Uno de los más polémicos, adorados y criticados realizadores latinoamericanos es Eliseo Subiela, quien nació en Buenos Aires. Cursó estudios de Filosofía y Letras, en la Escuela de cine de La Plata, pero con 19 años ya filmaba su primer corto, Un largo silencio (1963) que alcanzó el Gran Premio al mejor cortometraje en el III Festival Internacional de Viña del Mar, e inmediatamente después entraría como ayudante de Leonardo Favio en el debut de este, Crónica de un niño solo. La siguiente experiencia como ayudante fue Esquiú, una luz en el sendero, de Ralph Pappier.
En 1965, filmaría su segundo corto Sobre todas estas estrellas, que trataba sobre las expectativas de los extras de cine. Con este corto logra varios premios, entre ellos el entregado por el Instituto Nacional de Cinematografía, y el primer premio al Mejor Director de Cortometrajes.
También adquirió experiencia como director publicitario y llegó a realizar doscientos anuncios para nueve países, todo lo cual le sirvió de preparación para su debut, La conquista del paraíso, realizada en 1980.
En los años ochenta decide volver a intentar el largometraje de ficción, que sería el filme conceptuado hoy como su obra maestra, y una de las mejores películas argentinas de la década del ochenta: Hombre mirando al sudeste. En solo un mes armó el guión, pero la producción le llevó un año. El elenco fue elegido entre actores del Teatro Municipal San Martín, algunos de ellos casi desconocidos. Pero su estreno no fue fácil, primero debió conseguir cinco premios internacionales y varios meses de éxito en EE.UU. y Canadá; luego del éxito internacional logró despertar interés para ser estrenada en Argentina, casi después de un año de filmada. La respuesta del público fue inmediata.
A pesar del triunfo obtenido, no aparecía un productor nacional para que Subiela realizara la siguiente película. Sin embargo, le llegaban propuestas para trabajar en el exterior y en especial de EE.UU. Esta situación lo obliga a publicar su famosa solicitud que decía: “Señor presidente, mi familia no quiere vivir en Hollywood”... Finalmente, con el dinero que llegó desde el exterior, pudo comenzar a rodar su siguiente obra Últimas imágenes del naufragio (1988); para evitar pérdidas, debido a la hiperinflación, es estrenada primero en el exterior.
Hombre mirando al sudeste y Últimas imágenes del naufragio conservan su estética tendiente al lirismo y a lo onírico, en una atmósfera de tristeza y de melancolía, pero su próximo proyecto, El lado oscuro del corazón (1991/92), anunciado por su autor como “Una fábula sobre la vida y la muerte, que luchan bajo la Cruz del Sur: una metáfora sobre los sentimientos y el sexo, un romance de ángeles heridos, la historia de una cenicienta de cabaret y un príncipe loco, la confirmación de que, aún heridos, los que ganan son siempre los que se animan a dar”, se convirtió en una película de culto para los amantes de la poesía latinoamericana neoromántica.
En 1995 será el turno de No te mueras sin decirme a dónde vas, en la cual el protagonista inventa una máquina que recolecta sueños, uno de esos sueños es Rachel, a quien encontrará cuando reencarne... Al año siguiente, edita Despabílate amor, que trata sobre la generación de fines de los años 60, sus ideales, sus utopías, sus amores, su adultes y lo único que queda de ella finalmente, sus recuerdos; es inevitable que el film se desarrolle en un clima melancólico.
Una chica introvertida y tímida, que lee cuentos de hadas, se refugia en el mundo mágico que ella ha creado, con la esperanza de un milagro que sueña: la llegada del amor. Tal es el argumento de Pequeños milagros (1997), en la cual se manifiesta una veta fantástica que se refuerza en la siguiente, Las aventuras de Dios.
En Lifting de corazón (2005) continúa su manera de entender el cine como provocación, reflexión, magia y sugerencia, de modo que su obra ocupa un lugar insoslayable en la historia del cine latinoamericano.
Su última película, No mires para abajo (2008), una lección sobre la iniciación al sexo, un tema que aborda para que las nuevas generaciones no caigan en "la sórdida y oscura" experiencia que a él mismo le tocó vivir.