Piero Bruno Hugo Fontana, tal su nombre real, nació el 30 de noviembre de1912 en Buenos Aires, en el barrio de Flores, en la casa ubicada en San Pedrito 256.
De padres italianos, de acomodada posición económica, en su juventud dejó el puesto de locutor que tenía en Radio del Pueblo para dedicarse a cantar tangos.
Como cantante deslumbró por su estilo, pero tras grabar la Marcha peronista padeció la cárcel y pasó a una lista negra en 1955 por orden de la Libertadora.
Como actor y cineasta dejo títulos inolvidables que hablan del sentir de su pueblo. Fue precisamente su condición de cantor de tangos la que le posibilitó su ingreso al cine, de la mano de Manuel Romero, interpretando un fragmento de Tiempos viejos en el film Los muchachos de antes no usaban gomina (1936).
Después de protagonizar numerosos filmes como cantor e intérprete, que lo convirtieron en una de las figuras más admiradas de Latinoamérica, debutó como director con Historia del 900, donde evidenció un buen manejo técnico, gran capacidad para narrar en imágenes y acertada utilización de sus actores.
En 1952 realizó su obra más importante, Las aguas bajan turbias, considerado un clásico del cine argentino, donde trató el tema de la explotación del hombre por el hombre en los yerbatales misioneros. Con este film obtuvo el Diploma de Honor en el Festival de Venecia de 1952, entre otros lauros.
Talento, sensibilidad y sentido cinematográfico se conjugaron a lo largo de toda su obra; la mayor parte de Las aguas bajan turbias está narrada en imágenes; en La Quitrala, 1953, (acaso uno de sus títulos más débiles) sobresale la resolución cinematográfica, y en Una cita con la vida, 1957, los mejores momentos son aquellos en los que prescindió del diálogo.
Fue hombre de convicciones, exigente, íntegro, jugado. Conoció halagos, fortuna, pero también el fracaso. Todo un mito, su vida sería como alguna de sus laureadas películas.
En su extensa filmografía como realizador se cuentan títulos como Surcos de sangre (1949), Las tierras blancas (1958), Culpable (1959), Esta tierra es mía (1959), La calesita (1963), Buenas noches, Buenos Aires (1964) y Yo maté a Facundo (1975).
Como cantor e intérprete protagonizó, entre otros, los siguientes filmes: Madreselva (Luis César Amadori); La vida es un tango (Manuel Romero), ambas de 1938; La vida de Carlos Gardel (Alberto de Zavalía, 1939); La canción de los barrios (Luis C. Amadori, 1941); Pasión imposible (Luis Bayón Herrera, 1943); Pobre mi madre querida (Homero Manzi y Ralph Pappier, 1947); El día que me quieras (Enrique Cahen Salaberry, 1968) y Siempre fuimos compañeros (Fernando Siro, 1973).
Eligió siempre. Eligió ser el cantor, el brillante cineasta, el romántico seductor, el recio, el quijote peronista, el referente artístico y ético. Quizás allí descanse buena parte de su valía como hombre auténtico que, luego de una vida plena en éxitos y amarguras, a pocos meses de morir eligió soñarse a sí mismo. Ya viejo, cansado y sin voz, Hugo Del Carril se soñaba: “Sueño que canto, solo, sin orquesta ni guitarras. Solo canto”.