CRÍTICA



  • À deriva, un Heitor Dhalia más convencional, pero que muestra su lado maestro
    Por Marcello Castilho Avellar


    Cuando usted vio Nina, seguramente concluyó que su director, Heitor Dhalia, era un auténtico constructor, por la manera como propugna nuevas relaciones entre el lenguaje cinematográfico y otras artes visuales Al ver O cheiro do ralo se convenció que el cineasta era un renovador capaz de de construir tanto estructuras clásicas de la narrativa como; emplear tradiciones más modernas, como las emparentadas al surrealismo Después de ver À deriva tendremos quizás una nueva opinión del cineasta. Dhalia es un maestro capaz, al mismo tiempo de apropiarse con eficacia de lenguajes clásicos como el realismo y otros más novedosos dándoles un sentido autoral. Este preámbulo habla bastante de la estirpe de Heitor Dhalia: la de aquellos artistas capaces de actuar en todo el espectro de las posibilidades de la creación artística.

    Precisamente por el hecho de que el director resolvió mostrar aquí su lado maestro es que puede que À deriva decepcione a muchos de los fans que Dhalia adquirió con Nina Cheiro do ralo. Y es que el nuevo filme de Dhalia es el más convencional de sus filmes, el menos osado, el más previsible. Quienes consideran que la innovación y la ruptura constituyen elementos esenciales del buen arte probablemente no gustaran de À deriva. Mas para la gran mayoría del público, para quien calidad es sinónimo de una historia bien contada y emociones a flor de piel, el filme será una de las pocas buenas alternativas a las salas abarrotadas de adolescentes ávidos de acción y efectos especiales, características típicas de la programación de los días festivos.

    Irónicamente, aquellos adolescentes que solo quieren ver Harry Potter o El enigma del príncipe o La era del hielo 3 son los que más se beneficiarían de asistir a ver À deriva. Ya que el filme habla de asuntos urgentes para buena parte de los jóvenes: el amor, la sexualidad la familia. À deriva gira en torno a Filipa (Laura Neiva), quien, a los 14 años, pasa sus vacaciones en Búzios con su  familia en un momento en que el matrimonio de su padre, Mathias (Vincent Cassel) y su madre Clarice (Débora Bloch) se acerca al fin. Como buena parte de los adolescentes, Filipa es inestable, dice con facilidad lo que quiere y con dificultad  lo que no quiere, intenta comprender sus sentimientos, mas no tiene experiencia suficiente para llevar a cabo la tarea.

    À deriva tiene secuencia magníficas; un buen ejemplo es el momento en que Mathias, desolado por la separación, comienza a realizar pequeñas tareas domésticas, ir hasta el cuarto de la hija a apagar la luz, fregar la loza en la cocina. Es como si el personaje se hubiese desmoronado (al inicio del filme, tenemos la nítida impresión de que es él quien tiene el control de toda la situación), tiene tres hijos a su cuidado, un libro por concluir, la vida continúa aunque no con el mismo sentido. La escena funciona, en gran medida, gracias a la manera en que Heitor Dhalia la filma, sin ceder un centímetro en su ritmo contenido, tenemos la impresión de que la cámara se vuelve más emocional, más nerviosa.

    La unión entre la calidad de los intérpretes y el éxito de la técnica del director para dirigirlos es perfecta. El espectador de cine no puede eludir el hecho de que está acostumbrado al carisma de sus intérpretes famosos. En À deriva, ese carisma choca violentamente con la imagen que ellos ofrecen Vincent Cassel, que nos tiene acostumbrado a personajes violentos, nos revela aquí su fragilidad y a la agraciada Débora Bloch la vemos aquí en un papel denso. Los dos presentan composiciones que parecen tener más que decir de lo que dicen como en los momentos en que revelan verdades que no son capaces de expresar verbalmente una incapacidad que resulta dolorosa para el espectador. En el extremo opuesto, funciona también la estrategia actoral que Dhalia afirma haber utilizado en su trabajo con los adolescentes: darles libertad para que basaran sus  actuaciones en la improvisación. Los personajes jóvenes hablan y juegan como los del mundo real de este modo los actores noveles logran un desempeño tan eficaz como el de los actores veteranos, transmitiendo siempre la impresión de algo urgente que no saben o no pueden expresar en palabras.

    Resumen por: F.J. Quirós

    (Fuente: New.divirta-se.uai.com.br )


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