Nacido en Tucumán, donde realizó parte importante de su cine, el realizador, productor, camarógrafo y guionista argentino Gerardo Vallejo egresó en 1965 de la Escuela de Cine del Litoral, en Santa Fe, que por entonces dirigía Fernando Birri, como director de documentales. Su primer cortometraje, titulado Las cosas ciertas, ganó un premio importante en Viña del Mar, y en 1968 alcanzó otra vez el reconocimiento internacional con Las ollas populares. Fue integrante del grupo Cine Liberación, junto con Fernando Solanas y Octavio Getino, de modo que llegó a ser asistente de dirección de la película La hora de los hornos.
En 1968 inició el rodaje de El camino hacia la muerte del viejo Reales, que completó en Roma en 1971 y que constituye uno de los títulos documentales y testimoniales más trascendentes de la historia del cine nacional. Entre 1972 y 1974 realizó una valiosa serie televisiva que se proyectó por el Canal 10 de Tucumán bajo el título Testimonios de Tucumán.
Luego de que una bomba estallara en la puerta de su casa en Tucumán, partió hacia el exilio en 1975, primero en Panamá y luego en España, donde además de crear la Escuela de Cinematografía de Madrid rodó el largo Reflexiones de un salvaje (1978), un trabajo sobre la recuperación de la historia de su familia paterna en el pueblo de Cespedoza de Tormes, Salamanca, y además escribió el libro Un camino hacia el cine.
Su labor en veinte años con el cine en Argentina y en el extranjero se sintetizan en la propuesta del libro Un camino hacia el cine, del cual el teórico Agustín Mahieu señala: "... este libro un poco insólito -y esto lo distingue de los demás- es a la vez un esbozo autobiográfico y una introducción al cine, su técnica y sus lenguajes, siempre apoyado e imbricado con su experiencia personal como autor de films. Quizá es también un alto en su camino de cineasta, para reflexionar sobre lo hecho y para seguir adelante".
Un camino hacia el Cine es fruto de toda la experiencia de Vallejo como cineasta, es también un original intento de didáctica fílmica. Cada episodio de su vida y sus filmes, narrados con espontánea y vivaz naturalidad, da ocasión para introducir a un lector atraído por el cine, su técnica y su lenguaje. Pensando probablemente en su doble experiencia como antiguo estudiante, como realizador y, recientemente, como animador de una Escuela de cine que creó en Madrid, Vallejo ha vertido en el libro los elementos de una labor donde la enseñanza del quehacer fílmico es la médula, además de la historia de cómo ha llegado a ser cineasta creador aquel lejano niño que recogía en la cabina de un cine de barrio los pequeños fotogramas de unas míticas y lejanas estrellas.
De regreso al país, en 1983, realizó el documental Cumpliremos con nuestro destino, para la campaña electoral del justicialismo, y los largos El rigor del destino (1984), multipremiado internacionalmente y con gran éxito de público y crítica, además de Con el alma (1994), su última película de ficción, protagonizada por Alfredo Alcón y Lito Cruz. Entre 1986 y 1989 se había dedicado a la producción de videofilmes, y también a la enseñanza, prestando sus conocimientos en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, entre otros centros docentes de gran importancia en el mundo audiovisual.
Pocos meses antes de su fallecimiento en 2007, había concluido una nueva versión fílmica basada en el poema Martín Fierro, de José Hernández, que el cineasta aspiraba a que se convirtiera en "la expresión más profunda de la identidad y la historia del pueblo argentino". Se trataba de un guión que Vallejo tuvo pendiente durante más de veinte años, puesto que lo había escrito durante su destierro en Madrid, quizás en una situación parecida a la que sufrió Hernández cuando empezó su poema durante su exilio en Brasil.
"Quiero recuperar la poética, la lírica del Martín Fierro, porque es un gaucho que expresa la ideología de un pueblo libre, donde el hombre era hermano del hombre", añadió quien reivindica en su obra "la línea nacional descolonizadora" de Moreno, Castelli, Belgrano, San Martín, Yrigoyen y Perón. Vallejo empleó formato de video digital de alta definición en la versión cinematográfica de este poema, que se constituyó en emblema de la argentinidad y fue traducido a casi todos los idiomas del mundo.
Toda la filmografía de Vallejo se orientó a la denuncia, a la confirmación de los valores nacionales y a ofrecer testimonio de la vida de los explotados trabajadores argentinos en el extremo norte del país.