ARTÍCULO



  • Cartola: la samba de la memoria
    Por Dean Luis Reyes


    Después del estreno de Cartola. Música para los ojos, el pasado 20 de abril en Recife, todo ha sido discusión. El mundo de la crítica de cine y los profesionales de la música brasileños están felices con este retrato documental del célebre músico ciego de nombre artístico Cartola (1908-1980), bautizado ciudadano como Angenor de Oliveira, uno de los más importantes compositores de la música popular del país, que llevaran a la pantalla los pernambucanos Lírio Ferreira (director de Baile perfumado) e Hilton Lacerda (guionista de las películas de Claudio Assís) tras un proceso de varios años.

    En general, la crítica la elogia, pero tampoco faltan los desagrados. Ciertamente, Cartola enciende una discusión en torno al criterio de tratamiento adecuado para un documental que reconstruye una vida pero se aleja de la cinebiografía, por no decir que de la objetividad. Utilizando imágenes de archivo, fragmentos de películas, entrevistas tomadas de la televisión y la radio, declaraciones de amigos y familiares, varios la han definido más bien como un “mirar” que extrapola al personaje, reconstruido de forma bien subjetiva.

    El montaje es de mérito, al tiempo que la manzana de la discordia: hipertextual, caótico, imprevisible y entrecortado, persigue insertar a Cartola en su tiempo para, a través del contexto social, político y cultural del largo período que viviera, hacer indirectamente una biografía del Brasil del siglo XX. Otros aseguran que el efecto es el contrario: la enrevesada construcción y el atonalismo definitivo de la película provoca el extrañamiento, el no reconocimiento del artista sobre el cual se discursa, su disolución en un océano de referencias abismadas en un piélago tortuoso que diluye al protagonista de la evocación.

    Pero Cartola es además un diálogo con el cine brasileño. Así, por ejemplo, sus realizadores establecen un contrapunteo entre las imágenes del entierro del músico y fragmentos de Di, de Glauber Rocha, o con Brás Cubas, de Julio Bressane, y O Mandarim, también de Bressane, este último con la nada oculta intención de referir la dura situación del país durante la dictadura militar. Lo cual confiesa por cierto la filiación de los realizadores con el estilo “marginal” de Rogério Sganzerla y el propio Bressane.

    Todo esto, que indica la violenta irrupción de registros en una película aparentemente debida a la reverencia de un ícono de la cultura popular brasileña, acaba por provocar desde encendidos elogios al riesgo de experimentación asumido por los realizadores, como ironías según las cuales Cartola, sería recordado como un “documental sobre el cine” más que sobre un músico.

    Pero en medio de estas discusiones, hay un apunte sobre el cual parecen coincidir todas las miradas: Cartola es un llamado que quiere advertir acerca de la necesidad de proteger mejor la memoria colectiva. Ello orbita como tema mayor sobre la propia biografía artística de Cartola, quien fuera vagabundo cantor y malandro en su juventud, olvidado luego y recuperado a partir de los años 60. De ahí que los propios vestigios de su figura haya que localizarlos dispersos, y que el propio lenguaje de este documental eche mano a esa dispersión, al material maltratado por el tiempo y la desidia del olvido, pero utilice esa degradación como herramienta de expresión y, en vez de lamentar el deterioro irreversible, lo use como instrumento de creación.

    El crítico Marcelo Janot asegura que “el collage creativo es coherente con el espíritu vibrante e inquieto del mangue beat, movimiento cultural surgido en Pernambuco en los años 90, que tuvo como exponente máximo al músico Chico Science. Es dentro de esa filosofía que los realizadores de Cartola se toman la libertad de usar una escena de Brás Cubas, de Julio Bressane, en que un micrófono recorre una calavera, para no solo dar voz al cadáver de Cartola, sino para establecerlo como legítimo sucesor de Machado de Assis por su importancia para la cultura carioca y brasileña.” Daniel Brazil, en la revista Música brasileña, asegura que esta película debía verse regularmente en escuelas, clubes, canales de TV y en todas partes como “fundamental para quien gusta de la música brasileña.”

    Apoyados en su investigación por Elton Medeiros, amigo de Cartola y autoridad en cuestiones de samba, Lírio y Milton trabajaron durante una década para sacar adelante esta obra. Con paciencia lograron despejar el horizonte de reverencialidad o de inútiles servidumbres didactistas al material de la memoria, para reconstruirla libremente y explotar los atributos propios del discurso fílmico, así sea para hacernos bailar la samba del recuerdo.



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