CRÍTICA

  • Tangos. Sobre el exilio de Gardel
    Por Enrique González Bergez


    Los versos de Carriego –según Borges– no pertenecen al género poético, sino al policial, pues ejercen sobre el lector delictivo chantaje sentimental. El Exilio de Gardel descerraja sobre el espectador similar extorsión estética.

    Arrobado por el torbellino de la música y las imágenes, cae uno víctima de una fascinación que compromete la capacidad de análisis y formulación crítica. Nunca antes en el cine argentino hemos estado a merced de semejante estallido de imaginación y creatividad. Sólo tal vez el mejor Favio alcanzó por momentos parecidos brillos.

    Desde el principio hasta el fin nos envuelve la seducción: el tango sobre los puentes del Sena, la subyugante música de Piazzolla, el contrapunto barroco entre la realidad de los exiliados y el ballet que la cuenta, la escena de Gardel cantando "Anclado en París", la marcha por los desaparecidos, el encuentro de San Martín y Gardel mateando entre la historia y el sueño, son recortes para una antología del cine universal.

    Pero es simultánea al deslumbramiento de la propuesta de un arte nuevo, nacional y popular, entroncado con la tradición rioplatense, que evoca a Arlt y a Discépolo, a Scalabrini y a Marechal, a Macedonio Fernández y a Cortázar. La tanguedia propone un tratamiento distinto de la expresión de nuestra cultura. Entre la comedia y la tragedia, entre el mito y la historia, este desfile funambulesco de nuestros propios fantasmas rescata, tras un aparente desorden lógico, la marcha de un pueblo en gestación, rebelde ante un orden que impone la dependencia, preñado de un porvenir que no conoce (ese final que Juan Uno no resuelve), pero que intuye glorioso y distinto. El engaño de la comprensión recíproca y el trágico conflicto inmanente entre la vida que de continuo se mueve y cambia y la forma que la fija inmutable; la trama abierta que tratan de imponerle al Director, que quisiera alterarla y acomodarla a las llamadas exigencias del teatro. Cada clave es un desafío a la construcción de nuevos códigos, cada aparente contradicción es una pieza del rompecabezas de un proyecto vital. ¿Qué somos? Todavía nada, pero ¡qué embriaguez de futuro!

    Y esta mezcla de tragedia y comedia, de fantasía y de realidad, se da en una situación humorística enteramente nueva y más compleja que nunca, un drama que a toda costa quiere ser representado y la comedia de la vana tentativa de esta realización escénica improvisada.

    La identidad quebrada (Juan Uno y Juan Dos y el desdoblamiento esquizofrénico de una realidad que aún no los abarca); ese Angel que ha estudiado en Europa con Bejart y resulta impotente para disciplinar el caos expresivo de sus bailarines; el compromiso moral del director francés que protagoniza Leotard con el mensaje universal de los exiliados; los caminos inexplorados de la comunicación que propone Discépolo en la cabina de teléfono; el bagaje sentimental de pedazos de historia, de nostalgias y recuerdos impuestos, de fracasos y muertes sin resolver (los muñecos, los brazos, piernas y torsos que todos llevan a cuestas); todo el pensamiento escrito e inconexo que llena servilletas de bar y papeles sueltos que esperan ser recuperados del viento; la fractura del alma en los desgajamientos del cuerpo; los amores furtivos; la memoria intermitente; la soledad y el resignado humor que ayuda a sobrevivirla, son los rasgos de un pueblo al que le han arrebatado la patria, exiliado en su tierra, condenado al destierro.

    Sobrevuelan la arquitectura del film algunos elementos de la gramática universal asimilados por nuestra cultura, hijos que somos al fin de cierta tradición aluvional europea. El gran espectáculo a la manera de la comedia musical es el eje formal de la composición, a cuyo servicio está la ciudad de París, la música de Piazzolla, las canciones de Castiñeira y Solanas, el desarrollo de la trama en cuadros y los protagonistas, ese grupo de argentinos heridos, más personajes que personas, pues –como los de Pirandello– andan en busca del autor que les restituya el guión. Ese guión, esbozado desde siempre y vuelto a desdibujarse por una orfandad reciente, obra siempre inconclusa, tarea pendiente, que adivinamos ya –como meta de nuestros afanes–, construcción solidaria y colectiva, inconformista y generosa, continuadora de nuestras tradiciones y abarcadora de nuestros sueños, manantial espontáneo y vivo, nunca cerrada al riesgo.

    En la magia del teatro de Pirandello aparece en escena, al conjuro de los personajes y por necesidad de la historia, el testigo imprescindible –Madame Pace– que llena un hueco de la memoria de todos y cierra el círculo de seis libretos abiertos. El autor lo explica así: "El nacimiento de una criatura de la fantasía humana, –ese paso que da, apenas nacida, entre la nada y la eternidad–, puede acaecer también imprevistamente cuando es gestada por una necesidad. En un drama imaginado, hace falta un personaje que haga o diga cierta cosa necesaria y nace entonces siendo precisamente lo que debía ser. Así nace Madame Pace y parece un milagro, más bien un truco sobre ese escenario presentado realistamente. Pero no es un truco. El nacimiento es real y el nuevo personaje vive, no porque estuviera vivo desde antes, sino porque ha nacido con felicidad, según corresponde a su naturaleza de personaje –por así decirle– 'obligado'. Aquél fantástico nacimiento está sostenido por una verdadera necesidad, en misteriosa y orgánica correlación con la vida total de la obra."

    En el laberinto final de "El lobo estepario" un espejo propone reconstruir la personalidad buscando una ley que reagrupe las imágenes según varias opciones, como un caleidoscopio. Solanas parece participar de estas ideas y, como ocurre en la imaginación, Discépolo, Gardel y San Martín aparecen al conjuro de ensoñaciones que los evocan, mitad fantasmas, mitad claves necesarias de la realidad. Similares recursos de la creación –parece decirse–, deberán iluminar el guión incompleto de Juan Uno. Ese es el desafío de nuestro futuro.

    Ninguna situación sintetiza mejor que el exilio el drama nacional: hombres, mujeres, muchachos envueltos en casos extraños de los que no saben cómo salir, contrariados en sus proyectos, defraudados en sus esperanzas, y con los cuales, en verdad, es a menudo una gran pena tratar, todos unidos por el mismo nacimiento y la misma maraña de recíprocas vicisitudes, no se resignan a permanecer excluidos de la historia.

    La representación del drama en el que están envueltos los personajes aparece tumultuosa y no sucede nunca ordenadamente: no hay desarrollo lógico, no hay concatenación en los acontecimientos. El modo no puede ser más extravagante y desordenado, más arbitrario y complicado, esto es, más romántico. Es que no podía manifestarse sino por alusiones, tumultuosas y desordenadamente, en escorzos violentos, de una manera caótica, continuamente interrumpido, desviado, contradicho. Es justamente ese caos, orgánico y natural, la sustancia representada y por esa compenetración del fondo con la forma, un orden superestructural animal el total de la película, le da unidad y síntesis.

    El drama de El Exilio... es el drama del pueblo argentino, de su conciencia trágica en la lucha sofocada por el encuentro de su identidad. Pero es también un tema universal: el tema del hombre en busca de su destino, del sentido de la vida que reconcilie sus raíces con su misión, de la libertad, en fin, entendida como la consustanciación con la propia esencia. Esa vocación del hombre que resume tan bien la frase de Grau: "Un impulso vital por ser raíz me arroja hacia la tierra: más honda aún está la estrella".

    En el final, San Martín cierra este fresco con un imperativo eterno: –"Hay que volver." Y la cara de María nos propone la esperanza de la juventud que sabrá hacerlo. No podía expresarse mejor la desgarradora e ilusionada imagen del alma nacional.

    Nota: he echado mano, por considerarlo necesario, en un plagio que confieso al lector desprevenido, de varios párrafos del prólogo de "Seis personajes en busca de autor", de Pirandello. Los logros del pensamiento, arriesgo, son finalmente patrimonio común. Sabrá el lector distinguir, en el estilo y en la profundidad del análisis, la distinta autoría de estas líneas.


    Tangos. About Gardel exile
    By Enrique González Bergez

    The Carriego´s poems –according to Jorge Luis Borges– do not belong to the poetic genre, they belong to the crime genre, because they exerts over the reader of the criminal genre a kind of sentimental blackmail. Tangos, el exilio de Gardel produces on the spectator’s a similar aesthetics extortion.
    We are enraptured by the turmoil of music and images, in such a way that we fall victim of a fascination that compromises our analysis capacity and critical formulation. Never before in the Argentinian cinema have we been at the mercy of such a burst of imagination and creativity. Maybe only the best works of Leonardo Favio reach momentarily such a splendor.
    Since the very beginning of the film we are seduced: The tango on the Sena Bridge, the subjugation of Piazzolla´s music, the baroque counterpoint among the reality of the exile and the ballet that tells it. The scene of Gardel singing Anclado en París, the march for the missing person, the meeting of San Martín and Gardel drinking mate between the history and the dreams, they are clippings for a universal film anthology.
    But is simultaneous the dazzle of the proposal of national  and popular new art, connected with the Rio de la Plata tradition, which  evokes  Arlt and   Discépolo,  Scalabrini and Marechal, Macedonio Fernández and Cortázar.The tanguedia (tango-tragedy) proposes a different treatment of the expression of our culture between the comedy and the tragedy, the myth and the history, this unreal parade of our own ghosts rescues, behind an apparent logical disorder, the march of a nation that is being gestated, rebellious to an order that imposes the  dependence, pregnant of an unknown future (that end that Juan Uno could not resolve), but that he foresees as glorious and different. The deceit of reciprocal understanding and the tragic immanent conflict between the life that is constantly moving and changing and the shape that fixes it. The open plot that they tried to impose to the director, who would like to change and adapt it to the so called theatre demands. Each key is a challenge to the constructions of new codes, each apparent contradiction is a piece of the puzzle of one vital project. What we are? Nothing yet, but, what rapture of future!
    And this mixture of tragedy and comedy, fantasy and reality, is offered in a completely new humorous and more complex than ever situation, a drama that at all costs wants to be represented and the comedy of the futile tentative of an improvised theatre staging.
    The split identity, Juan Uno (One) and Juan Dos (Two) and the schizophrenic splitting of a reality that does not involve them yet; that Angel who has studied with Bejart and is impotent to discipline his dancers’ expressive chaos; the French director´s moral commitment performed by Leotard with the exiles’ universal message; the unexplored roads of communication that suggests Discépolo at the telephone booth; the sentimental value of pieces of history, nostalgias and forced memories, failure and death without solution (the puppets, the arms, legs and the torso which all carry on); all the written and  unconnected written thinking that fills paper napkin and loose papers that will be recovered from the wind; the fracture of the soul from the breakup of the body; the furtive loves; the  intermittent memory; the solitude and the resigned humor that help to survive it are the features of a nation that has been deprived of his home land, exiled in its own land, condemn to the exile.
    Overfly the film architecture some elements of the universal grammar which were assimilated by our culture, at last we are son of certain European cultural heritage that comes from the most ancient European tradition. The grand show like the musical is the reliable axis of the composition assisted by the city of Paris, Piazzolla´s music, Castiñeira and  Solanas´s songs, the developments of the plot in frames and the protagonists, this group of hurt Argentines, more characters than real persons, since as the one of Pirandello – they look for an author who restore the screenplay for them – That screenplay, which always has been outlined and vanishes again because of a recent orphanage, an always unfinished work, unresolved task that we just guess – as a goal of our aims– supportive and collective construction, nonconformist and generous, that continued with our traditions and involves  our dreams, spontaneous and alive spring, never saved from the risk.
    As part of magic of Pirandello´s theater appears in scenes, at the characters’ spell and due to the requirements of the story necessity, the indispensable witness –Madame Pace– who fills a gap of the memory of all and closes the circle of six open scripts. The author explains it in this way: “The emergence of creature born from human fantasy, –its first steps as soon as it was born, between the emptiness and the eternity– also may be happen unpredictable when is gestated by necessity. In an imaginary drama, it is important a character who says and does that certain necessary thing and in this way it was born as he should be. So appears Madame Pace and she seems a miracle, or better a trick on this realistically represented stage. But it is no a trick, the birth is real and the new character lives, not because he were alive before, but because he was born with happiness, according with his nature as “obliged” character, to call it in some way. That fantastic emergence is supported by a real need, in a mysterious and organic correlation of the total life of the work.
    In the final labyrinth to The Steppe Wolf a mirror suggests to reconstruct the personality by searching a law that regroups the images according to various options, as in a kaleidoscope. Solanas seems to agree with this ideas and as occur in the imagination, Discépolo, Gardel and San Martín appear to the spell of the dreams that evokes them as half ghost, half necessary key of reality. Such resources of the creation – it seems to be stated –should illuminate Juan Uno’s incomplete script. This is the challenge of our future.
    There is no situation that synthesize better the national drama than the exile: men, women, children are involved in strange situations that they don´t know how to escape, annoyed in their projects, in their hopes, and whom sometimes is really painful to contact with; all they joined by the same birth and tangle of reciprocal vicissitudes; they do not relinquish to be excluded from the story.
    The representation of the drama in which are involved the characters seems tumultuous and never happens orderly: there are not a logical development and neither a logical succession of the events. This manner can be no more extravagant and disorganized, more arbitrary and complicated, that is to say more romantic. The only manner it could express itself was by tumultuous disordered allusions, and violent foreshortenings, with a chaotic manner, with continuous interruptions, deviated, denied. It is exactly that organic natural chaos, the represented substance and thanks to that coexistence of the background and the shapes, a super structural order of the film, which provides coherence and synthesis.
    The drama of The Exile... it is the drama of the Argentine people, of their tragic conscience in the fight suffocated by the encounter with their identity. But it is also a universal topic: the theme of a man in search of his destiny, of the sense of his life that reconciles her/his roots with her/his mission; the theme of freedom, in short, understood as its fusion with its own essence. This man's vocation that so well summarized the phrase of Graul: "A vital impulse throws me toward the earth: the star is even deeper".
    At the end, San Martin closes this canvas with an eternal imperative: . It is necessary to return." And María's face proposes us the hope of the youth that will know how to do it. It could not be better expressed the harrowing and full of hopes image of the national soul.
    Note: I have used in what I considered a necessary a plagiarism act that -I prevent to the unaware reader- several paragraphs of the foreword of Six Characters in Search of an Author by Pirandello that I consider necessary. The achievements of the thought, I risk to state, are at the end a common patrimony. The reader will be able to distinguish, in the style and depth of this analysis, the personal authorship of these lines.


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