qué significación tiene esta estancia en la isla en su carrera?
    Crucial. Pudiera decir que si la Argentina me vio nacer y Francia me crió, Cuba me ayudó a encontrar mi oficio. Vine por 15 días y terminé quedándome ocho meses, que no era el plan, pero acá encontré a mi mentor y maestro, Eliseo Altunaga. Cada uno hace su camino, pero él me tiró dos o tres barajas que fueron esenciales. Además de lo que recibí de este pueblo maravilloso. Por eso siempre estoy muy emocionada de volver a encontrarme aquí. Me hace mejor como ser humano estar cerca de ustedes.

    (Fuente: habanafilfestival.com)


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