CRÍTICA



  • El filme mexicano Rudo y Cursi: tanto en la vida como en el deporte
    Por Francisco Nieto


    Piensen por un momento en nombres de directores y actores de la cinematografía reciente mexicana; seguramente les vendrán a la cabeza Guillermo del Toro, Alejandro González Iñárritu, Alfonso Cuarón, Gael García Bernal o Diego Luna. Pues bien, todos ellos participan de una u otra manera en el debut en la gran pantalla del realizador Carlos Cuarón, hermano de Alfonso y que hasta ahora solo era conocido por haber coescrito el guión de la exitosa Y tu mamá también. Y qué mejor excusa para esta reunión familiar que explicarnos la historia de dos hermanos antagónicos (Diego y Gael) que de la noche a la mañana se convierten en astros del balompié tras haber sido descubiertos en un pueblito bananero por un cazatalentos argentino.

    Uno destaca por ser un jugador talentoso, avispado e inteligente en el campo, lo que le vale el apodo de Cursi por sus florituras con el balón; el otro, sin embargo, juega de cancerbero y sobresale por su tosquedad y brusquedad a la hora de acongojar a los delanteros rivales. El filme es un vehículo para el lucimiento de los dos actores mexicanos más internacionales que existen en la actualidad. Gael García Bernal ha estrenado recientemente Blindnees, de Fernando Merielles, y Diego Luna ha participado en la película Mi nombre es Harvey Milk. Ambos son conscientes de dicho protagonismo y componen unos personajes ricos en matices que se van retroalimentando a medida que avanza la función. Cuando coinciden en pantalla hay un enriquecimiento de la trama plausible. La puesta en escena es de una simpleza engañosa, ya que esconde un comentario social incisivo; temas como la corrupción (en el juego y en el deporte), la pobreza del mundo rural, el famoseo o las adicciones, son tratados de forma ligera pero contundente, incorporados armónicamente sin que sobresalga un asunto en concreto.

    El director consigue mostrarnos la realidad de un México donde la opulencia y la miseria conviven a caballo entre el entorno campestre y urbano, valiéndose de forma harto ejemplar de una fotografía y una dirección de actores muy sabia, o de un montaje a base de cambios de plano limpios con los que conseguir una mayor sensación de realismo. Y luego está el fútbol, que en la cinta se utiliza como metáfora clara de la vida, un reflejo de la sociedad, un microcosmos de lo que sucede en el mundo, donde según el narrador de la peripecia, el personaje de Batuta, también existen faltas, penaltys y fueras de juego.

    (Fuente: www.cinedeaqui.es)


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