ENTREVISTA



  • Entrevista a Fernando Pérez, presidente de la 8va. Muestra de Nuevos Realizadores en Cuba
    Por Marianela González


    Entrevista a Fernando Pérez, presidente de la recién finalizada 8va. Muestra de Nuevos Realizadores (cuyos premios incluimos a continuación): “Hoy, los jóvenes cineastas cubanos se proponen una nueva mirada más provocadora, con temas más comprometidos. Hoy, la posibilidad de filmar es indetenible y eso es increíblemente positivo: dinamiza, mueve, no retrasa, no inhibe…”.

    Desde que los años 60 del cine cubano quedaron definidos como el non plus ultra de nuestra modernidad —gracias a los inauditos resultados de sus exploraciones estéticas y conceptuales—, el discurso de aquellos filmes maestros ha marcado el devenir de la cinematografía cubana. Sin embargo, muchos de quienes luego integrarían nuevas generaciones de cineastas, no limitaron su apropiación a nuestras obras fundacionales: la nouvelle vague francesa, el predominio del cine de autor y las obras de los grandes maestros extranjeros vinieron a complementar una mirada que, aunque no desprovista de cierta introspección, sucumbió también a los encantos foráneos de la década prodigiosa. Los entonces “jóvenes realizadores” encontraban atractivos en todas partes y con ellos, sin ellos, crearon sus propios universos.

    Abarcadores, iconoclastas, irreverentes, subversivos, inconformes. ¿Qué mejores palabras para definir a un joven y, por ende, a un joven cineasta? Quien formó parte de una de esas generaciones de doble vocación ¿la de los 90?, lo confirma: “En el cine cubano, los jóvenes siempre han sido y serán una fuente dinamizadora de la propia cinematografía, porque aportan una nueva mirada. No es que el hecho de ser jóvenes asegure el talento, eso después se decide; pero sí asegura, al menos, una manera siempre renovadora de enfrentar la realidad”.

    Fernando Pérez cree en la juventud. El autor de Madagascar —esa lúcida combinatoria entre aliento joven y madurez—, presidió este año el Comité Organizador de la octava Muestra de Nuevos Realizadores, evento que conoce además como jurado y espectador. En la sala de postproducción del ICAIC, Martí espera una nueva sesión de su ojo entrenado; pero Fernando parece sacar tiempo de donde no hay. Para conversar con “una joven que se interesa por los jóvenes”, las palabras salen como si llevasen horas atrapadas en la punta de la lengua:

    “No te sabría explicar por qué, pero me atrae tremendamente trabajar con muchachos que empiezan o que no tienen una larga experiencia como cineastas. Muchas veces trabajo con ellos en mis películas y sus puntos de vista suelen sorprenderme.”

    ¿Cómo han sido esas experiencias?
    Muy enriquecedoras. Eso lo aprendí en la escuela de cine de San Antonio, cuando empecé por primera vez a transmitir experiencias, lo que yo sabía de cine. Comprendí que a mí no me gustaba pararme frente a un aula y escribir en la pizarra cómo se hace una película, porque una película es un hecho creativo y solo se aprende haciéndola. Incluso, a veces comparto con los jóvenes las mismas preguntas, y eso me aporta mucho más como cineasta y como persona.

    “Así, descubrí que muchos jóvenes a veces veían cosas que para mí podían ser nulas y al final tenían razón… Entonces, creo que cuando transmito mis experiencias y ellos las suyas, es un enriquecimiento doble.”

    “Adiós a los paternalistas; bienvenidos los rebeldes y cómplices”, decía Omar González, presidente del ICAIC, en el contexto de la cuarta Muestra. ¿Qué piensa sobre la diversidad de generaciones cinematográficas? ¿Coexisten o chocan?
    Pienso que primero se enfrentan; si no, no es una nueva generación. Tiene que haber una negación… si después de eso se convierte en continuidad o en elevación —digamos, en otra dimensión de la espiral—, mejor todavía. Siento que un joven tiene que empezar por afirmarse él mismo, porque de lo contrario todo sería siempre igual. Es ese el sentido de la dialéctica: para que haya acción tiene que haber negación. ¡Y la negación no siempre es mala!

    “Entiendo que muchos de los jóvenes a veces rechacen determinadas maneras de hacer o estén más cerca de determinados cineastas que de otros… a mí no me preocupa que los jóvenes digan: «no me gusta el cine que tú haces por determinada razón». Yo siempre voy a seguir haciendo el cine que me gusta; pero al menos trato de entender sus porqués, trato de entender que la vida está llena de cambios y de rupturas. ¡Pasa con los hijos y con todo! La renovación es lo más importante.”

    ¿Cómo describe y valora Fernando Pérez el cine de los jóvenes realizadores, como cineasta de experiencia y espectador insaciable?
    [Silencio]
    Mira, no he logrado todavía definir muy bien lo que está ocurriendo con los jóvenes realizadores desde hace varios años. No he podido hacerlo porque no están articulados como un grupo definido, tal como ocurrió, digamos, con mi generación. Nosotros fuimos haciendo largometrajes en los 80 y esa generación —que más bien era una continuación de la anterior, aunque traíamos nuestras ideas—, empezó a hacer películas como Los pájaros tirándole a la escopeta, Se permuta…, es decir, que abordaban la realidad con una línea más o menos común.

    “No veo eso en los jóvenes de hoy. Veo una gran diversidad. El hecho de que no estén agrupados en el ICAIC y que hagan cine de forma independiente —aunque se conozcan entre ellos y la Muestra ayude a que se relacionen— los hace estar fragmentados dentro de la unidad mayor del cine joven.

    “Pienso que eso requiere un tiempo de reflexión, de estudio serio. Pero lo que sí sé es que el cine joven existe, primero porque la tecnología digital impuso una nueva manera de hacer cine: las dinámicas de producción cambiaron y con ello, la mirada. Los jóvenes de hoy no tienen que esperar por que les aprueben un proyecto y enfrentan mecanismos de distribución nuevos… es una dinámica que se refleja en los productos que muestran.

    “Esa sería su característica común, su rasgo más definible”.

    Para algunos críticos, los mejores tiempos del documental cubano parecen haber quedado en la etapa que abarca desde mediados de los sesenta hasta los ochenta. Sin embargo, creo que en los momentos actuales asistimos a una cierta recuperación, sobre todo en manos de los jóvenes realizadores. ¿Cuál es su opinión al respecto?
    El hecho de que, como tú dices, el documental esté ganando cada vez más un espacio entre estos jóvenes, es resultado de que tienen una cámara a su disposición y la total libertad de hacerlos. Eso genera una actitud. No sucede, por ejemplo, como en los años 90, cuando el documental realmente se deprimió al no existir los recursos, y prácticamente desapareció de la producción del ICAIC. Fue una generación que se perdió; pero con la entrada de lo digital, el documental se enriquece como posibilidad expresiva, así como la ficción. Para hacer un documental, el realizador debe tener a su disposición todo el tiempo que necesite y todos los recursos que necesite, aunque no sean de la mejor calidad… y eso lo tienen, de sobra, los jóvenes que hoy hacen cine independiente en Cuba.

    Hay quienes piensan que estos realizadores se están proponiendo un lenguaje nuevo, desconocido, que están buscando su propio lenguaje dentro del lenguaje universal del cine. ¿Cuánto han logrado ya si lo vemos de esa manera, como búsqueda?
    Es cierto que eso se dice mucho por estos días; pero yo no diría “un lenguaje nuevo”. Lenguaje nuevo es totalmente distinto a una nueva mirada. Creo que en el cine no ha habido un lenguaje nuevo desde la aparición del sonoro. Con la aparición de lo digital, se avizora que un nuevo lenguaje es posible, pero aún no se concreta. Los principios estéticos y gramaticales siguen siendo los mismos, aunque tal vez el montaje sea más dinámico por todas las influencias que le llegan, por ejemplo, del video clip; pero aún se está lejos de conformar un lenguaje nuevo y distinto.

    “Por eso, prefiero llamarlo nueva mirada, una mirada que se puede definir de muchas maneras: más provocadora, quizá, con temas más comprometidos. Hoy, la posibilidad de filmar es indetenible y eso es increíblemente positivo: dinamiza, mueve, no retrasa, no inhibe… solo que hay que esperar por que dé resultados mayores, trascendentales. No quiere decir que la calidad está asegurada, a veces uno siente que hay obras que requieren mayor acabado; pero la nueva mirada es lo importante, aun cuando otros valores no estén todavía resueltos.”

    ¿Puede ser en esta nueva mirada donde radique el poder de convocatoria de la Muestra?
    En buena medida, sí; pero creo también que la Muestra tiene un poder de convocatoria no solo por la nueva mirada, sino sobre todo por la falta de otros espacios. Viene a ser el espacio aglutinador porque no hay otro. Antes, nos conocíamos porque estábamos en el ICAIC y habían intercambios; pero ahora todo está más disgregado. La Muestra tiene ese sentido para mí: más que de unión —porque no hay unión, sino diversidad—, de reunión. Reunión entre los realizadores y de sus productos con el público.

    ¿Qué diferencias, elementos a favor y en contra tiene el realizar cine dentro y fuera de la industria?
    Tengo que aclarar, antes de responder tu pregunta, que cuando digo “fuera de la industria” no estoy diciendo “contra la industria”, sino un cine que se hace sin que tú tengas que pasar por los mecanismos que se han creado en la industria. Por eso, los nuevos mecanismos son tanto más flexibles como más difíciles: ¿cómo un joven consigue financiamiento para un determinado tipo de película, digamos, un tanto ambiciosa?... tiene que hacer, entonces, otro determinado tipo de película.

    “Pero tiene sus encantos… a mí me encantaría, por ejemplo, probar a hacer una película independiente, fuera de la industria. Creo que ese va a ser mi próximo paso; pero reconozco que no podría haber hecho una película como Martí sin el apoyo del ICAIC, porque es una película de época, compleja”.

    ¿Por qué ese deseo de hacer alguna película de forma independiente?
    No es embullo. Creo que es necesidad de probar, de avanzar, de no quedarme solamente con lo que yo sé, de explorar… y si hay un camino nuevo por el que se puede andar, ¡pues tomarlo y no quedarme viendo como otros lo caminan! Siento que me atrae ver a dónde se llega por ahí.

    Hace un par de ediciones, el propio Omar González afirmaba: “Lo que el ICAIC se propone con el auspicio de la Muestra de Nuevos Realizadores es, ni más ni menos, lo que le corresponde”. ¿Cree usted que es suficiente? ¿Qué se ha logrado y qué falta aún en lo que respecta a la organización de las Muestra?
    Ciertamente, la Muestra tiene un apoyo fuerte del ICAIC y sobre todo de un equipo de trabajo que lleva ya ocho años en esa experiencia, lo cual ayuda mucho a que el evento tenga cada vez mayor repercusión, más dimensión. Pero eso hay que mantenerlo, defenderlo y a la vez ir creando otros espacios.

    La 8va. Muestra estuvo dedicada a los 50 años de cine cubano en la Revolución y para ello se preparó un ciclo con filmes emblemáticos. En su opinión, ¿cuán cerca o no de ellos se encuentra hoy el cine independiente cubano?
    Creo que nunca se escribe la historia de la misma manera. Siento que lo que más me atrae de lo que se exhibe en la Muestra son las diferencias con lo que se hacía en los 60. Ahora, si tuviera que buscar elementos de confluencia, creo que estarían en el espíritu inconformista, de audacia… revolucionario, que conllevan a uno a no hacer un cine académico, modélico.

    Alguna vez confesó que cuando tenía 19 años vivía deslumbrado por las propuestas de la Nueva Ola Francesa, por la política de cine de autor de Cahiers du Cinéma y el cine de Alfred Hitchcock; y que hasta ese momento, nada del cine cubano había despertado en usted verdadera emoción. ¿Cuánto de esta doble vocación percibe hoy en los jóvenes realizadores?
    Conozco muchos jóvenes que apenas han visto cine cubano. Así de simple.

    “Pienso que en el mundo de hoy, tan globalizado, hay una cultura mediática generalizada que nutre a muchos de estos jóvenes y los vuelven apasionados de un cine con un determinado tipo de ritmo y lenguaje. Eso los encierra también en un mundo, digamos, paracinematográfico… pero es un fenómeno que está en muchos y en otros no. Todo eso forma parte de la diversidad y, por tanto, de la riqueza de ese nuevo fenómeno… Yo fui así, de joven, otros eran diferentes…”

    ¿Pudo haber sido entonces Fernando Pérez uno de estos jóvenes realizadores independientes?
    Mira, si uno hace cine es porque lo ama. Cuando yo era joven, adolescente, me nutría de cine de todas partes y ese era mi mundo. Luego, uno va creciendo y madurando, cambiando la visión del mundo. ¡A esa edad claro que me deslumbraba por hacer lo que estaba delante! Lo que espero es que todos no sean iguales, aunque a veces la historia se repite. Lo importante es hacer lo que uno sienta… y, sí, creo que esa voluntad de joven la tengo aún. Creo en la juventud como fuerza dinamizadora de nuestra cinematografía.

    (Fuente: La Ventana)


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