CRÍTICA



  • O ano em que meus pais saíram de férias, seductor, envolvente y apasionado
    Por Tatiana Monassa


    Para Mauro, el niño protagonista de El año en que mis padres se fueron de vacaciones, llegar a Sao Paulo  significa vislumbrar por primera vez la geografía de una gran metrópolis. Mauro mira curiosa y desconfiadamente desde la ventana del auto. El director Cao Hamburger nos muestra un encuadre en el que  el cielo y el paisaje urbano se superponen al rostro del niño, que contempla este vasto fuera de campo. La imagen del mundo exterior se muestra dentro del marco de la ventanilla, lo cual refuerza la sensación de intimidad y de pertenencia al espacio interior del vehículo familiar. El cuidado extremo con la composición de la imagen testimonia la relación mediada entre los exteriores e interiores, ya sea a través del encuadre, el ambiente o los personajes. Esta mediación se realiza mediante la presencia de la cámara que “ficcionaliza” la realidad y la sensibilidad infantil que la percibe.

    De esta forma la mirada infantil en El año en que mis padres se fueron de vacaciones no funciona como un filtro que se le aplica a la narrativa, o  al tema de la dictadura. La mirada infantil es en este caso el propio objeto de interés del filme, que trata de articular experiencias personales y socio históricas. El elemento que permite esa articulación es  el eje principal de inflexión en la relación de Mauro con el mundo: El fútbol y la Copa del Mundo de 1970 (con sus emociones personales y colectivas al mismo tiempo), mezclando la experiencia narrativa de la experiencia infantil de la soledad, con la del exilio político y la de una serie de acontecimientos que se suceden avasalladoramente, Hamburger ha realizado un bellísimo filme sobre una experiencia bien particular en un espacio tiempo definido.

    Exiliado de su familia Mauro comienza a vivir súbitamente como un extranjero, en tierra extraña, inmerso en una cultura (costumbres, idioma, y rutinas diarias) que desconoce. Un cambio que resulta muy brusco, sin previo aviso, y sin explicación. La espera del retorno al hogar y a los padres es larga, y el proceso de adaptación es lento pero progresivo. Si bien al  inicio, el aspecto de la realidad  con el cual puede conectarse es la Copa del Mundo ( a su vez pasión personal y acontecimiento histórico), poco a poco el niño comienza a tener una vaga idea de los acontecimientos que asolan al país (y en los están envueltos sus padres). La alegría del fútbol con su indescriptible euforia y vibrantes coros, contrasta directamente con la tristeza de la persecución, la tortura y la violencia desatadas por el régimen de la dictadura.

    Este paralelismo absurdo e irónico caracteriza al año 1970, y es representativo de todo el período de la dictadura militar en Brasil. Por un lado la celebración de una conquista deportiva travestida de victoria nacional (acompañada de la celebración del “milagro económico”), del otro la intensificación de las prácticas aborrecibles de los militares que derrumban cualquier sentimiento de orgullo patrio. Pero Cao  Hamburger no asume esta dicotomía de la manera más obvia, la del historicismo politizado que necesita iluminar un pasado reciente todavía brumoso. El director escogió el camino de la memoria personal y de la singularidad de una vivencia sensible y personal.

    La experiencia personal de Mauro sirve como metáfora de la vivencia tradicional del exilio (al igual que la expresión familiar, “irse de vacaciones”), que se presenta como registro de la sensibilidad infantil, en relación con las pequeñas cosas y sobre todo de la reacción ante los cambios. Ese año en que los padres salieron de vacaciones y lo dejaron solo, es para Mauro un tiempo de intenso aprendizaje  y de maduración, debido a la situación particular que atraviesa con sus alegrías y tristezas lacerantes. La irreductibilidad de todo lo que el niño vive sólo puede ser captada, mostrando sus afectos. Esto es precisamente lo que hace la cámara de Cao Hamburger, recorrer toda la narración a través de la sensibilidad del pequeño. Esto no significa colocarlo en el centro, como primera persona, con narración en off, sino alinearse con la percepción espacio-temporal del personaje, estar atento a sus mínimos desplazamientos, impulsos, sentimientos y pensamientos.

    Lo más encantador del filme de Hamburger es su raro y delicado equilibrio entre el fondo, de gran relevancia histórica, y el primer plano de incuestionable importancia humana. Este equilibrio se logra primeramente a través del guión y de una composición fotográfica muy cuidadosa. La película realiza la proeza de partir de un guión detalladamente estructurado por acontecimientos, y expresarlo en el flujo sensible de las imágenes a través de las cuales el niño percibe el mundo.

    Seductor, envolvente y apasionado, el filme de Hamburger sobresale en el panorama de un cine brasileño demasiado ocupado con las exageraciones formales estériles, con discursos que sobrepasan al resto de los elementos, o con narrativas desprovistas de alma y cuerpo. Esta obra se une a las pocas que evidencian un dominio cinematográfico del universo de la ficción en contacto directo con la experiencia del mundo real.

                                                                             Traducido por Jesús Quirós.


    (Fuente: Contracampo)



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