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  • Carlos Reygadas es imprevisible en el cine

    Lo tradicional no va con él. Carlos Reygadas utiliza no actores para sus películas; si lo invitan al Festival de Morelia, prefiere irse desde la capital en su propia motocicleta. Y si alguien le pregunta qué piensa del Oscar, rápidamente dice que lo tiene sin cuidado, que prefiere los aplausos en certámenes de cine. Por eso no promocionó Luz silenciosa cuando iba a ser elegida como candidata a aspirar a una estatuilla.

    Siempre ha sido así. Imprevisible, si es que se le puede poner un calificativo rápido. En la primaria podía pasar de ser el bromista del salón a ser el de mejores calificaciones. O cuando salía de excursión se extasiaba con la naturaleza, tal y como ahora lo hace profesionalmente, si uno revisa su filmografía.

    Cuando estudiaba en la Escuela Libre de Derecho recibió un día la advertencia de un profesor, recriminándole porque se presentaba en ropa deportiva y no de traje, como debía mostrarse un real abogado. De otra forma, podía haber un castigo traducido en las calificaciones del período escolar. Pero a Carlos se le olvidó y llegó como si nada. Entonces de un momento a otro recurrió a su poder de convencimiento. Logró que alguien le prestara un saco, una corbata y se sentó en el rincón del salón de clases para que el profesor autoritario no se diera cuenta de su pantalón de gimnasia.

    A fines de los 90 emprendió un viaje por Europa. Y otra vez, pese a que la lógica diría lo contrario, hizo lo impensable. Delgado de complexión, se aventó a jugar rugby y dicen que lo hacía bien.

    Luego de conocer a unos alumnos del INSAS (Institut National Supérieur des Arts du Spectacle et Techniques de Diffusion), escuela de Bélgica enfocada a las artes, los espectáculos y la comunicación, decidió inscribirse. Ahí realizó su primer cortometraje y se enamoró perdidamente del cine.

    A sus amigos les confió en alguna ocasión que le interesaba ser director de orquesta, pero sabía que no tenía las aptitudes y entonces enfocó su batería a dar las órdenes detrás de la cámara.

    Un día de 1999 comenzó a escribir el guión de lo que sería su ópera prima, Japón, la cual haría dos años después.

    Para ello llamó a gente que jamás había actuado: Alejandro Ferreti, quien murió meses después y Magdalena Flores, una anciana. Ambos sostenían un pequeño encuentro amoroso que terminó conquistando al Festival de Cannes, dentro de la Semana Internacional de la Crítica, donde la cinta consiguió una Mención Especial.

    “Simplemente me limité a fotografiar lo que allí existe, la dureza y la pureza del paisaje”, explicó entonces el realizador.

    Para su segundo filme, Batalla en el cielo, demostró que era testarudo a más no poder.

    No solamente filmó contundentes escenas de sexo oral, sino que también obligó a la producción a subir un cerro sin explicación conveniente.

    Nadie le pudo quitar la idea de filmar una secuencia en el Ajusco. Subieron el equipo de trabajo en burros y a uno se le cayó la carga. Entonces debieron regresar por ello unos 500 metros abajo.

    Cuando vieron la escena montada, entendieron lo que intentaba. Una vista grandiosa de la vida misma, por parte del protagonista, minutos antes de entregarse a la policía tras un hecho violento.

    Pero eso sí, a Carlos nadie le puede negar que gusta de trabajar en equipo. Se deja persuadir y aconsejar por los profesionales de las áreas donde no sabe mucho. Así fue con Batalla en el cielo, donde Martín Hernández (Amores perros y Babel) le ayudó a darle el sonido adecuado en la escena donde los protagonistas están sobre una cama.

    La filmación original tenía un audio terrible. Cuando Martín le preguntaba si deseaba su propuesta, Reygadas se apresuraba a contestar: “Así es maestro, eso era lo que yo quería hacer”.

    Le dio la oportunidad a un joven Amat Escalante para rodar Sangre. Y durante un llamado podría decirse que le salvó la película.

    Resulta que logró contener un incendio del automóvil donde filmaban, únicamente con sus manos. Con la ropa medio chamuscada arrancó rápidamente el asiento en llamas y lo golpeó contra la tierra para extinguirlo. Los demás miembros de la producción solo veían a lo lejos.

    Así es Reygadas. El mismo que en el Festival de Morelia fuera reconocido por su colega Steven Soderbergh por no usar actores profesionales en sus filmes.

    (Fuente: El Universal)


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